En distintos momentos y épocas en la historia del país, la sociedad civil se ha organizado para resolver y llenar los vacíos creados por la negligencia y la incapacidad de la autoridad. En el 85 salimos a las calles cuando el presidente De la Madrid no supo qué hacer, volvimos a hacerlo ante la fuerza destructora de varios huracanes, y en estos días la gente ha tomado la iniciativa ante la crisis humanitaria que representa la llegada de miles de haitianos a Tijuana.
No es un flujo regular, pero son alrededor de tres mil los inmigrantes —niños, mujeres embarazadas, bebés de brazos, viejos— que todos los días deben comer, dormir, ir al baño, asearse y cubrir otras necesidades básicas, y el Estado Mexicano que alza la voz para denunciar que nuestros paisanos son maltratados en Estados Unidos, de alguna manera replica lo que acusa al no hacer lo necesario para que estas personas se sientan protegidas y bien recibidas en este país.
En Tijuana hay semanas en las que llegan 70 inmigrantes, otras en las que ingresan 300 y se espera la llegada de miles más —las autoridades consulares de los Estados Unidos, sólo reciben 50 al día y quienes llegaron el viernes tendrán cita hasta el 11 de diciembre—, sin que los gobiernos federal y estatal hagan lo mínimo indispensable para proveerles comida, camas, baños, ropa, medicinas y atención médica. Han hecho lo posible por minimizarlo, pero es evidente que a falta de una perspectiva de derechos humanos, el problema los rebasó y está fuera de control.
La Dirección Municipal de Atención al Migrante es la única instancia que se ha hecho cargo del asunto, pero sin recursos ni un plan lo poco que ha hecho es tratar de coordinar la entrega de ropa y alimentos.
¿Qué ha sucedido en esta situación de indiferencia e inacción de la autoridad?
Se formó el Comité Estratégico de Ayuda Comunitaria Tijuana con el esfuerzo de ciudadanos que habían trabajado con migrantes y otras comunidades. Abrió una página en Facebook y desde ahí convocó a la sociedad civil, que atendió al llamado aportando medicinas, cobertores, alimentos, pañales, leche en polvo y otros insumos necesarios.
“Esta crisis representa una oportunidad para Tijuana de mostrarse amigable con los migrantes: podemos aprender de ellos, de su esfuerzo, su diversidad y su cultura”, me contó Soraya Vázquez, una de las fundadoras del Comité.
Las iglesias evangélicas y cristianas abrieron sus puertas ante la incapacidad de los cuatro albergues más antiguos para atender a los inmigrantes haitianos y en unos días se abrieron 15 refugios. La gente llegó, vio e improvisó: se acercaron médicos para atender enfermos y artistas para impartir talleres a los inmigrantes que se desesperan en tanto llega la cita para ingresar a los Estados Unidos.
Los ciudadanos que integran el Comité recorren los nuevos albergues casi todos los días, a pesar de que algunos están lejísimos y de que nadie en los círculos de gobierno les ayuda.
Al otro lado del sol, el secretario de Gobernación Miguel Osorio viajó a Baja California pero no visitó Tijuana: decidió detenerse en Mexicali donde también han llegado haitianos, pero el problema no es tan grave. Osorio estuvo el tiempo necesario para tomarse una foto y regresar a la capital del país sin hacer ningún compromiso para resolver o al menos aligerar la crisis humanitaria de los inmigrantes.
Después de casi cuatro meses, por fin hace unos días, el gobierno federal liberó una parte de los fondos de atención a los migrantes, pero esos recursos sólo llegarán a los albergues más antiguos, lo que obliga a preguntar: ¿porque no a todos, incluidos los 15 que hospedan a entre 80 y 200 haitianos y se crearon ante la ausencia de la autoridad?
Ante la vergonzosa negligencia gubernamental, una sociedad civil amigable y solidaria dio la cara y les dijo a los inmigrantes haitianos: welcome to Tijuana.