En el pasado reciente y en gran medida gracias al liderazgo del Gobernador Jerry Brown, California ha emergido como un actor respetado, con gran fuerza en el escenario global. Especialmente en la era Trump, California ha sido una luz de esperanza para el resto del mundo, ejerciendo un liderazgo global en temas como cambio climático y derechos humanos -particularmente los de los inmigrantes y la comunidad LGBT- pero sobre todo porque ha demostrado que en la sexta economía mundial, podemos aspirar a alcanzar un crecimiento económico significativo a través de la innovación mientras además cubrimos las necesidades básicas de los más vulnerables entre nosotros, especialmente en lo que respecta a la salud.
Por ello, resulta muy extraño que California sea una excepción en un área crítica que afecta directamente el crecimiento de su economía, la prosperidad de sus trabajadores y a la identidad cultural y herencia de una mayoría de su gente: su incapacidad de mantener una oficina comercial y de inversiones en México. Esto podría fácilmente subsanarse si se implementa la S.B. 357, una ley aprobada unánimemente por la legislatura que sólo espera la firma del gobernador.
¿Sin problemas, correcto? ¿Qué tanta importancia podría tener lo que, con justicia, suena como otra burocracia gubernamental operando en un país extranjero? No se engañen. Es MUY importante.
Para empezar, México no es sólo otro país extranjero. Es por mucho nuestro socio comercial más importante. En 2016, el comercio bilateral entre California y nuestro vecino sobrepasó unos impresionantes $71.6 billones. México es el mayor destino de nuestras exportaciones, comprando $25.2 billones de bienes hechos en California, los cuales dan soporte a más de 550,000 empleos en el estado. Y California no es cualquier estado. Somos uno de sólo cuatro estados americanos que comparten las 2,000 mil millas de frontera con México, sin olvidar los importantes lazos históricos, culturales y lingüísticos que nos unen (después de todo, fuimos parte de México en el pasado). La Mega Región de Cali-Baja es probablemente la más innovadora, dinámica y productiva de toda la frontera con ese país y aloja a algunas de las empresas tecnológicas, biomédicas y de manufactura más importantes del mundo. A pesar de esta realidad, California es el único estado fronterizo que no cuenta con una oficina formal de comercio e inversión. Peor aún, 25 estados -tan lejanos como Nueva York- tienen oficinas en México mientras California no reacciona.
No sólo es lo que le vendemos a México, sino también cómo nos beneficia su cercanía. En una era de competencia global por inversiones que generen desarrollo económico, donde las ciudades y los estados compiten con uñas y dientes para conquistar las escasas pero significativas inversiones (piensen en la batalla por atraer el nuevo campus tecnológico de Amazon o la nueva Giga fábrica de Tesla), una oficina de comercio e inversión puede jugar un papel muy relevante en atraer dólares al estado. California es ya casa de importantes empresas mexicanas que han realizado inversiones críticas en el estado, como Cemex, Bimbo (dueña de marcas líderes como Sara Lee), el gigante de IT Softtek y muchas otras, que colectivamente emplean a miles de californianos para su operación.
Mientras México, ya la 14a economía mundial, continúa con su crecimiento, nuestra sociedad con ese país también debería estarlo haciendo. Y no perdamos de vista que, de acuerdo con Visit California, México es nuestro mayor mercado internacional, siendo responsable de más del 40 por ciento de todos los viajes internacionales al estado. Nuestro vecino del sur es el mayor impulsor de turismo hacia California, generando 530 vuelos semanales al estado, con 7.9 millones de visitantes que dejan una derrama económica de $3.2 billones durante sus visitas.
Sin embargo, nuestra relación con México va mucho más allá de los números. En menos de un año, comenzando con la nominación de Donald Trump y su posterior elección como presidente, la relación de las Estados Unidos con México prácticamente se ha precipitado al abismo. Desde los insultos en la campaña llamando a nuestros vecinos violadores y asesinos hasta el no menos insultante llamado a construir un muro al estilo de Berlín que nos separe, Trump nunca pierde la oportunidad de atacar, degradar e insultar a una nación que, en cualquier aspecto, es uno de nuestros mayores aliados. Ha llamado al TLCAN el peor acuerdo comercial que ha existido y parece estar enfocado en encontrar la manera de retirarse del tratado completamente, a pesar del importante rol que este ha tenido en volver a Norteamérica lo que el Instituto Bush ha señalado como la plataforma económica más competitiva del mundo.
California tiene un gran interés en esta pelea. De la misma forma en que el estado, de cara al retiro de los Estados Unidos de los Acuerdos de París, ha redoblado sus esfuerzos en combatir el cambio climático, California debe asumir el liderazgo en esta relación. La política exterior normalmente no recae en los estados, pero estos no son tiempos normales. Mientras que la administración Trump se embarca en lo que bien pudiera ser el mayor error diplomático en la historia -convirtiendo a un aliado cercano en una nación que se distancie activamente de los Estados Unidos para buscar nuevas alianzas económicas con China, Europa, Japón y Brasil- California debe llenar ese vacío. La S.B. 357, proyectada para costar menos de $300,000 dólares (en un presupuesto de $171 billones), enviaría un poderoso mensaje y jugaría un rol crítico al asegurarse de que, no importando lo que pase en Washington, la relación de California con México prospera. Aún en una era de súper mayorías en Sacramento, los republicanos y los demócratas rara vez logran ponerse de acuerdo. El Gobernador Brown debería firmar la ley.
Michael C. Camuñez es ex-Subsecretario de Comercio Internacional en el Departamento de Comercio de los Estados Unidos. Es un Director del Consejo del Pacífico en Política Internacional, donde preside la Iniciativa México.