Arrancaron, la semana pasada, las campañas a la Presidencia. Supuestamente son “pre-campañas” para que los posibles candidatos se ganen las nominaciones de sus respectivas coaliciones electorales. Pamplinas. La política mexicana, fiel a su tradición, comienza una contienda electoral con mentiras y simulaciones. Todos, absolutamente todos, sabemos que los candidatos serán José Antonio Meade (PRI-PVEM-NA), Ricardo Anaya (PAN-PRD-MC) y Andrés Manuel López Obrador (Morena-PT-PES). Es un insulto a nuestra inteligencia que anden diciendo en los anuncios de radio y televisión que sólo están dirigidos a los militantes de los distintos partidos políticos. La realidad es que ya están en campaña pero, gracias a las absurdas reglas que ellos mismos impusieron, tienen que mentir. Con simulaciones, empiezan a tratar de ganarse el voto ciudadano.
Todo candidato y su campaña es una narrativa de la situación del país y lo que propone al futuro. Analicemos, pues, cómo arrancaron cada uno de los tres candidatos y la narrativa que hay detrás de sus acciones y discursos.
Comencemos con el que va arriba en las encuestas: López Obrador. Escogió la Ciudad de México, su más importante bastión, para arrancar formalmente con su campaña porque, en la práctica, lleva muchos años en la labor de convencer al electorado.
Una vez conformada su coalición electoral donde, en último momento, incluyó al Partido Encuentro Social, con quien comparte varios de sus valores conservadores en términos de derechos de las minorías, presentó a las personas que, de ganar, serían parte de su gabinete presidencial. No son gente que particularmente llevarían a cabo un cambio radical en el país como promete López Obrador. De hecho, creo que el propósito fue enviar el mensaje contrario: tranquilizar anunciando profesionales en su mayoría moderados, en particular a Carlos Urzúa, quien sería el secretario de Hacienda. Lo del PES y lo de su gabinete son jugadas diseñadas para atraer a votantes más centristas partiendo de la premisa que la izquierda de todas formas votará por él.
El problema es que su narrativa populista, la del “pueblo bueno” en contra de una “élite mala” se ve mermada al aliarse con un partido muy conservador como el PES y con personajes que serían parte de su gabinete y que han sido parte de la clase política nacional como Olga Sánchez Cordero y Esteban Moctezuma. El arranque de AMLO fue, en suma, diseñado para atraer votantes más moderados lo cual puede generar disonancia cognitiva con su mensaje de un cambio radical.
En cuanto a Ricardo Anaya, quien aparece en segundo lugar en las encuestas, arrancó su campaña en pueblecitos de su natal Querétaro. En eventos con poca gente, según la prensa, el candidato prometió una campaña austera. Me parece que se diluyó después de haberse destapado en un acto muy diferente, en el WTC de la CDMX, donde, en lugar de dar el típico discurso de un político, ofreció una especie de “plática Ted”. A algunos les podrá gustar, a otros no, pero el hecho es que fue algo distinto a lo que estamos acostumbrados y, como sabemos la forma es fondo en política. Pero, en lugar de seguir por un camino de actos diferentes, Anaya decidió perderse en pueblecitos queretanos donde habló, por increíble que parezca, de la necesidad de mantener la producción de muñecas artesanales.
Finalmente, está Meade. Viajó en vuelo comercial a Chiapas, en clase turista, destacando que se trata de un candidato diferente a los priistas que gustan de volar en aviones privados. Pero, luego, apareció la imagen del candidato disfrazado de indígena en uno de los municipios más intolerantes del país: San Juan Chamula. El tecnócrata tratando de ser lo que no es. Y luego, desde luego, hablando de la importancia de nuestras raíces indígenas. El problema de fondo de la campaña de Meade, me parece, es que no tiene una narrativa clara de qué vender, salvo el tema de su experiencia gubernamental. AMLO cuenta con la narrativa de la “mafia del poder” en contra del “pueblo bueno”. Anaya la de los gobiernos del PRIAN que han fracasado y la del populista radical que no es la solución para el país. ¿Y Meade? ¿Cuál es su narrativa? ¿Disfrazarse de tzotzil?
Twitter: @leozuckermann