Se incrementan las probabilidades de que termine el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). ¿Qué tiene que hacer México en caso de que se concrete el divorcio que está proponiendo el presidente Trump desde su campaña?
La renegociación del TLCAN lleva un par de meses. Conforme ha pasado el tiempo, Estados Unidos está poniendo sobre la mesa propuestas inadmisibles para México. Es evidente, y no deberíamos de sorprendernos, que Trump y su equipo están interesados más en un modelo de protección comercial. Quieren, por ejemplo, que México sólo pueda exportar productos agropecuarios de manera estacional: cuando los productores estadunidenses, por cuestión de clima, no estén produciendo hortalizas. Quieren incrementar el número de insumos estadunidenses en los bienes que exporta México a su país incluyendo, de manera importante, los automóviles. Quieren desmantelar el sistema de resolución trilateral de controversias por uno donde se litiguen en los tribunales estadunidenses. Pero, sobre todo, quieren reducir el déficit comercial que tiene EU con México, un objetivo erróneo que sólo esconde su intención de echar para atrás más de dos décadas de libre comercio.
Todo eso quiere EU y todo eso es, en principio, inaceptable para México. Pero si ellos pusieran algo interesante a cambio, podría discutirse su conveniencia. El problema es que, muy al estilo Trump, Estados Unidos quiere todo a cambio de… nada. Así no se puede negociar. De hecho ni siquiera podríamos considerar esto como una negociación. Lo que quiere Trump es una imposición. Y, de seguir así, en algún momento el proceso reventará y el Presidente de Estados Unidos deberá decidir si invoca el artículo 2205 para sacar a su país del TLCAN.
Si así lo decide, vendrá un largo proceso de litigios judiciales en EU para ver si el Ejecutivo tiene la facultad o no de derogar un acto legislativo como es el Tratado. El asunto, seguramente, terminará en la Suprema Corte de ese país. Mientras tanto, habrá mucha incertidumbre que afectará negativamente la inversión extranjera en México y, por tanto, el crecimiento económico.
En el mundo entero estamos viendo una ola nacionalista. Países que quieren echar para atrás la creciente globalización. El Reino Unido pretende divorciarse de la Unión Europea, Cataluña de España y Trump de México. En una democracia, los electores mandan. O, para ser más precisos, una minoría, la que sí participa en las urnas, es, la que acaba mandando. La pregunta es qué haremos los mexicanos si efectivamente se echa a andar el divorcio comercial con nuestro vecino del norte (y agréguese el migratorio).
Yo creo que, frente a la ola nacionalista, tenemos que continuar por el sendero cosmopolita. Lo pienso porque México tiene más que ganar en términos económicos, políticos y sociales. Si nos cierran las puertas al enorme mercado estadunidense, tendremos que buscar nuevos mercados. Hay que aprovechar la apertura y competitividad que hemos desarrollado estos lustros para exportar a otros países. Es una cuestión de logística. Si China puede hacerlo, nosotros también.
Pero estoy consciente que, frente al posible divorcio que quiere Trump, aquí también surgirá la opción nacionalista frente a la cosmopolita. No va a faltar quien se envuelva en la bandera y pretenda cerrar al país del mundo, sobre todo su economía. Aparecerán las voces que propondrán “defender” a la industria nacional y “fortalecer” el mercado interno. Que el Estado imponga aranceles y cuotas para evitar la llegada de productos de otros países. Que el gobierno otorgue subsidios para proteger a las empresas que generen empleos en el país. El problema es que ese modelo ya lo vivimos y sabemos lo que inevitablemente pasa: la colusión entre funcionarios públicos que benefician a supuestos empresarios que en realidad son sus amigos que viven de las rentas del Estado.
La nueva división política de las democracias, como la llamó la revista The Economist, entre nacionalistas y cosmopolitas también llegará a México. Gracias a Trump, tendremos que debatir qué tan abiertos o qué tan cerrados queremos estar los mexicanos frente al mundo. Si deseamos seguir siendo un país exportador e importador que recibe con los brazos abiertos y le da certidumbre a la inversión extranjera privada o si vamos a un modelo en que el Estado protege a los empresarios y trabajadores nacionales. Yo prefiero un México abierto. Vamos a tener que ir afilando los argumentos para ganarles el debate a los que prefieran cerrarse al mundo siguiendo el ejemplo de otros países que ya les dio miedo la globalización.
Twitter: @leozuckermann