Conocer La DOCa Rioja en España, es como adentrarse en un cuento de hadas vivo, donde sus cientos de bodegas se preparan bebidas mágicas y cautivantes. Además de tener paisajes hermosos, tradiciones, monumentos y un profundo amor al vino y su cultura, La Rioja es reconocida a nivel mundial por ser una de las Denominaciones Origen del mundo que produce vinos exquisitos y de altísima calidad.
Por eso no me sorprendo de que en cada país que visito me topo con una botella de Faustino I, el Rioja Gran Reserva más vendido en todo el mundo. Ya sea que acompañe exóticos platillos asiáticos o los platillos londinenses más clásicos, es un vino que se encuentra en los principales restaurantes y bares del mundo. En su nueva imagen se renovaron y actualizaron las etiquetas, tomando como referencia el retrato icónico de Faustino que distingue a la marca.
Este espléndido riojano nace de la pasión de convertir un sueño en una tradición en la elaboración de vinos. La finca se localiza en Oyón y Laguardia, en pleno corazón de la Rioja Alavesa, en la una hermosa comarca llena de viñedos coloridos donde la esencia riojana se ve, se huele, y se toca, custodiada al sur por el río Ebro y al norte por la imponente sierra de Cantabria.
Tiene un rendimiento de 5,500 kg/ Ha de sus uvas tempranillo, graciano y mazuelo cultivadas a 550 metros de altitud. En cada una de sus botellas hay un pedacito de historia atrapada, la esencia de un viñedo, el trabajo de unas manos dedicadas, miradas perdidas en el paisaje mientras se prueba una nueva añada.
Al servir Faustino Gran Reserva en la copa se inicia la búsqueda de los secretos en su color y aroma, llevando los sentidos a un punto intenso y perceptivo. Lo que se descubre es que se trata de un vino con elegante paso en boca, con un excelente equilibrio entre acidez y tanino que dejan un final sedoso. Es fácil de maridar con cualquier tipo de carne, arroz, con setas a la plancha, con algunos pescados de mucho sabor o grasos como atún o bacalao, y con quesos emmental o gruyere.
Limpio y brillante, su color rubí con evolución granate nos recuerda su vinculación con la sangre y la juventud, pues es el color que simboliza la embriaguez sagrada que permite al hombre participar de la vida de los dioses. Su fermentación controlada a 28 ºc. 26 meses en barrica de roble francés y americano, lo dotan de aromas muy complejos y elegantes, con amplia expresión a fruta muy madura, además de recuerdos de notas especiadas y sutiles toques de tabaco rubio y cedro.
Es un vino que después de probarlo y sentirlo, invariablemente nos remite a las atinadas palabras de Federico García Lorca: Me gustaría ser todo de vino y beberme yo mismo.