La Feria del Libro de Tijuana cierra hoy las puertas de su 35 edición tras diez días enfocada en llevar al público de esa ciudad del noroeste de México una oferta literaria «amplia» en la que se intenta dar visibilidad a las editoriales independientes.
«Nos interesa mucho que la feria se considere un punto en el que cualquiera puede ser lector», afirma en una entrevista con Efe Karla Robles, gerente de Literatura del Centro Cultural Tijuana (Cecut), que acoge el evento y participa en su organización.
Xavier Velasco, el luchador El Rey Misterio, Benito Taibo, Javier Sicilia o el homenaje a Héctor Manjarrez han sido algunos de los platos fuertes de una edición que se ha volcado en ofrecer no solo títulos de narrativa, sino también de gastronomía, periodismo o cualquier otra área que pueda interesar al visitante.
En el primer fin de semana acudieron al evento más de 14.000 personas, y a la espera de las cifras oficiales de cierre, se espera que el total ronde las 125.000.
Lo que diferencia a esta feria literaria es que en los diferentes estands no los llevan las editoriales, sino las librerías y universidades, ya que esta es una iniciativa impulsada por la Unión de Libreros de la ciudad.
Esto abre las puertas a que haya una mayor facilidad para la inclusión de editoriales independientes u obras que no se difunden fácilmente:
«Los libreros han estado apoyando para que los títulos estén en la oferta durante todos los días de la feria y muchas veces se quedan ya todo el año en las librerías de Tijuana», resalta Robles.
En esta ocasión, el hilo conductor del programa ha sido «el imaginario mexicano», con el que se han llevado a cabo homenajes a cuatro destacadas figuras que «han sido clave para la historia y la cultura del país» y que celebran el 100 aniversario de su natalicio.
Ellos son el escritor Juan Rulfo, por su obra «muy representativa de México»; la pintora Leonora Carrington, que aunque no nació en México sí se nacionalizó; el luchador El Santo y el cantante y actor Pedro Infante, quienes fueron iconos «populares» que incluso tras su muerte siguen siendo cercanos para muchos mexicanos.
Dentro de las actividades destinadas a niños y jóvenes, comenta Robles, se procuró que todos los talleres estuvieran enfocados a la promoción de la lectura.
Asimismo, la feria ha acogido por primera vez una sala de lectura digital, con la que ha ofrecido distintas aplicaciones para «leer y crear literatura».
«Son talleres diferentes a los que se han hecho en otras ocasiones, con un enfoque pedagógico muy particular», sintetiza.
En sus inicios, la feria se celebraba en un espacio mucho más reducido, durante un par de días y se centraba básicamente en la venta de libros, pero ahora incluye otras actividades como proyecciones de películas o actuaciones musicales.
«Dentro de la Feria del Libro podemos ver todas las artes y además temas culturales muy diversos; sería la suma de todo lo que se produce en la región y todo lo que puede interesar en esta región», concluye Robles.
Otro aporte de este año ha sido la incorporación del programa «extramuros», que ha incluido 27 actividades destinadas a extender el alcance de la feria a otros públicos como jóvenes en casas hogar, con problemas de conducta o internos del penal de Tijuana.
Haydé Zavala, directora del Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC) -que impulsa la iniciativa- explica a Efe que la intención es que esto sea un punto de partida para «extender programas continuos que fomenten sobre todo la lectura», incorporando otras disciplinas artísticas.
Señala que el propósito «no es formar artistas, sino contribuir a que haya mejores ciudadanos».
El público ha respondido a estas actividades con una participación «muy entusiasta», especialmente de los jóvenes de preparatoria y universidad.
«Los chicos compran los libros y los agotan, lo que para nosotros es un indicador importante del interés que ha despertado la actividad o la charla», subraya Zavala.