Para muchos Tijuana es el lugar donde empieza la patria, pero para otros es una ciudad santuario aunque el cabildo local no lo haya nombrado así.
Lo es en el extenso y emotivo poema de Guillermo Adolfo Duarte Moreno enviado a esta columna, para hacer un reconocimiento a una ciudad fronteriza, cima de muchas historias, que ha abierto sus puertas a rusos, judíos, chinos, armenios , italianos haitianos, africanos, entre una pléyade de nacionalidades. Es una ciudad que se nutre de una población tan heterogénea que se vincula a una ciudad santuario oficialmente llamada así, como San Diego California, con la que integra un corredor fronterizo de defensa de migrantes.
En México de hecho existen multitud de ciudades, pueblos y espacios santuarios que no se denominan así, porque para ellos el nombre es lo de menos. Se trata de esos lugares de cobijo que a lo largo del transcurrir de nuestra geografía, van atendiendo a migrantes, a poblaciones completas que se desplazan en busca de una mejor vida. Es la repetición de aquellos mesones, cabañas y claustros que en el mundo, desde muchos siglos atrás, se posesionaban en el camino para socorrer a los peregrinos.
En México, el padre Alejandro Solalinde daría cuenta de muchos de ellos. La Ciudad de México fue erigida el pasado 30 de enero en ciudad santuario, con las características formales -no legales porque no es necesario-, de una ciudad de ese tipo que tiene como ejemplo a las ciudades como el mencionado San Diego, Los Ángeles, San Francisco, Miami, Chicago, Seattle, Houston, Phoenix, Austin, Dallas, Washington.D.C y Nueva York entre otras.
Son cientos de ciudades y lugares que hasta enero tendrían esa connotación en el país vecino. En la capital se ha creado Línea Nacional 5533 para integrar una gran red de comunicación en ciudades y pueblos, con todos los migrantes. A éstos se le entregará una carta de identidad cuando vengan a la capital, que funcionará como credencial oficial. El caso de Tijuana es extraordinario. Ciudad fronteriza que se cataloga como la “esquina de Latinoamérica -datos de Wikidedia- por ser la más occidental del continente, puerta de México, “aquí empieza la patria” como reza su lema, es la quinta más poblada de México y su municipio el tercero más poblado después de Ecatepec y la delegación Iztapalapa.
Tenía en el censo del 2010, un millón 559 mil 683 habitantes y es todo lo que puede ser una gran ciudad, parte de la llamada zona dorada, uno de los máximos centros culturales de México y espacio migratorio de gran dimensión con más 300 mil personas diarias rebasando la línea y más de 50 millones al año.
Eso la convierte en uno de los principales baluartes vengativos de Donald Trump, que prepara el muro que cerrará -al menos en sus proyectos-, migración y comercio no autorizado, pero depredará todo un vínculo de especies vegetales y animales que conviven en sus kilómetros de vecindad. Pese a esa amenaza, Tijuana está cobijando en este momento -como otras ciudades de la frontera-, a los migrantes expulsados y mantiene con una ayuda global, sobre todo de organizaciones sociales e iglesias protestantes, la presencia de la migración haitiana que pretende ingresar a Estados Unidos y que recientemente era de 4 mil 500 personas.
Duarte Moreno, profesional egresado de la Universidad de Sonora, pero residente en Tijuana después de vivir largo tiempo en San Diego, es un activista, traductor y un hombre comprometido. Su poema es un homenaje a su querida ciudad y un reconocimiento de todo lo que se está haciendo. El poema es largo, emotivo y sencillo. De él plasmamos algunos de sus versos más significativos.
POEMA A TIJUANA
Abriste tus brazos Tijuana
y no es la primera vez
Llegaron los rusos, los judíos
huyendo de los pogromos
los chinos de sus martirios
los armenios del genocidio
los italianos de la hambruna
que azotaba sus terruños
Para todos ellos Tijuana
abriste tus brazos como ninguna
y a todos has recibido con paciencia y ternura.
Hoy has recibido en tu casa
a los hermanos haitianos
les has dicho Tijuana, con tu singular acento,
“bienvenidos tous mon fréres”
y gritas a los cuatro vientos:
¡Bienvenidos hermanos, hermanas!