Recuerdan a Carlos Laviada y a su esposa, Laura Díaz Barroso, que, hace décadas, cuando iban con sus hijas a visitar al resto de su familia en La Joya, el taxi de Tijuana los dejaba en una colina cerca de la frontera.
Desde allí arrastraban sus maletas para hacer una fila que podía durar más de una hora para cruzar a Estados Unidos, abordar otro taxi y luego, finalmente, llegar hasta la ciudad próxima a San Diego.
Entonces vieron el potencial de construir un puente sobre el muro que redujera ese tiempo a unos minutos y la oportunidad se dio cuando Eduardo Sánchez Navarro, presidente de Questro, entró al proyecto ya siendo socio de Laviada en el Grupo Aeroportuario del Pacífico (GAP), que hoy opera el de Tijuana.
El cuarto jugador fue un importante desarrollador inmobiliario de Estados Unidos, Sam Zell, quien incluso ha sido socio del ahora presidente Donald Trump; aunque cabildear el puente en Washington DC le llevó ocho años y fue Barack Obama quien firmó la orden presidencial.
La construcción duró dos años y hubo otros retos, como reubicar una familia de búhos, atendiendo las estrictas leyes de vida silvestre de California.
Como dice Luis Palacios, quien comanda la estrategia de mercadotecnia del Cross Border Express (CBX) de Tijuana, se tuvieron que “alinear los astros”.
Ya con los permisos en la mano, los empresarios tuvieron la liquidez suficiente e invirtieron 150 millones de dólares, sin tomar en cuenta lo que habían dedicado al cabildeo.
La terminal fue diseñada por el despacho del arquitecto Eduardo Legorreta (qepd), una obra de infraestructura que en 2016 permitió 1.4 millones de cruces, cuando el plan de negocios anticipaba entre 500 y 900 mil.
Este año seguramente se harán entre dos y 2.1 millones de cruces, pues no sólo los mexicanos ahorran tiempo y dinero, sino que los estadunidenses están descubriendo que desde Tijuana pueden volar a 34 destinos mexicanos a precios de 300 dólares menores, en promedio, en un viaje redondo, con respecto a los que salen de los aeropuertos de San Diego o Los Ángeles.
La razón es que en esos casos son trayectos internacionales partiendo de aeropuertos saturados, lo que genera mayores costos e impuestos en dólares.
La terminal conecta con ubers, taxis y colectivos hacia San Diego y el resto de California y cuenta con mil 300 espacios de estacionamiento, que llegarán a mil 600 este año, pues muchos dejan sus autos pagando 17 dólares por día.
Hace unas semanas, John F. Kelly, secretario de Seguridad Nacional (Homeland Security) de Estados Unidos, hizo una visita al CBX de Tijuana, lo que puso los pelos de punta a ejecutivos y propietarios.
Su conclusión fue que es una empresa binacional exitosa, pues cumple con todas las reglas de seguridad de su país, no se usa dinero de los contribuyentes e incluso permite probar nuevas tecnologías en un ambiente controlado.
Algo que comenzó cuando la familia Laviada, como millones de estadunidenses y mexicanos, ricos y pobres, hacían filas interminables en aquel cruce de una de las fronteras más transitadas del planeta.