lE pasado 27 de marzo, para ir a Ciudad de México, el alcalde de San Diego fue en coche hasta la frontera. Kevin Faulconer aparcó su coche en el lado norteamericano, cruzó andando por un puente que va por encima de la valla y, al otro lado, sale directamente a la terminal del aeropuerto de Tijuana. Allí tomó el avión, porque es más barato. Miles de personas lo hacen cada día y cruzan de un país a otro sin llegar siquiera a ver la valla. La terminal transfronteriza Cross Border Xpress es el símbolo más visible de dos ciudades que hace años que buscan maneras de saltarse la frontera para integrarse cada vez más. En tiempos de Trump, también.
Faulconer (Oxnard, 50 años) es un republicano alto, rubio y sonriente, tan del sur de California como los Beach Boys. Desde marzo de 2014 es alcalde de San Diego, la única gran ciudad californiana con administración republicana, a pesar de tener solo un 25% de votantes registrados republicanos. En el primer año de su mandato ya había celebrado una sesión de Gobierno conjunta de las dos ciudades en Tijuana. No es una cuestión de buena sintonía personal. Faulconer heredó esta política de administraciones anteriores.
En ese viaje, Kevin Faulconer iba a México junto con el alcalde de Tijuana, Juan Gastélum, para vender ante políticos, medios y empresarios las ventajas de la colaboración entre las dos ciudades. Republicano, elude criticar directamente al presidente, pero se encuentra en la situación de explicar que la frontera de la que habla el presidente Donald Trump no es la que él vive. No está solo. 14 de los 21 condados de la frontera votaron demócrata en las pasadas elecciones. Ningún legislador, demócrata o republicano, cuyo distrito toque la frontera apoya el muro de Trump. Faulconer recibió a EL PAÍS la semana pasada en el Ayuntamiento de San Diego.
“Nuestra relación con México es más fuerte que nunca”, dice Faulconer sobre su viaje conjunto a DF. “El hecho de estar los dos alcaldes juntos en México envía un mensaje poderoso de lo bien que trabajamos juntos. Pero no es solo un mensaje, es una realidad, la realidad de que nuestras dos ciudades están unidas. No decimos que son dos ciudades, decimos que es una región”.
Esta última frase es ya un eslogan de la región San Diego-Tijuana, hasta el punto de que llegó a haber planes de una candidatura olímpica conjunta. “La historia de San Diego esta interconectada con la historia de Tijuana, eso es un hecho. Cuando hablamos de nuestras familias nuestra cultura, o nuestro medioambiente. Compartimos el mismo aire, el mismo mar, la mismas aguas, vivimos juntos, como vecinos y amigos. Eso es una ventaja competitiva para nosotros, como economía, y es una ventaja que como alcalde trabajo para mantener”.
Alrededor de 135.000 personas cruzan cada día la frontera en dirección a Estados Unidos. Es el cruce terrestre más transitado del mundo. Pero las dos ciudades, con una población conjunta de 6,5 millones de personas, quieren más. “Hacer mas fácil que pasen bienes, servicios y personas a un lado y a otro es una fortaleza para nosotros. Nuestra historia en San Diego ha sido construir puentes. Es una historia que funciona, es una realidad. Estamos hablando con nuestros colegas mexicanos de un nuevo puente en (el paso fronterizo de) Otay Mesa. Cuanto más aumente el flujo, mejor estaremos”.
La relación de San Diego y Tijuana empezó a despegar de verdad en la última década, explica Faulconer. En este tiempo, la región se considera el primer productor mundial de material médico. La industria aeroespacial, que es la marca de San Diego, también tiene un pie al otro lado con la fabricación de componentes. Algunos productos cruzan la frontera dos o tres veces antes de estar terminados. “¿Eso son trabajos en San Diego o trabajos en Tijuana? No es excluyente. Es bueno para los dos”.
El contraste de Faulconer con la retórica que inunda las televisiones es evidente. Es la diferencia entre vivir en Washington DC y vivir a 20 minutos en coche de México, literalmente en la otra punta del país. “Yo no viajo a México”, dice Faulconer. “Yo voy a la casa de al lado a ver a mi vecino. Esa es la mentalidad”.
El alcalde de San Diego asume como una especie de misión contar esa realidad. “Este año, con la conversación nacional que está sucediendo, es más importante aún estar presentes como una región unida”. Es lo más cerca que va a estar en la conversación de mencionar a Trump, al que evita con exquisita prudencia, a pesar de varias preguntas directas. En otro momento dice: “Si no contamos nuestra historia, nadie la va a contar por nosotros”.
Las ciudades del suroeste, independientemente de su color político, escuchan atónitas cómo se presenta la frontera como una lugar fuera de control, con bandas y drogas arrasando a su paso. “No escuches lo que dicen por ahí, habla con alguien que está sobre el terreno. ¿Hay problemas? Claro que los hay. Pero los superas cuando hablas con el otro y trabajas juntos. Mi idea de las cosas es que si tratas a la gente con dignidad y respeto, incluso si no estás de acuerdo, puedes conseguir el resultado que buscas”.
La Administración de Faulconer presume de una gran apuesta por las energías limpias. Además, está a favor de una reforma migratoria integral. Hace solo dos años todo esto no llamaba tanto la atención. De hecho en California son políticas de centro. Pero con el Partido Republicano en manos de Trump parece que San Diego es una rareza. ¿Washington va en la dirección equivocada? “Yo creo que nosotros vamos en la buena dirección”.