Los nacidos durante 2017 tendrán una expectativa de vida de 100 años, pero los sistemas económicos de los países no están preparados para soportar una población que cumple tantos años, según el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés).
El documento “Viviremos 100 años, ¿cómo vamos a mantenernos?” dice que si bien alcanzar esta edad es un logro societal, porque significa que en materia de salud y productividad ha habido avances considerables, también complica los sistemas de pensiones y de cuidado para la edad avanzada.
“Una implicación obvia de vivir más años es que vamos a tener que pasar más tiempo trabajando. La expectativa de que el retiro comenzará alrededor de los 60 años será, probablemente, una cuestión del pasado o una posibilidad sólo para los muy ricos”, dice el informe.
Una proyección de cómo cambiará la pirámide poblacional es Japón, donde para un recién nacido en 2017 la expectativa de vida es de 107 años.
Con una edad de jubilación pensada a los 60 años cumplidos, como es su normatividad actual, significa que ese individuo pasará más años viviendo de su retiro que lo que estuvo empleado.
“Si no hay cambios en la edad de retiro, o una modificación en las tasas de nacimiento, la tasa de dependencia global (la proporción entre aquellos que están en la fuerza laboral contra los que están en retiro) pasará en 2050 de 4 a 1 respecto al 8 a 1, que es como está actualmente.
“La economía global simplemente no puede soportar esta carga. Inevitablemente, las edades de retiro tendrán que aumentar pero cuánto y qué tan rápido es una cuestión urgente a considerar para quienes elaboran políticas públicas”, dice el documento.
El WEF indica que hay que prestar atención en cómo se diseña el sistema de retiro a futuro.
Un modelo eficiente tiene que conjugar el permitir que los trabajadores puedan acceder a él, es decir que el monto de las contribuciones que se hagan pueda convivir con el resto de las necesidades monetarias, al mismo tiempo que asegura que en la edad avanzada el retirado cuente con suficientes recursos.
“Los sistemas de pensiones saludables contribuyen positivamente a la creación de una economía estable y próspera. Asegurar que el público tiene confianza en el sistema, y que las promesas se cumplirán, permite a los individuos que continúen el consumo y el gasto tanto cuando son económicamente activos como cuando se han retirado.
“Si esta confianza se pierde, hay el riesgo que sus patrones de consumo se moderarán y esto tendría un impacto negativo en la economía en general, particularmente en países donde el tamaño de la población que se va a retirar continua creciendo”, precisa el documento.