«Estoy emocionada de ver a mi familia. Aunque no pueda tocar a mi mamá estar aquí es grandioso porque puedo tocarles el alma». Estas son las emotivas palabras de Blanca Sánchez, una mexicana de 37 años que cruzó los caminos verdes hace dieciocho años buscando mejores oportunidades de vida. Oriunda del estado de Durango, Blanca vive en San Diego con su esposo y sus seis hijos trabajando y luchando por el sueño americano, tener sus papeles en regla y no temer ser deportada. «Espero que al señor Trump se le conmueva el corazón, que no olvide que su familia es inmigrante y esta nación está hecha de extranjeros. Debemos derribar los muros», sostiene convencida de que ese debe ser el futuro.
Durante casi dos décadas, sólo pudieron tener contacto por teléfono, cartas y últimamente por skype. Después de tan larga espera, Blanca, su madre, Ofelia, y sus hermanos por fin se tocaron con la yema de los dedos, a través de la cerca que separa México de Estados Unidos. «Fueron casi dos días de viaje desde Durango y los años de espera para hacer realidad el sueño de verla cerca. Estoy emocionada, pero a la vez triste de que las madres mexicanas tengamos que vivir esta realidad de estar separadas por un muro».
Esta familia es un ejemplo de lo que significa la separación. Sienten que ha aumentado el racismo, muy injusto, contra los inmigrantes, pero a pesar del discurso del ahora presidente de Estados Unidos no creen que sea posible levantar más muros de los que ya existen.
El Parque de la Amistad se encuentra en la costa, en Playas de Tijuana, frente al Océano Pacífico y al oeste, los Estados Unidos. Cada fin de semana decenas de familias se reúnen a ambos lados de la frontera para comer, festejar cumpleaños o simplemente conversar a través de la valla. Otras incluso llegan desde Centroamérica. Acá no importan las horas o los días que hayan tenido que pasar para llegar hasta este punto del mundo. La razón que los mueve es poder ver por primera vez en mucho tiempo –o despedirse después de muchas décadas– de esos seres queridos que un día salieron de sus casas sin destino.
Entre 2005 y 2012 el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos estimó entre 10.5 y 11.8 millones la población indocumentada en el país. La era Trump los coloca a todos en situación irregular y pasan a estar en riesgo de ser deportados.
«Cualquiera de esas personas puede ser perseguida y deportada por una infracción menor como un incidente de tráfico o incluso por ser sospechosa de cometer alguna ilegalidad», señala el periodista Israel Ibarra.
Un parque con historia
El Parque de la Amistad se fundó como un parque de California en tiempos de Nixon. La división fronteriza casi ni existía. «Era como ver una cerca agrícola con alambre de espino. Acá las familias se encontraban en la playa, pasaban el día», comenta Ramón, un lugareño que ha vivido toda su vida en las playas de Tijuana.
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 el presidente Bush tomó medidas severas en el control fronterizo. Se construyeron dos vallas de acero separadas entre sí, como una fortaleza que ya no permitía el contacto y la cercanía directa de la gente.
Hace apenas cuatro años las organizaciones dedicadas a la protección de emigrantes lograron presionar a la patrulla fronteriza para que permitiera reabrir el parque los sábados y domingos para que las familias pudiesen llegar hasta la valla mas cercana y reencontrarse con sus seres queridos.
El lugar está lleno de pintadas que son un testimonio de la solidaridad para con todos los deportados y emigrantes, y promueve los intercambios culturales y deportivos. Cada mes de abril San Diego y Tijuana juegan voleibol de forma espontánea, usando la valla que divide ambos países dentro de la playa que comparten en el Océano Pacífico. Lo llaman «Wallyball». Además de los reencuentros, se celebran ceremonias religiosas, se imparten clases de inglés y hasta asesoran sobre temas legales.
El tour de la vergüenza
Es curioso, pero no existe información oficial sobre este sitio que fomente las actividades que allí se realizan. En ambos lados la gente se entera por algún conocido. Lo que sí se aprecia es que muchos nativos norteamericanos visitan el parque del lado de San Diego donde los agentes fronterizos les van haciendo una especie de tour por el muro.
La organización Ángeles de La Frontera ha logrado desde hace tres años que abran una puerta del muro para que un grupo de madres y sus hijos puedan abrazarse y conmemorar el Día del Niño. Este año también permanecerá abierta durante unos minutos. La han bautizado como la puerta de la esperanza y choca brutalmente con otra bien distinta y situada a unos pocos kilómetros de distancia, en el puerto de deportación El Chaparral, en Tijuana. Por este lugar se deporta anualmente a miles de inmigrantes. A diferencia de la primera, ésta se abre todos los días.
Los activistas temen que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que en los últimos días ha ratificado la construcción de un muro en la línea divisoria de 3.200 kilómetros, cancele este encuentro.
«¡El muro es una herramienta muy importante para impedir que las drogas invadan nuestro país y envenenen a nuestra juventud (y a muchos otros)!», defendió Trump en un mensaje en su cuenta personal de Twitter.
La Casa Blanca ha pedido al Congreso que apruebe una partida de 1.400 millones de dólares para la construcción del muro dentro del presupuesto que financia el Gobierno. Pero los líderes demócratas del Congreso se oponen a la inclusión de una partida de fondos para el muro en esos presupuestos y han avisado de que, si Trump no retira su exigencia, dejarán que cierre la Administración.