La identidad esta formada por diversas pertenencias, algunas de las más pesadas es la nacional, la ideológica o la religiosa.
La identidad nacional se alimenta de la memoria colectiva y las individuales; la memoria colectiva recoge influencias históricas y traduce elementos positivos y negativos. Un país colonizador como Inglaterra lega en sus ciudadanos una historia de grandeza que puede llevar a decisiones ruinosas como el Brexit. También está la memoria del desastre, como la que hoy viven varios países europeos que cargan en sus espaldas el peso de los horrores del holocausto nazi, el que tuvo múltiples colaboradores. Es por esto que el NUNCA JAMÁS es tan importante. Se debe preservar en la memoria que existe el deseo de exterminar impunemente a un pueblo y a la gente que piensa distinto. Éstas perversiones están lejos de desaparecer.
Los múltiples esfuerzos por negar los genocidios y tratar de borrar los estragos de la persecución sirven para preservar los intereses de los beneficiarios de la tragedia. Aquellos que temen el regreso de los despojados tienden a tratar de limpiar la historia para justificarse. El gobierno polaco intenta borrar de la historia la participación infame en el holocausto y hay jóvenes polacos que son intolerantes y tal vez no vean mal a los genocidas, como lo hacen en varios países los neonazis y neoracistas. Los viejos odios demuestran su vitalidad y resistencia a desaparecer. La tragedia de la humanidad no los convence de su insensatez. En Alemania es ilegal mostrar signos nazis, pero ¿qué sucedería si dejaran que la gente se manifieste con libertad en ese terreno?
La interpretación de la historia es fundamental para la memoria colectiva y no es necesariamente que la historia la escriban los vencedores, muchas veces la escriben aquellos que se benefician en el presente de la narrativa del pasado, aunque creen un efecto inesperado para el futuro.
En México hay una memoria del desastre, de ahí que se sobredimensione el 5 de Mayo, porque es tal vez la única batalla que ganó el ejército. Cuando le pregunté a un amigo francés que hacían allá ese día, sorprendido por la pregunta respondió que nada, el país que gana la guerra no hace nada con una batalla perdida.
La memoria mexicana está formada por traiciones, derrotas, dictaduras, de ahí que se vislumbre la historia del PRI como la continuación de la dictadura de Díaz. De hecho hay quién dice que la suerte de Benito Juárez fue haber muerto de angina de pecho, si no se hubiera eternizado en el poder y no habría sido el héroe que se celebra, porque al parecer eternizarse en el poder no es ajeno a la memoria de los políticos mexicanos.
Los impactos nacionales impactan la memoria de largo plazo. En unos casos la penetración del mensaje se renueva con el discurso político, cómo por ejemplo, la representación de Díaz como el dictador por excelencia despojando su gestión de cualquier efecto alternativo a la narrativa dominante, como por ejemplo su impulso al capitalismo. O la figura de Zapata y Villa como los héroes revolucionarios que ayudaron a derrotar a la dictadura, descartando algunos de los excesos cometidos en el fragor de la batalla. La política es más compleja, algunos intereses porfiristas se mantienen hasta la fecha; un funcionario priista se casó con el traje del emperador Iturbide, la anti tesis del priismo bajo el cual saciaba su ambición de poder.
Las futuras generaciones mexicanas verán impactada su memoria por los eventos de corrupción que han visto en las últimas décadas. Ya hemos visto que el cinismo ha alimentado la cultura popular y que refuerza una visión de vida. Los mexicanos asumen que los corruptos pueden actuar con impunidad siempre y cuando sean hábiles y por lo tanto todos deben tener la oportunidad de tener recursos a su alcance. La justicia está disponible para el mejor postor y las reglas se hicieron para violarlas.
Es posible que el mexicano promedio no se vea en el futuro en un sistema dominado por la honestidad; la narrativa dominante mostrará la existencia de un sistema de impunidad por medio del cual muchos saquearon a la nación.
Seguramente pasaran muchas generaciones antes de que cambie esta memoria. A menos claro está que suceda algo muy fuerte que fuerce el cambio de la forma como se ve la vida y el mundo, pero también en la narrativa existe el convencimiento de la presencia del gatopardismo: hay que reformar todo para que no cambie nada.