David Acevedo vive en Tijuana desde hace 46 años y lleva la mitad de su vida haciéndose cargo de un negocio de ropa, que compra en los callejones de Los Ángeles, California, y que luego cruza a territorio mexicano para revender.
Todos los días se levanta a las tres de la mañana y una hora más tarde ya se encuentra en la garita San Ysidro, una de las dos puertas fronterizas que hay en la ciudad para cruzar de Tijuana a San Diego. Mientras espera dentro del carro, solo lo acompañan un termo con café y, en promedio, mil dólares que usa para comprar la mercancía.
Pero desde que el republicano Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos teme que un día simplemente no le permitan ingresar a ese país.
“Con este negocio he podido pagar la escuela de mis hijos, darles de comer, vivir decentemente. No le hacemos daño a nadie, les dejo algo de mi dinero y ahora no sé qué va a pasar», dice el hombre de 59 años mientras espera la llegada de los primeros clientes en su tienda.
Mientras que no haya un panorama claro, entre el anuncio de la construcción de un muro y el cobro de nuevos impuestos para las importaciones en Estados Unidos, Acevedo dice que continuará haciendo lo que siempre: trabajar. Despertar por las madrugadas, levantarse a esperar en la fila de la garita y luego manejar dos horas para comprar ropa y ser parte de la economía estadounidense.
La tienda que abrió Acevedo es solo una de los 29,316 negocios que hay en Tijuana –entre boutiques, restaurantes, papelerías y otros giros– de los cuales, según la Cámara Nacional de Comercio, el 80% compran sus insumos en territorio estadounidense y que hoy no están seguros si podrán continuar bajo la misma dinámica.
El negocio que atiende está situado en el centro de Tijuana, una de las zonas comerciales más importantes del municipio, a unos 15 minutos de la garita San Ysidro, en donde las calles se convierten en grandes corredores de tiendas comerciales, por ser una de los espacios más turísticos de la ciudad.
Uno tras otro se pueden leer los letreros de restaurantes, bares y cantinas, lo mismo que zapaterías, tiendas de ropa, estéticas y hasta consultorios médicos y dentales, la mayoría de la gente, día y noche, desfila entre los comercios; unos para trabajar y otros para comprar.
Esa mercancía, como la que compra Acevedo, forma parte de la economía binacional que se ha creado entre las fronteras de ambos países: California –al sur de Estados Unidos– y Baja California –al norte de México-, en un ir y venir de productos que cruza diariamente como parte del intercambio comercial que nace de manera natural en la región.
A lo largo de las aduanas mexicanas se miran las camionetas estacionadas, en los puestos de revisión, de los residentes que cruzan a Estados Unidos y regresan con mercancía. Algunas cargan en sus cajuelas decenas de cajas llenas de prendas de vestir. Las banquetas del recinto fiscal lucen como tendederos cuando realizan las inspecciones.
Pero esa economía que se ha formado en la región podría terminar, asegura el economista Felipe Ledezma, quien advierte que si Trump cumple sus amenazas de cerrar los acuerdos comerciales los estados fronterizos serían los principales afectados.
Dice que el problema es la fuerte dependencia que tiene la ciudad con el estado de California, al otro lado de la frontera.
Explica que, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), entre el 25% y 30% de los productos que se venden en México tienen insumos comprados en Estados Unidos, pero en el estado [de Baja California] la cifra se dispara al 70% y en Tijuana es más, hasta 80%.
“Es decir, solo para que veamos la dependencia que tenemos, siete de cada 10 productos en Tijuana son de origen estadounidense… lo que me digas, zapatos, ropa, el café que tomas los vasos que compras, lo útiles de la escuela… lo que me digas”.
El presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo (Canaco-Servytur), Gilberto Leyva Camacho, dice que los artículos que más importa el comercio local son los insumos para restaurantes, ropa, calzado y partes para automóviles e incluso inmobiliario.
“Entre el 70% si no es que 80% de los productos que se venden en Tijuana son del otro lado (de la frontera), en algunos casos son considerados mercancía de primera necesidad”.
Elena Juárez tiene 36 años, y desde hace 10 ayuda a su esposo a vender zapatos deportivos en diferentes tiendas de la ciudad.
Cada fin de semana se levantan de madrugada y juntos recorren las tiendas de deportes para aprovechar los descuentos, comprar la mercancía y luego revenderla en Tijuana, aunque hace uno o dos años el negocio era redituable desde hace meses con la devaluación del peso de casi el 60%, dejó de serlo.
“Tuvimos que subir los precios casi al doble y ya no vendemos igual,” dice Juárez, mientras sube la mercancía a la camioneta de su esposo. “Creo que ahora con Trump es menos que antes, hasta pensamos cerrar”.
Leyva Camacho asegura que las principales tiendas como Sears y otros tienen franquicias que trabajan con marcas estadounidenses, entonces los precios vienen de allá y así se compra. Pero con las fricciones entre México y Estados Unidos la incertidumbre es no saber si con los nuevos acuerdos comerciales los impuestos serán mayores y les permitirán continuar con la misma dinámica que habían mantenido.
«Lo que deberíamos hacer es consumir mexicano, la situación no está para depender más de otro país, pero lo cierto es que con las políticas Trump… todos perdemos», lamenta.
Acevedo dice que no dejará de trabajar a pesar de la incertidumbre, porque asegura que, para él, las opciones de otro trabajo son pocas y más a su edad.
Casi toda su vida ha sido comerciante y le ha tomado cariño a su profesión. Su negocio le ha permitido tener una buena calidad de vida, que piensa podría cambiar si ahora tuviera que comprar mercancía dentro de territorio mexicano ya que significaría aumentar más el precio de los productos.
«Uno quisiera apoyar la producción de su país pero me sale más caro comprar aquí que allá, mi competencia real es con los gringos… el mercado lo impone el cliente no yo», advierte.
Nació en Michoacán donde le hubiera gustado estudiar una licenciatura pero no tuvo oportunidad. Decidió viajar a la frontera norte porque sabía que podría conseguir un trabajo estable, empezó en la maquiladora hasta que consiguió poner su negocio.
Dice que primero empezó comprando ropa usada, y una vez que pudo conseguir la visa para cruzar a Estados Unidos viajó a Los Ángeles, en donde conoció los callejones y tiendas de ropa.
En la madrugada, mientras Acevedo espera en el carro, el sol todavía no ha salido y la única luz que hay es la de decenas de letreros colocados sobre las banquetas y las filas que forman miles de carros que también esperan de una a cuatro horas para cruzar e ir sus trabajos, al otro lado de la frontera.
“El dólar en Tijuana es como la moneda mexicana, aquí así se paga la renta de una casa. Con eso compras, pagas, no sé, no sé cómo vayan a ser las cosas ahora.”