A Cayetano le ofrecieron 2 días de salario extra a cambio de asistir a la ceremonia del Grito de Independencia en el Zócalo de la Ciudad de México (CDMX).
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Proveniente del municipio de Cuatitlán Izcalli, no la pensó dos veces para aceptar la oferta de su jefe, un funcionario local priista que además le prometió transporte y comida.
“No tenía muchas ganas de venir pero son 2 días de paga”, aseguró el hombre quien se identificó únicamente como trabajador del Ayuntamiento de Cuatitlán Izcalli y portaba una pulsera color verde en la muñeca.
“Vine por hay que quedar bien con los jefes”, dijo por su parte Juan, un hombre de poco más de 50 años, quien al igual que Cayetano es funcionario de Cuatitlán Izcalli y portaba una pulsera color roja en la muñeca.
La pulsera, explicó Juan, se la dieron en el camión que lo trasladó a él y otras 500 personas, entre funcionarios e “invitados”, a la Ciudad de México.
Animal Político platicó con 8 personas más que la noche de ayer acudieron a la ceremonia del Grito de Independencia en el Zócalo de la CDMX y que como distintivo portaban pulseras de diversos colores y calcomanías con el número del camión que los trasladaba.
En 7 casos las personas provenían de los municipios de Tecámac, San Felipe del Progreso y Cuatitlán (gobernados por el PRI), en tanto una séptima persona, un joven quien se identificó como Mario y no sobrepasaba los 20 años, se dijo originario de Hidalgo (también gobernado por el PRI).
En dos de los casos eran señoras de escasos recursos que reconocieron haber aceptado la “invitación” a cambio de comida: una torta de pollo y un jugo.
Centro Histórico ‘blindado’
Desde las 10 de la mañana de ayer, retenes de seguridad filtraron la entrada de ciudadanos a la plancha del zócalo capitalino.
Una maraña de vallas metálicas colocadas en zigzag, detectores de metales, y numerosos elementos de la Policía Federal que revisaban a conciencia mochilas, pantalones y chamarras, hicieron que los accesos al Zócalo por las calles Tacuba, Madero, 5 de Mayo, 16 de Septiembre y 20 de Noviembre, se asemejaran mucho a los estrictos controles de seguridad del Aeropuerto de la Ciudad de México.
Incluso, elementos de seguridad custodiaban la entrada a los hoteles y restaurantes próximos a la plancha, en los que también había detectores de metales y revisiones para los huéspedes y comensales.
Además, desde primera hora de la mañana se suspendió el servicio de cafetería y restaurante en las azoteas por orden de las autoridades federales. De hecho, todas las azoteas que rodean el Zócalo y el Palacio Nacional estaban vigiladas por la policía.
En el Zócalo, que como novedad este año estuvo ocupado en un 25% por un enorme escenario ubicado junto al asta bandera, y frente al balcón donde Peña Nieto dio el Grito, también estuvo custodiado por numerosos agentes de la Policía Federal y del Estado Mayor.
Para evitar aglomeraciones frente al balcón presidencial, la superficie de la plancha se dividió en varias secciones, las cuales estuvieron separadas por vallas metálicas y vigiladas por cientos de agentes capitalinos, que también participaron en las labores de custodia.
En estas secciones sólo podían ingresar las personas que portaban las pulseras de colores, que desde las 4 de la tarde comenzaron a llenar esos espacios.
La vigilancia policiaca no solo se concentró en el zócalo y en las calles aledañas. Desde el Paseo de la Reforma, pasando por la Alameda y por el Palacio de Bellas Artes, granaderos de la Ciudad de México desfilaron equipados con casos y escudos, para apostarse en lugares estratégicos del centro histórico.
‘El callejón de las tortas’
En un discreto callejón ubicado en el corazón del centro histórico de la Ciudad de México, un grupo de 50 personas aproximadamente preparan a marcha exprés miles de tortas que amontonan en grandes cajas de madera y bolsas de plástico.
De la puerta metálica que da paso al callejón, el cual está ubicado en el número 57 de la Avenida Cuba, a tan solo unos metros de la Asamblea Legislativa del DF y a unos 10 minutos caminando del zócalo capitalino, cinco jóvenes entran y salen constantemente cargados con las cajas que introducen con cuidado en el remolque de un camión que tiene la persiana metálica medio abierta.
-Llevan haciendo tortas desde ayer –comenta una vecina de la calle Cuba, que acaba de entrar a un establecimiento donde comen varios comensales-.
Cuando se le pregunta a colación a la señora si sabe quiénes son todas esas personas que trabajan en el callejón, ésta solo encoge los hombros y sonríe con desdén.
-No sabemos quiénes sean –interviene otra comensal bajando la voz y mirando hacia el suelo-. Pero le digo que toda la noche la pasaron ahí haciendo tortas.
-¿Y para quiénes son esas tortas? –se le pregunta-.
Entonces, el dueño del local, sonríe con desdén y como si fuera lo más obvio del mundo contesta algo cansado: “pues son para todos los acarreados que traen al Grito”.
A continuación, el dueño agarra varios platos sucios y comienza a lavarlos en una pequeña tina.
-Pero aquí todos los años vemos lo mismo –dice como restándole importancia a ese enorme camión de varios ejes cargado a reventar de cajas con tortas-. Los gobiernos siempre traen sus acarreados.
Y razón no le falta. Ya en 2013, en el primero ‘Grito’ de Peña Nieto como presidente de la República, alrededor de 600 habitantes del Estado de México fueron ‘acarreados’ para ubicarse en la primera fila y evitar que el mandatario recibiera ‘rechiflas’ y gritos.
Ese año, hasta 15 camiones con 67 personas cada uno, en promedio, llegaron al Centro Histórico del DF provenientes de municipios mexiquenses como Nicolás Romero, Izcalli, Ecatepec, o Nezahualcóyotl, por órdenes del PRI-Edomex. En aquella ocasión las decenas de camiones fueron estacionados en calles como Donceles –muy próxima a la Avenida Cuba-, Brasil y Argentina.
Las personas aceptaron asistir a cambio de alimentos y lugar en primera fila en la plancha del Zócalo.
Camiones llenos de invitados
Ayer Animal Político detectó en un recorrido por avenida San Cosme y el Centro Histórico la presencia de numerosos camiones de ‘turismo’ estacionados entre el Palacio de Bellas Artes, las instalaciones del SAT y calles aledañas al zócalo.
Como distintivo los camiones llevan un sello conmemorativo del ‘Grito de Independencia’ y eran organizados por personas que fungían como guías que vestían una chamarra deportiva verde (todas idénticas). A todas estas personas se les entrega una torta y un jugo al bajar de los vehículos.
-Mire qué cantidad de tortas –dice ahora una empleada del establecimiento, mientras apunta discretamente con la barbilla a los mozos que cargan el camión-.¿Pero se imagina cómo estarán las que hicieron desde ayer en la mañana? ¿Se imagina después de casi dos días al sol?
La señora entra de nuevo al local y sonríe socarrona.
-Me parece que a muchos les va a caer pesada la torta esta noche.
De esta manera el Presidente Enrique Peña Nieto ofreció su cuarto grito de independencia, frente a un numeroso grupo de funcionarios mexiquenses y personas de escasos recursos que a cambio de dinero o una torta viajaron hasta el Zócalo de la CDMX.