Desconozco si José Narro sea buen candidato y logre ganar una elección presidencial. Tal vez sí, tal vez no.
Tampoco puedo asegurar que sea el mejor de los cuatro precandidatos destapados por Emilio Gamboa la semana pasada. El punto es otro.
Sería extraordinario, por caricaturesco, ver un frente a frente entre José Narro y Andrés Manuel López Obrador en las próximas elecciones de julio del año entrante.
Es de tal tamaño la diferencia entre la estatura moral, académica, de vida dedicada al servicio público, de cultura y de carácter entre ambos personajes, que sería un deleite ver uno o más debates entre ellos.
Y tener frente a frente a dos personalidades tan contrastantes en toda una campaña, la haría simplemente divertida. Inolvidable.
Mientras José Narro fue rector de la UNAM por ocho años, López Obrador tardó 14 años en terminar la carrera en esa universidad.
¿De qué podrían discutir dos personas tan distantes en trayectoria, conocimientos y respetabilidad?
Sería entretenido ver a AMLO en un debate u oírlo en mítines callejeros hablar contra la corrupción de su oponente.
Narro tiene una larguísima hoja de servicios sin una sola mancha. Una vida pública y privada impecables.
Que la opinión pública juzgue quién es el mafioso. El médico que ha trabajado toda la vida, o el que sólo ha vivido de la grilla (salvo cinco años al frente del GDF) y de echar rollos.
¿Quién representa a alguna mafia? El que guio la educación de cientos de miles de jóvenes, participó en la formación de biólogos, ingenieros, músicos, literatos, arquitectos, llevó infraestructura médica a los estados y se encargó de la salud de la población, o el que ha vivido gratis, rodeado de chalanes sin oficio ni beneficio que reciben recursos millonarios del Estado para recorrer el país hablando mal de otros mexicanos.
Los dos pasaron por la máxima casa de estudios: uno como director de la facultad de Medicina, secretario general de la Universidad y rector desde noviembre de 2007 a noviembre de 2015.
El otro entró a la UNAM en 1973 y 14 años después seguía presentando exámenes extraordinarios para aprobar las materias Seminario de Tesis I y II.
AMLO reprobó siete materias de 25 que tomó en su carrera. De 39 exámenes que presentó, 16 fueron extraordinarios.
Su promedio fue de 7.54. Y reprobó Economía, Economía Política, Estadística y Ciencias Políticas en dos ocasiones.
¿Qué le podría decir AMLO a Narro en una campaña que no fuera una calumnia?
Sólo alguna acusación que movería a risa por su falta de autoridad moral para denostar al exrector y actual secretario de Salud, exsubsecretario de Gobernación con Jorge Carpizo, y exsubsecretario de Servicios de Salud.
Por todos esos lugares ha pasado Narro. Él sí, sin manchar su plumaje.
AMLO, en cambio, está tocado por los descuentos obligatorios a los empleados del Gobierno del DF para financiar su movimiento en 2005.
Ha vivido entre las ligas con billetes de su secretario particular, los derroches de su secretario de Finanzas en Las Vegas, Evas Cadenas y Delfinas Gómez que le quitan la pensión alimenticia a los hijos de los empleados de donde trabajan para financiar sus andanzas en la grilla.
Su discurso contra la corrupción se cae ante Narro. También ante otros, pero sería muy divertido oír sus baños de honestidad ante un personaje con la autoridad moral de José Narro.
El exrector es de risa fácil, bromista y educado. El otro es lento, y todas sus bromas llevan doble intención o una carga de rencor.
De darse ese cartel para las elecciones del 1 de julio –López Obrador contra Narro–, estaríamos ante la clásica disputa entre un fósil de la Universidad, y el maestro paciente y preparado que desde una posición de superioridad lo tolera con respetuosa conmiseración.
¿A poco no estaría entretenido?