Estados Unidos y México tienen un problema transfronterizo que no entiende de muros.
Las aguas residuales que, de tanto en tanto, llegan a las costas del sur de California procedentes de Tijuana causan quebraderos de cabeza a ambos lados de la frontera.
La situación se agravó en febrero de este año con un vertido masivo de millones de litros de aguas negras en Tijuana que llegaron hasta las playas de San Diego.
Desde entonces, los escapes se producen con regularidad y las autoridades de Imperial Beach, la playa californiana más cercana a la frontera, les reprochan a sus homólogos mexicanos que no solucionan el problema.
Surfistas enfermos
El 12 de diciembre, una filtración en una estación de bombeo controlada por la Comisión Internacional de Límites y Aguas mexicana (CILA) hizo que se vertieran 880.000 litros de aguas de deshecho en el condado de San Diego.
Apenas unas semanas antes, en Imperial Beach saltó la alerta al detectarse otro vertido.
Según denunció el alcalde de la localidad, Serge Dedina, que además es director ejecutivo de la organización medioambiental Wildcoast-Costa Salvaje, surfistas, bañistas y otros visitantes cayeron enfermos.
«Hacemos todo lo que podemos para construir nuestra relación con México pero si van a estar vertiendo estas aguas constantemente en nuestro mar y enfermándonos, será difícil mantener ese enfoque tan positivo y proactivo», declaró el alcalde, visiblemente molesto porque no hubo notificación de las autoridades mexicanas.
El vertido de aguas residuales es uno de los desastres ambientales más grandes de nuestra región».
«Los efectos sobre la salud son severos y consisten en infecciones gastrointestinales, infecciones de oído o molestias en la piel, la vista y la garganta», le explica a BBC Mundo Paloma Aguirre, directora de costas y mares en Costa Salvaje.
Desde Tijuana, la CILA dijo que no hubo vertido y su contraparte estadounidense, la Comisión Internacional de Límite y Agua (IBWC, por su sigla en ingles), aceptó esa explicación.
El gran vertido
Las filtraciones recientes se quedan pequeñas si se comparan con lo que sucedió en febrero de este año.
Las fuertes precipitaciones hicieron colapsar una de las tuberías principales de una planta de tratamiento de deshechos y se vertieron millones de litros de aguas negras al valle del río Tijuana.
El río sirvió de conducto y transportó los residuos sin tratar hacia las playas de Tijuana y de ahí hasta las costas de California.
Los niveles bacteriológicos llevaron al cierre de la playa en Imperial Beach durante varios días.
Las cifras que dan una idea de la magnitud del accidente oscilan según las fuentes.
Las autoridades estadounidenses dicen que se vertieron entre 575 y 920 millones de litros y que la filtración duró 17 días.
Por su parte, un funcionario de Tijuana dijo que el escape fue más pequeño y corto en el tiempo: 120 millones de litros vertidos en el espacio de cuatro días.
En cualquier caso, fue un incidente mayor y el gobernador de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid así lo reconoció: «Tenemos un tema internacional con este vertido de deshechos al océano, que es verdaderamente triste e incluso vergonzoso».
¿Cuáles son las causas?
La temporada de lluvias siempre pone presión en la red subterránea de tuberías de aguas residuales de Tijuana, muchas de las cuales se debilitaron con los años y necesitan ser reemplazadas.
«Tijuana es parte de un país en desarrollo y tiene escasos recursos para suministrar infraestructura básica», señaló Paul Ganster, profesor de la Universidad Estatal de San Diego.
«No es sorprendente que se enfrente a estos problemas tras las lluvias», añadió.
Las precipitaciones de diciembre de 2016 y enero de este año fueron el detonante de lo que sucedió, pero no la única causa.
La población de Tijuana ha superado la capacidad de la ciudad para proporcionar una infraestructura de alcantarillado adecuada y actualizada.
La planta de saneamiento en la frontera de Estados Unidos y México se terminó de construir en 1997 y trata unos 100 millones de litros de aguas residuales de Tijuana al día. Ya no es suficiente.
Desde la organización Costa Salvaje, Aguirre señala que tanto el gobierno mexicano como el estadounidense tienen que aportar los fondos necesarios para renovar la infraestructura y detener así «uno de los desastres ambientales más grandes, no sólo de EE.UU., sino de nuestra región».
Bacterias fecales
El grupo ecologista tijuanense Proyecto Fronterizo de Educación Ambiental coincide en denunciar el mal estado de las plantas de tratamiento de aguas residuales.
La organización hizo un estudio independiente del agua en noviembre y sus líderes señalaron que encontraron niveles «extremadamente altos» de bacterias fecales en playas de Tijuana.
«El deterioro de la planta de tratamiento de aguas residuales de San Antonio de Los Buenos en Punta Bandera es probablemente la fuente de la contaminación», le explica a BBC Mundo un portavoz del grupo.
La renovación de la planta de Punta Bandera es prioritaria para la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT), que dirige Miguel Lemus.
Otra prioridad es construir una tubería que recoja las aguas residuales de las comunidades costeras de Tijuana y playa de Rosarito.
Según le dijo Lemus a medios locales, la agencia que representa necesita más de US$40 millones el año que viene para llevar a cabo las actualizaciones necesarias del sistema.
México y Estados Unidos deberían estar en la misma línea para hacer frente a un problema común.
Si quieren tener aguas limpias en sus costas, ambos países deben ser socios en lugar de adversarios.