Hace unos años, en mi libro ‘The Philosophical Baby’ (‘El bebé filosófico’), especulé que los niños podrían estar más conscientes, o al menos más conscientes de su entorno, que sus padres.
Muchas investigaciones muestran que los adultos tenemos un reducido enfoque de atención. Experimentamos vívidamente las cosas en las que nos enfocamos, pero somos notablemente ajenos a todo lo demás. Incluso hay un término para ello: “ceguera de desatención”. Pensé que la conciencia de los niños podría ser más como una “linterna” que ilumina todo a su alrededor.
Cuando salió el libro, recibí muchas cartas fascinantes sobre cómo los niños ven más que los adultos. Un detective de tienda describió cómo se posaba en un balcón para vigilar el piso de la tienda. Los adultos, incluidos los ladrones, estaban tan concentrados en lo que estaban haciendo que nunca se fijaron en él. Pero los niños pequeños, detrás de sus inconscientes padres, miraban hacia arriba y lo saludaban.
Por supuesto, las anécdotas y las impresiones no son pruebas científicas. Pero un nuevo artículo en vías de ser publicado en la revista Psychological Science sugiere que el detective de la tienda y yo podríamos tener la razón.
Uno de los ejemplos más dramáticos del enfoque adulto es la “ceguera del cambio”. A las personas se les puede mostrar una imagen, bloquearla con una pantalla en blanco y mostrarle a la gente la misma imagen con un cambio en el fondo. Incluso cuando se busca con ahínco ese cambio, es muy difícil de verlo, aunque una vez que alguien lo señala, éste parece obvio.
Se puede ver lo mismo fuera del laboratorio. Los directores de cine tienen que preocuparse por los problemas de “continuidad” en sus películas porque para ellos es muy difícil notar cuando algo en el fondo ha cambiado entre las diferentes tomas.
Para estudiar este problema, Daniel Plebanek y Vladimir Sloutsky en Ohio State University probaron cuánto niños y adultos notaban los objetos y qué tan buenos eran para detectar los cambios. Los investigadores mostraron una serie de imágenes de formas verdes y rojas a 34 niños, de cuatro y cinco años, y a 35 adultos. Los investigadores pidieron a los participantes que les prestaran atención a las formas rojas y que ignoraran las verdes.
En la segunda parte del experimento, les mostraron otro conjunto de imágenes de formas rojas y verdes a los participantes y les preguntaron: ¿Se mantuvieron iguales las formas o eran diferentes?
Los adultos fueron mejores que los niños en notar cuando las formas rojas habían cambiado. Eso no es sorprendente: los adultos son mejores para enfocar su atención y el aprendizaje como resultado. Pero los niños superaron a los adultos cuando se trató de las formas verdes. Habían aprendido más sobre los objetos desatendidos que los adultos y notaron cuando cambiaron las formas verdes. En otras palabras, los adultos sólo parecieron aprender sobre el objeto en el que enfocaron su atención, pero los niños también aprendieron sobre el fondo.
A menudo decimos que los niños pequeños son malos en prestar atención. Pero lo que realmente queremos decir es que son malos en no prestar atención, que no filtran las cosas importantes del mundo como lo hacen los adultos. Los niños aprenden tanto como pueden sobre el mundo que los rodea, incluso si eso significa que se distraen por el avión distante en el cielo o la mota de papel en el suelo cuando usted está tratando de sacarlos prácticamente a rastras por la puerta para llevarlos a la escuela preescolar.
En cambio, los adultos se concentran y actúan con eficacia y rapidez, incluso si eso significa ignorar su entorno. Los niños exploran, los adultos explotan. En esto también hay una moraleja para los adultos. A menudo nos enfocamos tanto en nuestros objetivos inmediatos que perdemos desarrollos y oportunidades inesperados de nuestro entorno. A veces, concentrándonos menos, podemos ver más.
Así que si quiere ampliar su conciencia, bien puede probar drogas psicodélicas, misticismo o meditación. O puede ir a dar un paseo con un niño de cuatro años.
Traducido por Luis Felipe Cedillo
Editado por Michelle del Campo