Finalmente, como muchos lo habíamos vaticinado, sí hubo Frente y candidato único del mismo a la presidencia de la República. No hubo método dizque democrático y transparente, pero se pudieron ajustar los tiempos para no perder ventaja ante los otros dos candidatos presidenciales ya declarados. Además, los tres partidos que lo integran lograron ponerse de acuerdo en presentar una candidatura única en la Ciudad de México, en cinco de las otras gubernaturas, en casi la totalidad de los 300 distritos electorales de donde saldrán los diputados uninominales y en las candidaturas para el Senado, tanto las de mayoría como las de lista. Los desacuerdos en esta materia son mínimos y algunos son más formales que sustantivos. Por ejemplo, Enrique Alfaro no será candidato del Frente a la gubernatura de Jalisco, pero hará campaña a favor de quien lo sea.
Además, como claramente se desprende del discurso de Ricardo Anaya, el domingo en la Ciudad de México, hay un programa común mínimo que si bien no abarca la totalidad de los temas por ahora, y deja a un lado, probablemente con razón, algunos de los capítulos más espinosos –aborto, matrimonios gay, legalización de la mariguana, reforma energética, IVA– sí incluye una estrategia discursiva clara, una jerarquía de los argumentos y de las propuestas, y un método de exposición de que todos forman un paquete común a los tres partidos y a los sectores no partidistas –activistas, intelectuales, empresarios, profesionistas– que se sumarán o no al Frente. Llama especialmente la atención la insistencia de Anaya en el ingreso ciudadano universal o ingreso básico universal, como propuesta fundamental del Frente, sobre la cual hay acuerdo, y que tal como lo explicó, es objeto de discusión, experimentación e innovación en múltiples países en el mundo y, como ya se explicó en esta columna hace unas semanas, si se hace por la vía del Impuesto Negativo sobre el Ingreso, puede costar menos de un punto del PIB para erradicar la pobreza extrema en pocos años.
La clave del éxito del Frente va a residir ahora en su capacidad de alcanzar dos objetivos tanto de estrategia electoral como de autodefinición. En materia de estrategia electoral, es lógico que en el seno del mismo haya algo de debate sobre el blanco de los golpes más importantes en el primer periodo de campaña y en el segundo. Hay quienes piensan, con cierto fundamento, que no es deseable concentrar todo el fuego contra el PRI y la corrupción, ya que eso puede favorecer a López Obrador y, sobre todo, dificultar el voto útil de los priistas más adelante cuando el PRI, como es previsible, permanezca en el tercer lugar en las encuestas y empiece a funcionar el voto útil a favor de Anaya. Otros piensan que es absolutamente fundamental que primero Anaya y la coalición logren despedazar al PRI e impedir que crezca incluso un par de puntos, concentrando de nuevo todo el fuego sobre el tema de la corrupción, del mal desempeño económico y de la violencia. En ambos casos, Anaya y el Frente tienen buenos argumentos que incluyen un nítido deslinde con los gobiernos de Fox y sobre todo de Calderón en materia de guerra contra el crimen organizado o el narco. Esta es una primera disyuntiva decisiva.
La segunda es la autodefinición. Creo que hizo bien el Frente en despojarse del calificativo ciudadano de su nombre como coalición electoral y de gobierno, aunque no en la propaganda, ya que justamente de eso se trata, de lograr que exista un frente ciudadano sobre todo cuando los principales candidatos provienen de los tres partidos. No es una tarea sencilla. Va a ser difícil que mucha gente que no proviene de los partidos se sume a la campaña del Frente y de Anaya, y de quien obtenga la candidatura en la capital de la República, o que sean incluidos en el Poder Legislativo del año entrante, y menos aún en el gobierno si gana Anaya. Quienes hemos recorrido esa ruta en el pasado sabemos que al final son muchos menos los que se adhieren que los que apoyan con distancia, con o sin razón. Ojalá se incorporen muchos y de manera pública y abierta, y sobre todo, en los cuartos de guerra, círculos de decisión o comandos de campaña (según la jerga chilena que tanto le gusta a Anaya).
Por lo pronto, se consuma un proyecto que algunos tratamos de impulsar y construir desde el año 2000, antes de la elección de Fox y sobre todo después. En ese momento, varios intentamos convencer tanto a Fox como a los principales dirigentes del PRD y del PAN para que ingresaran al gabinete de Fox distinguidos políticos o administradores del PRD. No fue posible esta alianza entonces, ahora lo es con el agregado fundamental de Movimiento Ciudadano y de Dante Delgado, y de todas las demás personalidades que espero muy pronto se sumen.