Habrá desde luego enormes diferencias entre los diversos candidatos a la Presidencia, tanto los partidistas como los independientes. Y en particular habrá quizás diferencias más estridentes entre los dos primeros aspirantes a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade. Pero desde ahora podemos entrever un gran parecido entre ellos: su actitud ante la corrupción.
La idea es de Armando Ríos Piter, y es muy buena, por eso me la fusilo, como siempre, tratando de reconocer la paternidad de las tesis perspicaces que descubro y reproduzco. ¿Qué dice López Obrador en su libro y ahora en su Plan de Nación, así como en todos sus discursos a propósito de la corrupción? Que siendo él honesto no viene mucho al caso qué instituciones ni qué orígenes tiene su candidatura; de quién se ha rodeado a lo largo de su larga vida política; qué investigaciones o comisiones de la verdad va a crear para indagar sobre el pasado, reducir la impunidad, y de esa manera evitar la corrupción en el futuro. Básicamente la respuesta de López Obrador es que, como él es honesto, en su gobierno no se va a robar y no habrá corrupción. Podrá haber colaboradores suyos que fueron corruptos; podrán no ser castigados los funcionarios de sexenios anteriores que hayan sido corruptos; incluso podrá haber una especie de amnistía tácita o explícita para todos ellos. Pero el problema de la impunidad, es decir, de la corrupción pasada no castigada y que se perpetúa hacia el futuro, se va a evitar con el mero hecho de que Andrés Manuel López Obrador es un hombre honesto, austero, íntegro y que así lo ha demostrado a lo largo de toda su vida política.
¿Qué dice Meade? O en todo caso ¿qué dicen sus simpatizantes o sus partidarios? Exactamente lo mismo: Meade es un hombre honesto; que no tiene manchas de corrupción, de negocios suyos, de complicidades activas en su pasado, en su vida de funcionario. Podrá haber participado en gobiernos corruptos; haber sido testigo de actos de corrupción de terceros; podrá incluso haber solapado la corrupción de otros en distintos momentos de su carrera burocrática. Pero siendo un hombre honesto, íntegro, la corrupción bajo su presidencia desaparecerá, o se reducirá de manera dramática casi casi por acción de una varita mágica. ¿Cuál va a ser la varita mágica? Pues justamente será la presencia en la Presidencia de un hombre honesto, no importa de quién se haya rodeado antes o durante su campaña; ni de quién se rodee en su gabinete. Como él no ha robado, se dejará de robar.
Como vemos, el enfoque es exactamente el mismo, y es totalmente iluso, en el mejor de los casos, o hipócrita y mentiroso en el peor. Cualquiera sabe que no hay manera de reducir la corrupción en este país sin castigar a los corruptos. Y todos sabemos desde hace tiempo que la única manera de castigar a los corruptos es buscándolos, no esperar que aparezcan por sí mismos. Mientras esto no se haga a través de comisiones de la verdad, como he sugerido yo, o a través de algún tipo de mecanismo internacional tipo CICIG, como han sugerido otros (incluyéndome a mí), o mediante un Sistema Nacional Anticorrupción con verdaderos dientes, no dentaduras falsas, no va a disminuir la corrupción en México. Aunque Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade, como Bruto, sean an honorable man.