1. Introducción
Muchos periodistas veteranos, pero no solo ellos, seguramente notaron que repentinamente nos vemos otra vez bombardeados desde todas partes del mundo con menciones del Watergate. Libros como 1984 de George Orwell están exhibidos en las librerías y un aire de peligro para la libertad de expresión y libertad de prensa se expande lentamente como una nube negra sobre el hemisferio occidental, elevando antiguos temores. Cuando un presidente estadounidense al mando acusa a un ex presidente de vigilancia; cuando evita que los medios de comunicación centrales de los Estados Unidos tengan acceso –que hasta ahora siempre se había otorgado, y dado por hecho—a las conferencias de prensa que él realiza; y cuando incesantemente golpea y acusa a los medios de ser el enemigo número uno del país, no resulta sorprendente que surjan recuerdos del presidente Nixon con cada tweet autocompasivo sobre SNL, y que incluso los senadores republicanos como John McCain expresen temor por el futuro de la democracia.
Y McCain no está solo. Muchos periodistas con los que he hablado recientemente expresaron su preocupación por lo que le espera a la libertad de prensa. En un momento en que es posible expresar la siguiente afirmación: “Donald Trump controla la NSA”, y no ser considerado un mentiroso, todo puede ocurrir. Agreguémosle a esto el hecho de que las noticias recientes sobre la CIA nos han enseñado que casi todos los sistemas de encriptación pueden estar en peligro si alguien tiene la perseverancia de descifrarlos, y entonces estaremos en camino a imaginar un mundo totalmente distópico, donde ni siquiera puedes ponerte demasiado cómodo en tu sofá, frente a tu propio TV inteligente.
La buena noticia es que sin embargo es posible hacer que sea difícil para otra persona tratar de interceptar tus correos electrónicos, los mensajes de texto que envías o tus llamadas telefónicas. Puedes tomar medidas para hacerles la vida más difícil a aquellos que quieren develar tus fuentes y la información que te revelan. Por supuesto, el grado de esfuerzo que estás dispuesto a hacer para proteger tu privacidad, el anonimato de tus fuentes y la seguridad de tus datos, debe ser proporcional a la probabilidad de una amenaza real, sea por un hacker o un espía.
“Las promesas tradicionales –no voy a revelar la identidad de mi fuente ni entregar mis anotaciones—son un poco vacías si no tomas medidas para proteger tu información digitalmente”, dice Barton Gellman del Washington Post, cuya fuente, el ex empleado de la NSA, Edward Snowden, ayudó a descubrir el alcance de las operaciones de la NSA y la GCHQ británica, para su entrevistadora Tony Loci. La misma Loci, quien cubrió el sistema judicial estadounidense para AP, el Washington Post y USA Today, y fue acusada de desacato a la corte por negarse a identificar las fuentes, probablemente respaldaría esa afirmación.
Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer para garantizar que las fuentes e información de un periodista estén seguras? A groso modo, los consejos podrían agruparse en las siguientes categorías:
- Proteger las aplicaciones y funciones en el dispositivo. Esto se conoce como reducir la “superficie de ataque”, es decir, limitar al máximo las aplicaciones instaladas, usar solo aquellas que sean de fuentes reconocidas, seleccionar aplicaciones que requieran derechos mínimos, mantener el sistema completamente actualizado y con los parches correspondientes, y tener varios controles de seguridad en el dispositivo (según los informes técnicos recientes de mejores prácticas).
- Aislar tus dispositivos y/o su entorno. Por ejemplo, la aislación física de una computadora para revisar archivos, o el uso de dispositivos móviles prepagos.
- Actuar con cautela, tanto en el mundo digital como en el real. Esto tiene mucho que ver con el sentido común y un poco menos con el software. Por ejemplo, nunca escribas el nombre de tu fuente; ciertamente no lo hagas en una aplicación ni en cualquier documento almacenado en tu computadora; y tampoco en nada que esté guardado en la nube.
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