La semana pasada comenzaron de manera oficial, sin restricciones legales, las campañas presidenciales. Poco llamaron la atención en los medios de comunicación. El sitio oraculus.mx, especializado en temas electorales, hace un seguimiento de los temas más reportados por la prensa escrita y electrónica cada día. La semana pasada, los asuntos que más dominaron a los medios fueron las amenazas de Trump a México, la respuesta del presidente Peña y las reacciones de los políticos de todos los colores incluyendo los candidatos presidenciales.
Que las campañas no sean el principal asunto noticioso favorece, en principio, al candidato que va arriba en las encuestas: López Obrador. Cuando no hay noticias nuevas no se mueven las preferencias. Salvo en un caso donde sí hubo un tema electoral que dominó, brevemente, la agenda pública mediática: el llamado que hizo Meade a debatir con López Obrador y Anaya sobre la situación patrimonial de cada uno de ellos y la presentación del “siete de siete” del candidato priista. Eso fue lo único que tuvo algún tipo de resonancia. En este sentido, Meade fue el ganador en fijar la agenda pública la primera semana de campaña.
La corrupción es el tema más incómodo para el candidato priista. Algo tiene que hacer para diferenciarse de los escándalos de corrupción de los gobiernos del PRI incluyendo el de Peña. Como no es miembro de ese partido, no puede romper clara y contundentemente ni con el Presidente ni con el PRI que lo pusieron ahí como su candidato. Pero tampoco puede quedarse con los brazos cruzados, sin decir nada, sobre uno de los temas que más preocupa e indigna al electorado: la corrupción.
Lo que Meade está diciendo es que él, en lo personal, es diferente. Alguien que lleva muchos años en el poder, que ha servido a dos gobiernos, uno panista y otro priista, y que nunca se ha enriquecido en lo personal. “Yo soy honesto” insiste Meade y, para corroborarlo, la semana pasada no sólo presentó su “tres de tres” (declaraciones patrimonial del año anterior, de intereses de los últimos cinco años y fiscales de los últimos tres), sino consultas a los 32 registros públicos de la propiedad que comprueban que ni él ni su esposa tienen bienes raíces más que los declarados, la opinión técnica de un contador público certificado sobre la congruencia entre sus ingresos y egresos, un informe de su situación fiscal del SAT y un certificado notarial sobre la veracidad de la información presentada. A este ejercicio, Meade lo bautizó como el “siete de siete”. Toda la documentación respectiva la publicó en internet.
Más aún, invitó a los otros candidatos presidenciales a hacer lo mismo y debatir la situación patrimonial de cada uno de ellos. Margarita Zavala aceptó. Anaya y AMLO rechazaron el desafío. El primero argumentando que sólo debatiría con López Obrador y no con quien va “en un lejano tercer lugar”. El segundo afirmando que no piensa caer en provocaciones ahora que va adelante en las encuestas.
No sé si el candidato priista vaya a insistir en el tema. Por un lado, tiene incentivos para pintar a Anaya y López Obrador como viles políticos que no pueden justificar su nivel de vida a partir de sus ingresos. Pero, por otro lado, a Meade lo pueden contraatacar fácilmente. “A lo mejor, señor Meade, usted es bien honesto, pero, como funcionario, se hizo de la vista gorda en casos de corrupción; ha sido, por tanto, un corrupto pasivo”. Además, sus adversarios pueden solicitarle que sus ex compañeros del gobierno, incluyendo el presidente Peña, y sus actuales colaboradores del PRI presenten la “siete de siete” así de completa como la presentó él.
Sus coordinadores regionales de campaña (Osorio Chong, Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes, Carolina Viggiano, René Juárez y Mariano Zarur) por ejemplo. O miembros del CEN priista como Enrique Ochoa, Claudia Ruiz Massieu, Rubén Moreira y Emilio Gamboa. Ni qué decir de José Murat, presidente de la Fundación Colosio.
Pero todos sabemos que eso no sucederá. Y ahí está el problema para Meade: él puede ser honestísimo, pero representa a un partido corrompido hasta la médula. Lo que está tratando de hacer no está mal al posicionarse como el más honesto de los candidatos desafiando a Anaya y AMLO a un debate sobre la situación patrimonial de cada uno de ellos.
En lo individual, probablemente ganaría. Pero lo harían pomada al vincularlo con muchos políticos que se han enriquecido abusando del poder y como cómplice pasivo de un gobierno que se percibe tan corrupto. Por lo pronto, con esta movida, Meade fue el candidato que fijó la agenda pública durante la primera semana de la campaña.
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