Por 14 años consecutivos, la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Diego (UCSD) me ha dado la oportunidad de compartir mi experiencia a los futuros doctores. El curso intensivo que ellos llevan es de una semana completa para aprender todo sobre el VIH/sida, desde el inicio de esta pandemia hasta los últimos avances en cuanto a tratamientos antiretrovirales. Pero, lo que más me gusta de este curso intensivo, es la inclusión de los estragos psicológicos de las personas que viven con VIH. Escuchar a cuatro personas dar sus testimonios desde el momento en el que fueron diagnosticados y como la sociedad se ha dado la tarea de discriminarlos.
Dos hombres y dos mujeres, compartiendo sus experiencias sin conocerse entre ellos. La primera, una mujer con tres hijos que fue infectada por su pareja, un usuario de drogas y ella sin estar enterada del diagnóstico. El segundo, un hombre heterosexual que desde muy joven empezó sus experiencias sexuales con diversas parejas solo por curiosidad y obviamente sin protección. El tercero, un hombre homosexual criado en Cuba. El miedo al rechazo de su propia familia por su predilección sexual lo hizo mudarse a Nueva York cuando apenas cumplía 18 años. Este último testimonio me llamo la atención. Muy consciente de la “nueva” epidemia que mataba a los homosexuales a finales de los 80’s, tenía sexo con protección, siempre. Hasta que se enamoró de un modelo de pasarela de una de las más distinguidas agencias de modelos en esa ciudad, lo convenció, le mostró los resultados de un examen negativo de VIH pero de dos años atrás. Tomo un solo examen de detección de VIH en su chequeo anual para darse cuenta que era seropositivo de una persona que le mintió. Y la cuarta persona, una Madre de un niño infectado con VIH por una transfusión sanguínea, esa madre soy Yo. Las horas que pasaba frente al televisor esperando la noticia de que ya se había encontrado la cura contra el sida. Pero nunca llegó.
Compartir a esos 80 estudiantes de medicina, las historias de cada uno de nosotros que hemos vivido con VIH, los estragos de los medicamentos y sus efectos secundarios, el temor a ser rechazados al compartir el diagnostico con un amigo, un familiar, la escuela o el vecino. El valor con el que uno se tiene que enfrentar a la muerte cuando nuestros seres queridos se cansan de esos tratamientos diarios de por vida, que ha decir verdad, son como las mismas quimioterapias que los enfermos con cáncer tienen que tomar.
Por primera vez, traeré este mismo ejemplo a los servidores de salud de Tijuana, por primera vez, ellos se enfrentaran con cuatro valientes mujeres para escuchar sus testimonios y compartir lo difícil que es enfrentar la discriminación y falta de sensibilización del proveedor de salud por solo ser seropositivas. El dolor al sentirse etiquetadas y rechazadas por su propia familia biológica y el tiempo que toma para aceptar su diagnóstico gracias a los grupos de apoyo y educativos que se ofrecen en la asociación Es Por Los Niños para aprender a vivir con dignidad.
Rosalva Martha Sandoval
Escritora “Noel, enviado de Dios”
Fundadora EXN