Todos los días hay deportados o migrantes a quiénes ayudar para que su llegada aquí no sea tan traumática como lo fue un día la mía”, aseguró Daniel Ruiz, director de centro de apoyo “Deportados Unidos de México”.
Con el característico acento de quienes hablan español como segunda lengua después del inglés, Daniel aseguró que ya tiene 15 años que fue deportado “por errores cometidos”. Sin embargo, asegura que ha encontrado en la tierra que lo vio nacer, el beneplácito de ayudar.
El centro destinado a capacitar a migrantes para el trabajo, es un lugar limpio con características de oficina que es atendido por gente entusiasta quien acude a este lugar instalado a unos metros de la frontera de México con Estados Unidos, con el ánimo de marcar la diferencia.
“Desde que llegué, he mirado historias lamentables, gente deambular de un lado a otro, migrantes desorientados y necesitados de ayuda, por lo que me propuse en la medida de mis posibilidades, hacer algo por ellos”, aseguró Daniel.
Recordó que él llegó deportado de Estados Unidos a Tijuana, “un poco desorientado porque aunque nací aquí, al darme a luz, mi mamá me llevó de regreso a San Diego, California, donde ella vivía y allá me crié, viví, estudié y trabajé”.
Al recordar cómo fue que instauró su centro de apoyo, Daniel emocionado describió: “no me dejé llevar por mi condición de deportado, al contrario, decidí que ayudaría a personas en la misma situación que yo, enseñándoles en lo que trabajaba allá”.
En este sentido, manifestó que en Estados Unidos, trabajaba en un centro de telecomunicaciones, y una vez en Tijuana, decidió dedicarse a la misma tarea, pero preparando a los migrantes en la atención telefónica y brindándoles cursos de computación.
“Les enseñamos a contestar teléfonos, cómo hacer ventas de esta manera, servicio a las personas, para que estén capacitados y si algún día deciden puedan laborar en esa alternativa de trabajo”, manifestó.
Daniel reconoció que los recursos provienen de una compañía instalada en el país del norte dedicada al outsourcing, por lo que en su local cuenta con alrededor de seis voluntarios, “pero siempre nos hacen falta más para continuar ayudando a estas personas”.
Además de capacitación, a los deportados y migrantes necesitados se les brinda alimentación, ropa y unos casilleros dónde guardar sus pertenencias, pues dijo estar consciente de que la mayoría de las veces las extravían o se las roban.
“Aquí atendemos a migrantes de todas las condiciones, no importa el estado en el que vengan, a veces llegan sucios, nosotros les proporcionamos ropa limpia, los orientamos, les brindamos alimentos y les ofrecemos capacitación”, reiteró.
Sin embargo, también resaltó que debido al lugar donde se encuentra el centro, no puede atender a varias personas a la vez, pues recordó que en un principio notó molestias por parte de los comerciantes asentados en esa plaza debido al tumulto.
Ahora, dijo, una vez que tenga la oportunidad y encuentre otro lugar, pretende trasladarse a él para estar en posibilidades de atender a un mayor número de personas a quienes mitigar la angustia “que también sentí cuando llegué deportado aquí a Tijuana”.