La anunciada renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)
solicitada por el gobierno de EUA plantea una serie de incógnitas sobre temas que quedaron pendientes desde la firma del acuerdo en 1993. La movilización de personas destaca como uno deestos temas. En su momento el gobierno de EUA sólo aceptó hablar de agilizar la movilidad de mexicanos que ni son indocumentados ni pretenden permanecer en ese país. Este pequeño segmento no incluye a trabajadores agrícolas y de servicios y sus familias, que conforman la mayoría de los flujos hacia los estados Unidos.
La postura del actual gobierno de EUA hacia México no nos permite ser optimistas sobre los
resultados, desde el momento en que consideran que el TLCAN resulta injusto para los
trabajadores estadounidenses y que por tanto debe revisarse. No fue una elección de México. Sin embargo, si es elección de México realizar una reflexión más profunda sobre el sentido de la migración en nuestro país 25 años después de la firma del tratado.
Los flujos de trabajadores mexicanos hacia EUA han disminuido. Esto ha obedecido a un conjunto de factores. Las dificultades para ingresar a EUA; el riesgo y el costo aumentaron
exponencialmente en estos años; y en un número importante de comunidades la población
susceptible de emigrar llegó a su límite. Un factor adicional es que para la mayor parte de los mexicanos en EUA, en particular los indocumentados, las condiciones de vulnerabilidad son peores ahora que hace 25 años. Importante destacar que la disminución de flujos indocumentados no obedece ni a condiciones más favorables para su regularización en EUA, ni a acuerdos bilaterales para que los flujos sean seguros, legales y ordenados.
Pero el tema no termina ahí. México no solo es país de origen. Es también país de tránsito de indocumentados, cuyos números más gruesos provienen de Centroamérica, a los que se suman cubanos, ecuatorianos, haitianos, africanos y otras nacionalidades, que en números representan poco, pero que plantean problemas adicionales, al interior y en la relación con EUA.
Sea por el tema de empleo, reunificación familiar o por las condiciones de inseguridad en sus países de origen, los centroamericanos seguirán buscando una salida personal y familiar en Estados Unidos. Y lo mismo aplica para muchos mexicanos.
Considerar la migración como un problema es el enfoque equivocado. La migración es un
fenómeno económico-social – político cuando hablamos de asilo y refugio – que requiere
considerar las causas y actores involucrados y adminístralo mejor. No podemos desconocer que para México la migración internacional ha sido, es y será parte de su cotidianeidad. La pregunta no es como detener los flujos – con muros físicos, legales o virtuales – sino como integrarlos en la economía, la sociedad y el estado de derecho de los países receptores. Los europeos tienen una arga y en muchos casos exitosa experiencia en el tema. También en Asia encontramos casos interesantes.
En este tema sería un craso error que México aceptara abrirlo como tema de renegociación del TLCAN, pues con el ánimo del actual gobierno estadounidense, sólo sería para endurecer las condiciones, incrementar las regulaciones y transferir a México, en todo lo posible, la dinámica de la inmigración procedente de Centroamérica.
En México existe un gran acervo de conocimiento y de especialistas que durante décadas han trabajado en posibles caminos de solución, desde todas las aristas, para administrar mejor el fenómeno migratorio. Sin duda el momento resulta más que oportuno para convocarlos y conformar un cuerpo robusto de ideas y posiciones que recojan el sentir y experiencia de funcionarios, especialistas y migrantes. De otra forma, seguiremos hablando de regulaciones estrictas que poco tienen que ver con la realidad y la migración seguirá siendo un problema.