El presidente Peña Nieto nos avisó a principios de año que la negociación con el nuevo gobierno de Estados Unidos sería integral. En buen castellano, eso significaba que México exigiría discutir de manera simultánea y vinculada el tema comercial –es decir la renegociación del TLC–, el tema migratorio, y el tema de seguridad o de guerra contra el narco. El planteamiento fue aplaudido por muchos, incluyendo el que escribe, y sin jamás imaginarnos que en algo de esta importancia, Peña actuaría como ha actuado en estos 5 años en materia de anuncios: hacerlos y olvidarse de ellos. Sin embargo, eso es exactamente lo que ha sucedido.
Ya empezaron las negociaciones del TLC; la segunda ronda, dentro de una semana en la Ciudad de México. No cuestiono al gobierno por mantener un cierto sigilo sobre las pláticas, ya que la discreción es una condición imprescindible de una buena negociación. Pero lo que sabemos es totalmente lo contrario de la llamada negociación integral, o enchilada completa, o paquete. En realidad hay una sola mesa de negociación: la comercial con Estados Unidos y con Canadá. En materia de seguridad y en materia migratoria, se mantienen intactos los compromisos asumidos por el gobierno de Calderón y por el de Peña Nieto, y México no ha condicionado en lo más mínimo nuestra cooperación con EU en estos ámbitos a que avancen por buen camino las negociaciones comerciales.
Al contrario. La tesis mexicana ha pasado en los hechos de la negociación integral, a una supuesta amenaza de que si las cosas no salen bien en materia comercial, habrá consecuencias para Estados Unidos en materia migratoria o de seguridad. Pero la amenaza es totalmente ociosa, poco verosímil, y por definición, pueril: no nos creen porque ni nosotros mismos nos creemos. México no tiene ahorita la voluntad de suspender partes o toda la cooperación en materia migratoria y de seguridad, mientras se desarrollen las negociaciones comerciales. Por lo tanto, no hay paquete. Por lo tanto, no hay negociación integral. Hay, por un lado, una negociación comercial que avanza más o menos, y, por el otro, una continuidad completa en los otros ámbitos. EU no tiene absolutamente ningún motivo para ceder en materia comercial, ya que no hemos cambiado en lo más mínimo nuestra postura en los otros temas.
Por si fuera poco, Trump, en cambio, sí vincula los temas. En dos ocasiones, en los últimos días, ha dicho que duda que la renegociación del tratado llegue a buen puerto. Más allá de si se trata de una táctica negociadora o no –y es muy posible que así sea– se vuelve parte de la negociación la tesis según la cual una de las partes no sólo piensa que es poco probable llegar a un acuerdo, sino que prefiere no llegar a un acuerdo. En esas condiciones, es extraordinariamente difícil negociar; la pregunta es si México tiene cómo cambiar esta situación, vista la correlación de fuerzas. No tenemos fichas en materia comercial, salvo los lugares comunes de lo importante que es para Arizona, Texas y para los granjeros norteamericanos exportar granos a México. Fuera de eso no tenemos nada qué decir en esta materia. Donde sí tenemos canicas, lo hemos dicho muchas veces, es en materia de la guerra contra el narco y en materia de migración centroamericana y mexicana a EU. Pero el gobierno no quiere utilizar esa arma. Por tanto, se encuentra paralizado ante lo que Trump dice y hace.
En estas condiciones es muy previsible lo que va a suceder. Habrá negociaciones hasta fin de año, o más adelante; México y Canadá se verán obligados a ceder más que EU; no vamos a poner en la balanza los temas migratorios o de seguridad, y Trump va a seguir presionando en público, como lo acaba de hacer esta semana, la última vez siendo a propósito del muro, del país “más violento del mundo” y de la probabilidad de que con México y Canadá no sea posible llegar a un acuerdo. No termino de entender qué espera el gobierno para utilizar las únicas magras cartas que tiene: la frontera sur, la frontera norte, y la absurda y sangrienta guerra contra el narco.