“En este momento vendería mi sueño al peor postor con tal de salir de esta trampa de arenas movedizas, de este ataúd con ruedas(…)
Solo quiero cerrar los párpados y dormir. Diluirme en un mundo inofensivo.
Soñar con otro día normal en una ciudad en la que todo funcione, donde todo ocupe su lugar, donde todo esté bien. Una vida donde el peligro sea una opción descartable.”
La vuelta al mundo en 10 años: Por el mal camino, Pablo Rey
Cierro el libro y lo dejo lentamente donde estaba, con esa sonrisa del que se reconoce en texto ajeno, como miembro de la misma tribu del autor.
—Qué curioso que tengáis este libro aquí y una pegatina que dice “Nómadas” en el cristal.
—Nómadas es nuestro restaurante y Pablo y Anna son muy buenos amigos. Han pasado en nuestra casa varias temporadas —me dice Abigail.
Del más de medio millón de personas que viven en Ensenada, en la Baja California, por puro azar, por los renglones escritos por ese guionista imaginario (o no) que siempre me acompaña, una vez más he ido a parar al lugar correcto. Estoy en casa de Abigail y Mauricio.
Puro azar
Del más de medio millón de personas que viven en Ensenada, en la Baja California, por los renglones escritos por ese guionista imaginario (o no) que siempre me acompaña, una vez más he ido a parar al lugar correcto
Nómadas viajeros
Hace cuatro años que pagué por última vez el alquiler de una casa con contrato anual. Desde entonces me considero nómada, he viajado mucho todo este tiempo, pero también he pasado temporadas en lugares como Nairobi, Malindi, Fort Dauphin, Dar es Salaam o Madrid, por poner ejemplos.
Por última vez recorro el Malecón hasta la valla fronteriza con los Estados Unidos, con un cielo que amenaza tormenta y una ciudad en calma, a pesar de la mala fama que se creó años atrás. Dejo Tijuana después de más de un mes y siento esa nostalgia casi perpetua del nómada, esa contradicción de querer seguir de viaje sin desear irse.
Quiénes somos
Los nómadas no somos turistas ni viajeros, simplemente vivimos en movimiento y, por tanto, como cualquiera que habita un lugar, creamos lazos de los que nos cuesta desprendernos
Los nómadas no somos turistas ni viajeros, simplemente vivimos en movimiento y, por tanto, como cualquiera que habita un lugar, creamos lazos de los que nos cuesta desprendernos. Contradictorio de nuevo porque, así, despidiéndonos, es la única forma de conocer nuevos lugares, encontrar el afecto de nuevas personas y, en definitiva, crear nuevos hogares.
El viaje, una vez más, ha de continuar.
Nancy y Demis
Desde Tijuana a Ensenada hay dos rutas principales. La más rápida es la carretera escénica, una autopista espectacular que recorta la montaña, con el océano casi siempre presente del otro lado. En manos del marketing anglosajón, con toda seguridad este tramo tendría un nombre muy molón y la gente se haría selfies en alguno de los miradores previstos para contemplar el Pacífico desde lo alto de un acantilado.
Los cruces del camino
Nancy es Mexicana, nacida en una familia tradicional. Ella caminaba tranquila por la senda del sistema cuando el destino cruzó en su camino a Demis, un europeo nómada que recorría la senda opuesta
Nancy y Demis vinieron por la ruta interior, en busca de la tranquilidad y lejos del peaje y del tráfico rápido, pedaleando por las montañas. Vienen desde Alaska y se dirigen a Patagonia, en bicicleta y sin prisas. Son nómadas viajeros.
Demis es Suizo, de padre español y madre italiana, pero nacido en el país de los bancos. De hecho, trabajó varios años en uno de ellos hasta que la rutina se apoderó de su día a día y fue consciente de que había dejado de vivir para, simplemente, sobrevivir. Entonces comenzó a viajar, primero con mochila y después en bicicleta.
Nancy es Mexicana, de Monterrey, nacida en una familia tradicional. Ella caminaba tranquila por la senda del sistema cuando el destino cruzó en su camino a un europeo nómada que recorría la senda opuesta. Y el amor, que no entiende de caminos, hizo el resto.
Un guión propio
Quizá sean las redes sociales que lo amplifican todo, pero cada día parece que somos más los nómadas viajeros que en un momento rompimos con el guión preestablecido para buscar otro camino, ni mejor ni peor, simplemente el nuestro propio
Nancy necesitó varios años para tomar la gran decisión. Durante mucho tiempo viajó por temporadas con Demis, regresando siempre a casa, a la senda original, junto a su familia. Pero su destino ya estaba escrito y, finalmente, cuatro años después de haberse conocido, decidió pedalear a favor de sus sentimientos. Se casaron en Monterrey, con la bicicleta puesta, y comenzaron una luna de miel sobre dos ruedas que dura ya nueve meses y que presumiblemente les llevará hasta Patagonia, como punto y a parte de un viaje que se ha convertido en forma de vida y que tiene difícil retorno.
Quizá sean las redes sociales que lo amplifican todo, pero cada día parece que somos más los nómadas viajeros que en un momento rompimos con el guión preestablecido para buscar otro camino, ni mejor ni peor, simplemente el nuestro propio. Supongo que no hay una razón única ni todos tenemos las mismas, pero creo que la huida de la rutina y el aburrimiento nos une a la mayoría de nosotros. En mi caso, además, me resulta adictivo no saber qué va a pasar mañana. Ni tampoco ayer y ni siquiera hoy. Hay personas que fluyen mejor si todo está descolocado, si cada día se enfrentan a la pequeña aventura de colocarlo. Yo soy una de ellas.
Los costes del camino
Viven con poco más de trescientos dólares al mes, para ambos, lo que entre otras cosas supone no poder pagar alojamiento. O bien acampan o bien son acogidos por personas que conocen al azar en el camino o a través de la red
Nancy y Demis llegan a Ensenada de noche. Ellos viven con poco más de trescientos dólares al mes, para ambos, lo que entre otras cosas supone no poder pagar alojamiento. O bien acampan o bien son acogidos por personas que conocen al azar en el camino o a través de la red. La web más conocida que ofrece alojamiento a cambio de compartir conversación es coachsurfing, a través de ella han apalabrado un sofá en Ensenada para un par de días.
La carretera interior por la que han venido serpentea entre montañas y viñedos por la conocida Ruta del Vino, con olor a campo y a naturaleza, pero con fuertes desniveles. Eso les ha demorado. La noche es fría y una densa neblina flota en el aire. Se calientan las manos con un café en la puerta de un supermercado mientras esperan a que su contacto les mande la ubicación de la casa. Cuando llega, GoogleMaps les da la mala noticia: la casa está a 15 kilómetros, en lo alto de una montaña. Eso supone una hora más de pedaleo, de noche y después de un día muy largo.
La fe del nómada
Me gusta pensar que todos los nómadas viajeros creemos en algo parecido, aunque lo llamemos de un modo diferente. Unos le dicen Destino, otros El Viaje y otros Dios. Yo le llamo “El Guionista”
Le toca trabajar al de siempre.
El guionista
Me gusta pensar que todos los nómadas viajeros creemos en algo parecido, aunque lo llamemos de un modo diferente. Unos le dicen Destino, otros El Viaje y otros Dios. Yo le llamo “El Guionista”. La razón que nos hace creer en lo increíble es, por lo general, más estadística que mística. Es decir, cuando cada día estás expuesto al azar, viajando por pequeñas carreteras sin nada programado, las cosas pasan y la aplastante mayoría de personas buenas que habitan el globo se impone de forma drástica sobre los telediarios y sus malas noticias, que nos taladran la cabeza y nos crean una imagen muy irreal del mundo en el que vivimos.
Vivir la vida nómada gracias a otros
Su cuarto de invitados está abierto siempre para viajeros porque ellos también lo son, aunque su camino les ha llevado a una vida sedentaria. Por eso acogen nómadas, es su forma de viajar a través de la compañía y la conversación de otros
Un tipo grandote y de gesto bonachón se acerca curioso al ver a una pareja tiritando, con chalecos reflectores y dos bicicletas cargadas con un hogar.
—¿Dónde vais a esta hora?
—Estamos buscando un lugar seguro en el que acampar y pasar la noche.
—Tengo unos amigos que quizá les puedan ayudar. Déjenme que les llame.
Mauricio y Abigail son mexicanos, de Ensenada. Hace tres años que están juntos y nueve meses que se casaron. Viven frente al mar, en una casa de dos habitaciones donde el Pacífico ruge constante. Su cuarto de invitados está abierto siempre para viajeros porque ellos también lo son, aunque su camino les ha llevado a una vida sedentaria. Por eso acogen nómadas, es su forma de viajar a través de la compañía y la conversación de otros.
Exponentes de la cultura nómada
Pablo, publicista argentino y residente en Barcelona, comido por la rutina, decidió viajar a África unos meses
Pablo Rey, autor del libro con el que arrancaba este relato, y Anna Collau, han pasado largas temporadas en esta casa. Ellos son unos de los máximos exponentes de esta cultura nómada viajera, al menos de habla hispana. Pablo, publicista argentino y residente en Barcelona, comido por la rutina, decidió viajar a África unos meses.
Allí conoció a algún personaje que siempre andaba de viaje y que le inspiró para dar el paso definitivo que le rondaba la cabeza. Al regresar, le dijo a Anna que pensaba dejarlo todo e irse a dar la vuelta al mundo, que si le acompañaba. Anna tardó veinte minutos en responder que sí. De eso hace casi diecisiete años y hoy siguen en ruta con la misma furgoneta Toyota 4X4 con la que partieron y a la que bautizaron como La Cucaracha.
Los “cuerdos de atar”
La lista de nómadas es cada vez más larga y no caben en este artículo. Con mochila, en coche, moto o bicicleta
Pero no son los únicos “cuerdos de atar” que se acercan a la segunda década en viaje. Como decía, cada vez somos más o hacemos más ruido. El caso de habla hispana más resonado es la familia Zapp, que en este momento se encuentra en Barcelona. Herman y Candelaria acaban de cumplir diecisiete años en ruta. Comenzaron en Buenos Aires y ahora, casi dos décadas después, viajan con sus cuatro hijos, nacidos todos por el camino.
La lista de nómadas es cada vez más larga y no caben en este artículo. Con mochila, en coche, moto o bicicleta.
Quizá os preguntéis de qué vivimos unos y otros, si acaso es que somos ricos. Y sí, lo somos, tenemos la fortuna de pertenecer a una pequeña parte del mundo en el que, por el mero hecho de haber nacido aquí, nos regala un pasaporte que abre puertas y la educación suficiente para sobrevivir en cualquier circunstancia.
Estilos de vida nómadas
Hay nómadas viajeros que trabajan varios meses en plantas petrolíferas donde la mano de obra se paga seis veces más que el coste de vida en ciertos países asiáticos. Por poner ejemplos
Algunos hacemos vídeos o escribimos artículos que conseguimos monetizar de una u otra forma. Otros escriben libros que van vendiendo por el camino, dan conferencias o enseñan inglés, castellano o matemáticas. Muchos cocineros trabajan largas temporadas en restaurantes de zonas turísticas y consiguen ahorrar dinero suficiente para después viajar muchos meses.
Los hay que hacen la temporada de recogida de frutas en países desarrollados o también, muchos otros, fabrican artesanía que venden en los lugares donde veranean los que más tienen. Incluso hay nómadas viajeros que trabajan varios meses en plantas petrolíferas donde la mano de obra se paga seis veces más que el coste de vida en ciertos países asiáticos. Por poner ejemplos.
Y así seguimos unos y otros en movimiento constante, como Nancy y Demis, pedaleando hacia el sur de América con los fondos ganados recogiendo fruta en el norte y ayudados por personas como Mau y Abi, que decidieron tener una vida sedentaria y viajar a través de los que optaron por lo contrario.
Gracias por estar ahí una semana más. Seguimos viaje.