Recientemente surgió una enorme controversia acerca de un minúsculo habitante del agua.

El debate en cuestión trata de las afirmaciones contrapuestas que algunos científicos han manifestado respecto del pez más pequeño, que es, al mismo tiempo, el vertebrado más chico. Un equipo multidisciplinario informó haber descubierto un pez adulto de apenas 7.9 milímetros de largo. La especie, Paedocypris progenetica, se encuentra en Indonesia, en pantanos de turba con niveles sumamente elevados de acidez. Se trata de un pequeño vertebrado, una especie de carpa, que habita en un pantano corrosivo.

Al parecer, el pez descubierto es un gobio enano que mide 8 milímetros de longitud, lo que, en comparación, llevaría a considerar al resto como gobios ballena. Lo que en definitiva no podría emplearse para pescar alguno de estos pequeños peces es una Driloleirus americanus, mejor conocida como lombriz gigante del Palouse, una región del estado de Idaho. Se trata de un invertebrado blanco, como lo habría observado el capitán Ahab, que puede alcanzar una longitud de un metro, lo que es una minucia en comparación con algunas lombrices australianas, que pueden alcanzar los tres metros de longitud.

De regreso a nuestro pequeño relato, no acababa de secarse la tinta de varios artículos periodísticos que presumían al pequeño poseedor del récord, cuando apareció un señalamiento de la Universidad de Washington acerca de que el doctor Theodore W. Pietsch había alcanzado nuevas profundidades —o alturas, no sé— en cuanto a falta de longitud. El científico publicó en la revista de la Sociedad Ictiológica de Japón —Ichtyological Research— que los machos adultos y plenamente desarrollados de la especie Photocorynus spiniceps, una especie de pejesapo que vive en las Filipinas, llegan a ser tan pequeños que apenas alcanzan los 6.2 milímetros. Estos muchachos son más que —o menos que, no estoy muy seguro— los machos normales. Las hembras de la especie pueden llegar a medir 46 milímetros. Los machos son tan pequeños porque se casan para toda la vida, en una conducta que se conoce como parasitismo sexual. En su artículo del periódico, Pietsch explica el parasitismo sexual con esta cita del naturalista William Beebe, de 1938: «Ser impulsado por un olor apremiante a arrojarse de cabeza hacia una compañera sexual tan gigantesca, en una oscuridad tan inmensa y horrible; estar dispuesto a perforar su lado suave, sentir la transfusión de sangre de ella a sus propias venas; perder todo lo que hasta ahora lo había marcado como un gusano; convertirse en una cosa descerebrada e insensible que alguna vez fue un pez… todo esto no es más que pura ficción, más allá de todo lo creíble, hasta que se ve la prueba de que existe».

El minúsculo macho eligió tener una vida de órgano sexual básicamente: los principales ocupantes de su cavidad corporal son los testículos. La hembra realiza todas las funciones usuales de la vida de ambos y la única función que desempeña el macho descerebrado es procrear.

 

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