Orgullosos de sus tradiciones, de su folclore y su gastronomía, Dieuseul y Joseph muestran satisfechos el plato haitiano hecho a base de arroz, pollo y variadas verduras que, aseguran, ha sido aceptado con agrado por los tijuanenses.
Procedentes de Brasil, pero de raíces haitianas, ambos jóvenes aseguran que a pesar de que esta frontera los ha acogido desde que arribaron como migrantes, primero a un refugio, al tiempo desearon servir a la comunidad y se involucraron en el ramo gastronómico.
Aunque ingresaron como empleados a un pequeño restaurante ubicado en céntrico sector de la ciudad, por sus conocimientos sobre cocina tradicional haitiana, le sugirieron a la propietaria integrar algunos de sus platillos al menú diario del negocio.
El anuncio de un exótico y nuevo tipo de comida en este pequeño local llamó la atención, primero, entre los transeúntes por la zona y, después, por la novedad, se fue extendiendo hasta ser uno de los primeros referentes de la gastronomía de este tipo.
Dieuseul Benoit, en un limitado español y algunas palabras en francés, aseguró que en su natal Haití también se dedicaba a la cocina, de tal manera que trabajar en este negocio mexicano sólo le significó un pequeño esfuerzo inicial, el de adaptarse.
Sin embargo, no todo ha sido satisfactorio para el migrante, pues recuerda que sólo su familia logró pasar a Estados Unidos, donde viven en la actualidad en calidad de emigrados; él, que llegó después, no logró cruzar, por las actuales políticas restrictivas.
Aunque sobrevive de su trabajo sin las relativas carencias como cuando llegó al país, aseguró que el ánimo de volver a ver a su familia lo mantiene en esta frontera de donde ya no se irá, pues está consciente de que por ahora le es imposible cruzar al vecino país.
Padre de una niña que vive con su madre, en Estados Unidos, Benoit recordó que la separación y lejanía con ellos le ha causado pesar y consideró que ningún migrante debería de ser separado de su familia, «provocar la separación de éstas no es de humanos».
Dijo que, a diferencia de cuando llegó a Tijuana, trabajar ahora en lo que es su vocación le ha servido para sentirse útil a la sociedad que lo acogió desde un principio y hasta la fecha no ha sentido ningún tipo de rechazo, incluso por la autoridad.
También confesó que hasta el momento no ha solucionado su problema migratorio en México ante la falta de recursos, por lo que está ahora trabajando, y una vez satisfecha esa parte, continuará con el trámite respectivo para nacionalizarse mexicano.
«Me gusta mucho Tijuana, porque aquí he sentido que las personas no se fijan mucho en los que llegamos de fuera, pues yo sé que aquí han llegado muchos migrantes y se han quedado para formar esta ciudad, y yo quiero seguir viviendo aquí», manifestó.
Fue una travesía muy dura, comentó, debido a que por el trayecto se fueron sumando varias dificultades y problemas sobre todo con autoridades, de tal manera que él y su grupo se quedaron a vivir un tiempo en Panamá, y luego prosiguieron su camino al norte.
Una vez que llegaron a Tijuana, recibieron la ayuda de un centro de atención para migrantes, donde sólo se quedó un breve tiempo, pues destacó que él sabía trabajar y quiso poner en marcha sus conocimientos, sobre todo en el área culinaria.
Ahora, expuso, sólo le queda esperar, ya sea su nacionalización o proseguir su camino más al norte, aunque esto último lo consideró improbable debido al endurecimiento de las políticas migratorias estadunidenses.
Después, quizá siga los pasos de una de sus coterráneas que llegó a trabajar también a este pequeño restaurante, y debido también a sus conocimientos optó por independizarse y montar su propio negocio de comida, «tal vez cuando ya sea tijuanense, también lo haga».