Son, simplemente, estadunidenses. Viven desde muy chicos allá. Se han educado en ese país. Hablan inglés mejor que español. Muchos sirven en las Fuerzas Armadas. Solamente tienen un problema: no tienen un papelito que los acredite como ciudadanos estadunidenses. Y no lo tienen porque, de muy niños, sus padres decidieron quedarse a vivir el “sueño americano” sin tener permiso migratorio. Son inmigrantes indocumentados, pero no por decisión propia, sino de sus progenitores. Ahora su patria los amenaza con deportarlos a países desconocidos de donde vinieron sus padres.
El procurador racista Jeff Sessions argumenta que esa nación es un Estado de derecho; como padres e hijos llegaron ahí sin permiso legal, pues hay que echarlos. El argumento quizá aplique a los papás quienes conscientemente se quedaron a vivir en el vecino del norte sin documentos. Pero los hijos no decidieron nada; por tanto, no violaron ley alguna. Entonces, ¿por qué castigarlos?
Porque son la última ola de migrantes y siempre sucede que los últimos en llegar son rechazados por los que arribaron primero. Ya tocó discriminar a alemanes, irlandeses, italianos, judíos y asiáticos (a los africanos no porque los llevaron contra su voluntad como esclavos). Pues ahora les toca a los latinoamericanos, aunque hayan llegado de niños, hoy hablen inglés, más del 70% haya estudiado en la universidad y tengan, casi todos, un trabajo bien remunerado.
Son los dreamers, los nuevos soñadores de una sociedad de inmigrantes muy exitosa como es Estados Unidos. Son jóvenes que casi toda su vida han vivido ahí. 72% cuentan con al menos diez años residiendo en ese país. 31% llegaron con cinco años o menos; 38% entre los seis y diez años de edad. Se calcula que son un millón 700 mil jóvenes que llegaron indocumentados con sus padres, 78% de México. Residen fundamentalmente en California (32%), Texas (18%), Illinois (6%) y Nueva York (seis por ciento).
790 mil han conseguido su registro al Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA, por sus siglas en inglés). El programa lo decretó el entonces presidente Barack Obama en 2012. Después de haber sido investigados por las autoridades, estos jóvenes recibieron un permiso que los protege para no ser deportados y les abre la posibilidad de tener una licencia para manejar, solicitar su entrada a una universidad, gestionar permisos de trabajo y viajar al extranjero con el derecho de volver a entrar. Muchos de los soñadores no quisieron participar en DACA por el temor de proporcionar sus datos biométricos y personales al gobierno estadunidense. Y es que el programa dependía de la voluntad del Presidente en turno. Parece que no se equivocaron aquellos que no se registraron porque resulta que ahora vive en la Casa Blanca un racista xenófobo y nacionalista que el martes canceló el DACA.
Trump anunció un plazo de seis meses para la terminación del programa conminando al Congreso a legislar en la materia. Algunos ilusos piensan que esto es bueno porque los legisladores se sentirán presionados a fin de dar una solución más definitiva a los soñadores. Pero no nos hagamos bolas. Ambas cámaras del Poder Legislativo están controladas por los Republicanos quienes tienen una abierta postura antiinmigrante. No se ve cómo pueda salir una ley compasiva y justa con los soñadores que los lleve camino a la ciudadanía. Y nadie menciona, por cierto, que esta ley luego puede ser vetada por el señor que vive en la Casa Blanca. Ya parece que Trump va a promulgar una ley que lo pueda poner en aprietos con su base de social de blanquitos que quieren un país sólo de blanquitos.
Mal se ven las cosas para los soñadores. El martes, su gobierno les notificó que podrían perder su patria. Sí, poco a poco, los están orillando al exilio. Casi 700 mil de ellos son mexicanos. Sería una pena, una vergüenza para el sueño americano, que los deportaran. Pero la pérdida de muchachos honestos, trabajadores y educados puede ser una gran ganancia para nosotros, los mexicanos.
Entre 1939 y 1942, producto de la Guerra Civil española, México recibió unos 25 mil refugiados de la nación ibérica. Españoles que les quitaron su patria por razones políticas. Ya conocemos la historia. Al país llegaron grandes intelectuales, científicos, empresarios, militares y académicos. Aquí florecieron esos republicanos creando instituciones que fortalecieron a México. En cambio, España, sin ellos, se quedó en la Edad Media durante la dictadura franquista. La pérdida española fue ganancia mexicana. Lo mismo puede suceder con los soñadores estadunidenses. La imbécil y voluntaria perdida del vecino del norte puede acabar siendo una gran ganancia para los del sur.
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