Bajo el implacable (e inusual) sol de verano, un hombre se encuentra sentado en una banqueta cercana al Metro Centro Médico. Viste con ropa oscura y una pequeña gorra que apenas lo protege de los rayos del sol.
Mientras la gente voltea curiosa, él pinta sobre la banqueta con sus dedos y diversos gises. Poco a poco le da forma a los rostros de los integrantes de la banda británica The Beatles, mientras que a su lado suenan las monedas que caen en una caja que porta un letrero que dice: “Apoya el arte de la calle una moneda, un celular o lo que guste cooperar”.
Su nombre es Edgar, sin embargo, la mayoría de la gente lo conoce como Naitoreido. Desde hace más de seis años se dedica a pintar en las banquetas de todo el país, incluyendo la capital, donde lleva alrededor de seis meses. Él es originario de Tijuana, pero la historia de sus increíbles dibujos comenzó en la Ciudad de México.
“Yo pinto desde niño. Pero la primera vez que pinté en la calle fue en la Ciudad de México. Un día no traía dinero y andaba por Coyoacán, ahí conocí a un tipo de Guanajuato que pintaba. Él hacía paisajes y esas cosas, lo vi y le dije que si lo ayudaba; me dijo que sí y de ahí empecé”, explica Edgar, mientras observa atento las usuales heridas que aparecen en sus dedos después de varias horas pintando.
A partir de ese encuentro, comenzó a pintar y pintar por todo México. “He estado en muchísimos estados y ciudades importantes de México. Hay sitios en los que no me dejan pintar, dicen que daño el piso, pero no se daña. Se borra y yo limpio y barro. Normalmente siempre me estoy moviendo; en la Ciudad de México he estado en Coyoacán, Centro Médico, Metro Normal y así, cerca de parques, plazas o donde haya banquetas grandes”, añade entusiasmado.
Spiderman, Don Ramón, la Mujer Maravilla, Batman, Superman, Los Caballeros del Zodiaco, Frida Kahlo y Selena son sólo algunas de las personalidades que llega a pintar en el asfalto. “Traigo un álbum de cosas populares como películas, cantantes, pintores, cuadros, actores. O en el Facebook me dicen que debería pintar a tal persona, o vuelvo a pintar lo que le gusta mucho a la gente”.
En cuanto al tiempo que se tarda en cada obra, explica que es variado: “Me tardo entre dos y cuatro horas, pero hay unos que me toman hasta seis. Mucha gente piensa que las caricaturas son más sencillas, pero no es así, una caricatura lleva más detalles que un retrato”.
Mientras las personas admiran su trabajo, depositan monedas y hasta le toman foto a las pinturas, Edgar sonríe satisfecho. “Me gusta que la gente lo valore. Al final lo hago por necesidad, lo más importante es conseguir dinero para subsistir y seguir viajando”.
Por ahora, Naitoreido deja de lado los gises y se dirige con su novia a descansar. Deja atrás las pinturas recién hechas y se concentra en su siguiente destino: Sudamérica, lugar a donde espera estar muy pronto. En su camino seguirá pintando, conociendo y dejando un poco de su arte en cada ciudad que pisa.