Potencialmente, José Antonio Meade tiene todo para ser un buen Presidente de México (subrayo lo de “potencial” porque, a lo largo ya de varios años de analizar la política, cada vez más creo que el poder aturde a los inteligentes y enloquece a los tontos). El problema, para Meade, es que para llegar a Los Pinos, primero, tiene que ganar las elecciones del primero de julio del año que viene. Sabemos que ha sido un funcionario eficaz y honesto. Lo que no sabemos es qué tan buen candidato será, por una razón elemental: nunca ha hecho campaña en toda su vida.
En un régimen presidencial, un político puede ser un buen candidato y un mal Presidente. Lo contrario es imposible porque un mal candidato simple y sencillamente nunca llega a ser Presidente. La pregunta es si Meade conseguirá los votos suficientes para ganarle a López Obrador y a Ricardo Anaya.
Tengo mis dudas. Para empezar, es un político de muy buenas formas. Un negociador nato que no se pelea. De hecho, nunca lo he visto enfrentarse con algún opositor o grupo de interés. Esta cualidad es buenísima para ciertos puestos políticos, pero no necesariamente para una campaña electoral. Evidentemente, a Meade lo van a atacar para bajarlo en las encuestas. López Obrador lo va a caracterizar como un empleado más de la “mafia del poder”, el epítome del PRIAN que ha gobernado este país en las últimas décadas (Meade es el primer candidato presidencial que ha colaborado con gobiernos del PAN y del PRI). Por su parte, Anaya le tundirá por haber sido miembro del gabinete de un gobierno corrupto. No sé qué más cosas le sacarán, pero, sin duda, lo van a golpear. ¿Cómo va a reaccionar Meade frente a los golpes? ¿Los dejará pasar? ¿Los responderá? En lo personal, me cuesta trabajo imaginármelo atacando a López Obrador o Anaya. Es un muy buen tipo que, para su desgracia, tendrá enfrente a dos duros fajadores de la política mexicana.
Pero antes de esto tendrá que ganarse a los priistas. Para ganar es imprescindible que los militantes y simpatizantes del PRI voten por él. Otra vez, no lo veo fácil por una razón: es la primera vez en la historia que el tricolor lanza a un candidato que no es miembro de este partido. Hasta Ernesto Zedillo, que no tenía un ADN muy priista que digamos, sí estaba afiliado.
Los partidos son como un club privado donde hay afinidades e intereses comunes. Los militantes se pasan años haciendo cola para ir subiendo en el escalafón. Peña Nieto ha escogido como candidato presidencial a alguien que no es miembro del club, que viene de fuera. ¿Cómo tomarán esto los priistas?
El que Meade sea el candidato presidencial es ya una derrota para el PRI de Peña Nieto. Está tan desprestigiado este partido, por la mala imagen del gobierno actual, que el Presidente ha tenido que recurrir a un externo para tratar de ganar las elecciones del año que viene. “Con uno de los nuestros, con un interno, no ganamos”, es el mensaje de Peña. Y quizá tenga razón. Pero no sé cómo va a caer esta admisión en el PRI.
Dicen que Meade es un candidato que puede ser fuerte porque atraería votos de algunos panistas y electores que no se identifican con un partido político. Quizá. Pero, primero, tiene que lograr que el voto duro de los priistas jale con él. Es condición sine qua non para ganar.
¿Convencerá el externo a los miembros del club? ¿Cómo tomarán los priistas el mensaje de que no hay uno solo de ellos que pueda ser su candidato presidencial? Conociendo a los priistas desde hace muchos años, les resultará muy duro tragarse el sapo de que tuvieron que traer a un tipo honesto de fuera para compensar la imagen de un partido corrupto. La señal que envió Peña ayer fue que, de todos los priistas, no hay ninguno que les pueda asegurar la victoria al tricolor. Se trata de una derrota monumental para el PRI. O, para ser más precisos, del PRI de Peña Nieto, aunque paradójicamente ganen la elección de 2018.
Twitter: @leozuckermann