El bully ha amenazado a muchos dentro y fuera de su país. Tiene claros incentivos para comenzar a actuar en contra de México por la enorme asimetría que existe entre las dos naciones vecinas. Estados Unidos es la economía más poderosa del planeta. México es un país emergente. EU tiene instituciones sólidas y gran capacidad de operación gubernamental. México es una democracia bisoña con instituciones en formación y un gobierno con problemas operativos. EU es la mayor potencia militar del mundo. Las Fuerzas Armadas de México no pintan. En EU estará tomando posesión un Presidente que cuenta con el apoyo de la mitad de la población y con mayoría en ambas cámaras del Congreso. En México tenemos un Presidente que va de salida, muy debilitado, tremendamente impopular y cada vez más asediado dentro y fuera de su partido. México es, en suma, una apetitosa presa para el bully.
Ahora que Trump está entrando al poder en medio de un escándalo con la comunidad de inteligencia de su país, necesita desviar la atención y tener un quick win: una victoria rápida que le permita decir ya llegué, vean lo maravilloso que soy. Ayer lo vimos en su conferencia de prensa. A Trump le preguntaban sobre la posible intervención de los rusos para apoyar su campaña y él contestaba diciendo que creará muchos empleos en EU porque va a poner un impuesto fronterizo. Está clarísimo: para tapar el tema del espionaje ruso, el bully va a tratar de joderse a México. A lo largo de su carrera empresarial, y como candidato, Trump se ha caracterizado por ser el típico bully: “Persona que usa fuerza o influencia para dañar o intimidar a aquellos que son más débiles” (Diccionario de Oxford). Es el típico fortachón del colegio que se pelea con los debiluchos para demostrar que es un macho alfa que siempre se sale con la suya.
¿Qué debe hacer México frente a un personaje así?
Hace poco, el politólogo Alberto Díaz Cayeros recordaba la teoría de juegos del premio Nobel de Economía, Thomas Schelling: “Quizá la intuición más importante que surge del trabajo de Schelling es lo que se conoce como el problema del compromiso creíble. Si un actor estratégico quiere obtener un resultado favorable en un proceso de negociación, uno de sus problemas fundamentales es establecer creíblemente un curso de acción que se tomaría si la negociación no progresa. Sólo si el actor estratégico puede comprometerse con una amenaza (que no sean simplemente palabras vacías) de un curso de acción que claramente perjudique a su contrincante, puede mejorar dramáticamente sus beneficios de llegar a un acuerdo”.
¿Cuáles podrían ser las amenazas creíbles del gobierno mexicano frente al bully Trump?
Sí, México es un país mucho más débil que EU. Pero también cuenta con algunas fichas para jugar. En este sentido, hay que identificar lo que el país tiene y que le dolería a EU si se lo quitan. Acciones que le podrían complicar la gobernanza al nuevo Presidente para que tenga incentivos de irse a joder a otro lado.
Pienso, por ejemplo, en el maldito dinero que es un asunto que, cuando deja de fluir, siempre les duele a todos, más en la meca del capitalismo mundial. Por cada amenaza del bully de poner un arancel a las exportaciones mexicanas, nosotros podríamos amenazar con otro tipo de impuestos. ¿35% de impuesto fronterizo a los coches que General Motors produce en México? Muy bien. En reciprocidad: 35% de arancel a los granos que nosotros importamos de EU. ¿O qué tal un impuesto especial al consumo en supermercados operados por compañías estadunidenses como Walmart? Con amenazas creíbles, México debe mandar el mensaje al bully de que no está sólo esperando la paliza, sino que cuenta con aliados que lo van a defender porque sus intereses podrían verse afectados.
Así hay que pensar en todas las fichas que México puede jugar en su relación con EU: la economía de la frontera, las empresas estadunidenses que aquí operan, los mexicanos que viven en EU, los estadunidenses que viven en México, la participación del país en la guerra contra el narcotráfico, la cooperación en la persecución de terroristas internacionales, el intercambio de inteligencia, la relación con China, etcétera.
Schelling demostró que, para ganarle a un bully, hay que lanzar amenazas creíbles y estar dispuestos a llevarlas a cabo, aunque esto implique perder mucho, quizá todo. El reto para México, como señala Díaz Cayeros, es “forzar a nuestro contrincante a conceder términos favorables amenazándolo con todo”. Está complicadísimo, pero, de no hacerlo, el bully nos pondrá una paliza monumental a partir del 20 de enero. Más ahora que le urge una victoria rápida para desviar la atención de sus enjuagues con los rusos.
Twitter: @leozuckermann