Finalmente, dejó a un lado su postura polarizadora y trató de verse presidencial. Pareció más moderado llamando a la unidad nacional. Comenzó bien censurando los actos antisemitas en Estados Unidos (ya se había tardado). Así fue el primer discurso de Donald Trump como Presidente frente al Congreso el martes pasado. Pero un discurso no define una Presidencia: son los hechos los que la determinan.
Con todo y el nuevo tono, los temas fueron los mismos: derogar la Reforma de Sanidad (Obamacare), construir un muro en la frontera sur, criminalizar y expulsar a los inmigrantes indocumentados, echar abajo el libre comercio para proteger a las empresas y trabajadores estadunidenses, reducir los impuestos, subir el gasto militar, desregular, construir mucha infraestructura, obligar a los países de la OTAN a aportar más dinero a la alianza y enfrentar a Irán para evitar que construya armas nucleares.
Pero, sobre todo, el discurso de Trump fue tremendamente nacionalista, al punto del patrioterismo lacrimoso. Una cosa hay que reconocerle a Trump: sabe montar buenos shows. Los congresistas, el gabinete, los ministros de la Suprema Corte, todos los invitados, parados, aplaudiendo a rabiar, a la viuda de un oficial de la Armada Marina. Ella, con los ojos cerrados, volteando al cielo, diciendo “te amo”, mientras el Presidente alababa el heroísmo de su esposo. Una escena perfecta para reafirmar el mensaje central del discurso presidencial: la unión para recuperar la grandeza histórica de Estados Unidos de América.
Lamentable, patético, haber presentado, también, a familiares de víctimas de criminales que, además, eran inmigrantes ilegales. De nuevo la generalización falaz: comprobar que los indocumentados cometen más delitos que el resto de la población. Falso. Pero Trump está convencido de eso y quiere persuadir a los demás. Las estadísticas se las pasa por el Arco del Triunfo. Lo que importa al Presidente son tres tristes historias de familias que perdieron a sus seres queridos por culpa de unos indocumentados. Y viene el anuncio: dentro del Departamento de Seguridad Interna se creará la oficina Voice (siglas para Victims of Immigration Crime Engagement) con el fin de “darle voz” a aquellos que han sido ignorados por “medios de comunicación y silenciados por grupos de interés”. Bullshit.
Pero, por otra parte, hay una pequeña esperanza para los inmigrantes: Trump abre la puerta a una posible legalización de indocumentados, siempre y cuando se pongan de acuerdo demócratas y republicanos en el Congreso. Como bien dijo ayer Jorge Castañeda, una especie de Nixon con China: sólo uno de los políticos más anticomunistas de la Guerra Fría tenía credibilidad para recomponer las relaciones con el gigante asiático de Mao. Pues bien, quizá un nacionalista antimigrante sea el único capaz de arreglar el sistema migratorio de EU.
Quizá.
Y suena lógico porque ese país va a necesitar mucha fuerza laboral si efectivamente viene el fuerte estímulo fiscal propuesto por Trump. La economía estadunidense está pasando por un buen momento: hay crecimiento con baja inflación y están prácticamente en pleno empleo. En esta contexto, si los impuestos bajan y el gasto público sube, sobre todo en infraestructura, la economía crecerá por arriba de su potencial y habrá, por tanto, más demanda de trabajadores. ¿Quiénes van a construir todos esos puentes, ductos, carreteras y aeropuertos de una inversión anunciada de un billón de dólares cuando el desempleo es actualmente de 4.8% de la población económicamente activa de EU? Exacto: los indocumentados que increíblemente podrían aspirar, con Trump, a tener cierto tipo de documentos que les permitan laborar legalmente en ese país. Pero, ojo, hoy todo esto son puros dichos que pueden ser parte del legendario bullshit de Trump. Falta ver qué dice el Congreso de su paquete económico y si se ponen de acuerdo demócratas y republicanos para regularizar de alguna manera a los indocumentados.
México, por fortuna, no fue mencionado en el discurso de Trump. Qué bueno. Lo malo es que sigue teniendo una postura de proteccionismo comercial. No le gusta ni el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ni la Organización Mundial del Comercio. Ambas instituciones están amenazadas por el Presidente de EU. Al momento no sabemos cuáles serán sus acciones en esta materia. Tampoco si lo apoyará el Congreso y si Trump se sumará a la idea de Paul Ryan de implementar un impuesto de ajuste fronterizo que, como ha dicho el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, no es otra cosa más que un arancel disfrazado. Así que, mientras no haya definiciones en materia comercial y fiscal en EU, en México seguirá la incertidumbre económica.