Carlos Santana quería llegar a ser como su progenitor. «Lo que me impulsó hacia la música fue ver cómo todos, niños, mayores y especialmente mujeres miraban a mi padre», confesó hace unos años a la radio estadounidense NPR. «Cada vez que tocaba, ellas exclamaban ‘¡Oh, don José!», y él quería lo mismo. «En aquel entonces no sabía cómo llamarlo, pero ahora lo llamamos ser adorado». Santana se crió en Tijuana, «en la parte más pobre». Pero él quería «modales y elegancia», comportarse «como si tuviera más dinero que cualquier otro en el mundo» y sobre todo, ser adorado como su padre, que tocaba el violín en un mariachi.
El 20 de julio cumplió 70 años y sabe que ha conseguido todo eso y más: está considerado uno de los guitarristas más virtuosos de todos los tiempos, con un talento que le ha valido decenas de premios y más de 40 discos con millones de copias vendidas. Este «dios de la guitarra», casi siempre con sombrero en la cabeza, bigote y melena rizada, no para: para finales de mes tiene previsto el lanzamiento de su nuevo álbum de estudio, «The Power of Peace», mientras continúa su gira por Estados Unidos y Canadá. Le basta con tocar un par de acordes para que millones de personas reconozcan su particular sonido. «A veces hay que alargar un sonido para poder hundirse y profundizar en él», contó en una ocasión. «Es como cuando amas a alguien y, al verlo tras un largo tiempo, le das un profundo abrazo».
Curiosamente, esta leyenda de la guitarra nacida en Autlán de Navarro (Jalisco) comenzó tocando el violín, enseñado por su padre. Mientras tanto, de su madre aprendió la «voluntad de lograr la excelencia». «Mi madre me decía: «Sí, somos pobres, pero no somos sucios ni asquerosos, limpia la casa»». Según el músico, también rezó por él más que nadie para que no se perdiera.
«Merece saber que sus oraciones fueron escuchadas. Soy buena persona». Muy pronto el joven Carlos cambió el violín por la guitarra y, cuando la familia se mudó a San Francisco (Estados Unidos), pudo ver en vivo a sus ídolos musicales, como B.B. King. En los años 60 fundó la Santana Blues Band y a finales de la década, cuando tenía 22 años, actuaron en el festival de Woodstock. Tras tocar Soul Sacrifice bañado en sudor, enfundado en un ajustado chaleco y con sus rizos al viento, él y su banda saltaron a la fama de la noche a la mañana.
A partir de entonces, lanzó prácticamente un disco por año. Ya sea con banda, artistas invitados o en solitario, Santana siempre integra en su música nuevas influencias del jazz, elementos africanos o indios o sonidos clásicos, sin perder por ello la esencia de su rock latino. Hits de la década de los 70 como «Oye cómo va», «Samba pa’ ti», «Black Magic Woman» o «Guajira» se han convertido en verdaderos clásicos que comparten su inconfundible rasgueo de guitarra. Tras varios discos que no fueron tan bien, Santana volvió a lo más alto en 1999 con «Supernatural», galardonado con nueve Grammy y que vendió más de 25 millones de ejemplares. Y aunque este genio de la guitarra con estrella en el Paseo de la Fama lleva más de 40 años sobre los escenarios, no da muestras de cansancio: siempre está embarcado en giras o nuevos proyectos.