En un electrizante final de campaña, donde los principales candidatos a la Casa Blanca van cabeza a cabeza, Hillary Clinton y Donald Trump se enfrentan mañana en su primer duelo televisivo, en medio de una enorme expectativa a poco más de un mes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Nunca han debatido cara a cara y se espera récord de audiencia.
Se estima que 100 millones de personas estarán pegados a los televisores desde las 21 (22 de la Argentina), una audiencia sólo comparable a la del Superbowl, la final del fútbol americano. El más visto hasta ahora fue el debate de Ronald Reagan y Jimmy Carter, en 1980, con 80 millones de espectadores.
Hillary estuvo todo el fin de semana encerrada, ensayando para esta contienda con psicólogos y un asesor que se hacía pasar por Trump. En cambio, el republicano hizo campaña y no se preparó tan intensamente para esta cita a donde llegan muy reñidos en las encuestas. Un sondeo de The Washington Post publicado hoy les asigna un empate en 46%. Hay cerca de 9% de indecisos.
Alan Schroeder, profesor de la Northeastern Univeristy y experto en debates presidenciales, señala a Clarín que “Trump necesita ampliar su base de votantes, y también tiene que persuadir a los indecisos. Para lograr esto tiene que proyectarse a sí mismo como alguien más maduro y serio, y no estoy seguro de que sea incluso posible. Si él se muestra como siempre y hace su escandalosa performance habitual, eso no ayudará a atraer nuevos votantes. También tiene que tener cuidado de no exagerar su agresividad con Hillary”.
Schroeder continúa: “Hillary es alguien a quien muchos votantes dicen no tenerle confianza y parte de su estrategia implica modificar esa percepción. Cuando era secretaria de Estado, tenía altos índices de aprobación, así que estoy seguro de que sus asesores están tratando de llevarla de vuelta a ese lugar. Además, la cobertura de prensa a menudo se concentra en errores que cometen los candidatos en los debates, por lo tanto para Trump y Hillary el objetivo es no hacer o decir cualquier cosa que luego se convierta en el foco de las críticas post–debate”.
Consultado por Clarín, David Birdsell, decano del Baruch College School of Public Affairs de Nueva York, dijo que “lo que seguro podemos esperar de ese debate es quizás un récord de audiencias. El resto es difícil de predecir. Estos son candidatos opuestos, como un espejo: una persona prudente, profundamente conocedora de la política y que tiende a incluir una gran cantidad de detalles en su respuestas. El otro candidato es un francotirador descarado, proclive al insulto y la arrogancia, y también superficial en sus lineamientos políticos. Pero esto no le ha importado a la base de apoyo de Trump: les gusta su arrogancia y animan su desprecio por la política tradicional”.
Birdsell cree que “ambos podrían beneficiarse o sufrir enormemente con posibles ‘metidas de pata’. Sin embargo, creo que Hillary es la que necesita de estos debates mucho más que Trump. Las encuestas están ajustadas y ella necesita algo para cambiar esa tendencia. Los únicos momentos en los que puede hacerlo son estos tres debates. Hay un debate vicepresidencial también, pero nunca se ha demostrado que pudieran mover la opinión pública.” William L Rosenberg, profesor de ciencia política de la Drexel University de Filadelfia, resalta a Clarín que “será importante para ella que no suene en su discurso como una ‘estudiosa de la política’ y en el caso de Trump debe parecer presidencial para ser percibido como razonable por los votantes indecisos. Si el magnate es capaz de controlarse a sí mismo, podría ser mucho más fácil para él superar las ‘expectativas’ bastante bajas que tienen muchos sobre él”.
Por otra parte, explica Rosenberg, “Trump tiene que tener cuidado de no ser percibido como abusivo con Hillary. Si es percibido como antimujer en el debate sería muy malo. Se necesita reformar su imagen en esta área”. A su vez, sigue el experto, “Hillary tiene que demostrar que tiene compasión de entender la difícil situación social, y tiene que ser vista como presidenciable.Ambos candidatos son rechazados por el público. Los dos deben tratar de cambiar esa imagen en este debate”.
Los analistas señalan la importancia de no cometer un error mañana, de esos de los que todos hablan al día siguiente, como por ejemplo el sudor de Richard Nixon ante John Kennedy en 1960 o cuando George Bush padre miró impaciente su reloj frente a Bill Clinton en 1992. Para Rosenberg, “muchos potenciales votantes también pueden estar sintonizando el debate por mero entretenimiento o tal vez por el ‘efecto de NASCAR’ (por las carreras de autos estadounidense) para ver cómo los candidatos compiten y ver en directo quién va a estrellarse y arder”