Los vinos riojanos son producto de una tierra que sabe amar, que impregna de fuerza y a la vez de delicadeza a cada una de las cepas que se alimentan de ella. Podemos hablar de su sabor, de su buen cuerpo y de la impresión que nos deja en boca, pero lo que verdaderamente impacta sobre los riojanos es que con el primer sorbo nos transportan a un mundo de suspiros, con el segundo, se abrazan al alma, y con la última gota nos regresan nuevamente a la realidad.
En cada botella de vino riojano está impregnada la dedicación con la que son elaborados, el deseo del productor de imprimir en sus sabores una impresión vívida. Son vinos que tienen la extraordinaria cualidad de acariciar a los sentidos y de separarnos en un instante de nuestra humanidad, en uno que dura el tiempo de un suspiro. Después de probarlos impregnan su huella en lo más profundo de los recuerdos, de aquellos que se componen de momentos agradables, divertidos y románticos de acuerdo a la ocasión en la que les probó. Cuando vuelve a tomarse una copa de vino riojano, emanan esos sentimientos almacenados, dándole un sabor único e irrepetible a ese sorbo que nos besa los labios.
Los vinos riojanos nos regalan vinos blancos, tintos y rosados que abarcan un amplio abanico de variedades, desde suaves y afrutados, hasta complejos y maduros. Desde su nombramiento como D.O.Ca en 1925, Rioja ha superado sus técnicas de producción con el fin de alcanzar una mayor competitividad en sus vinos, siempre con miras a mantener lo que los hace únicos y tan especiales: su identidad.
Los vinos tintos riojanos nacen de las variedades tempranillo, garnacha, graciano, mazuelo y maturana tinta, mientras que para los vinos tintos se usan varietales como garnacha blanca, tempranillo blanco, chardonnay, sauvignon blanc y verdejo. Con esta variedad tan amplia, no es de extrañar que los vinos riojanos sean garantía de éxito y calidad.
Rioja ha convertido a una bebida alcohólica, que finalmente eso es el vino, en una bebida de buen gusto. El ser un amante de los vinos es sinónimo de ser gente de mundo, de saber de los verdaderos placeres de la vida, es ostentar un estatus social digno de admirarse. Los vinos riojanos vienen llenos del sabor de sus uvas, así como de todo un bagaje cultural y social que los ha identificado desde hace siglos, características que se transmiten al consumidor. Si a esto le agregamos su alto valor para la salud, beber vinos riojanos es más que un placer, es muestra de conocimiento y de apreciación por lo bien hecho.