Ahora que ya pasó el 9/11 de Nueva York -dicho sea con todo respeto- y sin demeritar el daño y el dolor que este trajo, quizás valga la pena recordar el otro 9/11, uno tan similarmente sangriento e igualmente destructivo que el «recordado».
Primero sería bueno mencionar que en este aniversario del 9/11 estadounidense se «descubrió» que hay ya toda una generación de estadounidenses que no tienen ni idea de que pasó en 9/11 o sea, saben que hubo la Guerra del Golfo, saben que la ganó Bush Sr. y su coalición internacional y luego, como la mayor parte respondió: » y luego 9/11″ pero sin que nadie explique ni porque ni como se fraguó el ataque o cual es la relación entre la primera Guerra del Golfo, 9/11 y la actual «guerra» contra el terrorismo.
Al mismo tiempo un informe de 24 páginas reporta que el gobierno de Arabia Saudita fue instrumental en armar y facilitar el ataque y que sin su colaboración el ataque nunca hubiera sucedido agregando que este apoyo quizás se dio como resultado de la amenaza de Osama Bin Laden de desestabilizar el reino saudita si no se le ayudaba pero afirmando claramente que la participación saudita ha sido ocultada, primero por los intereses petroleros de Bush, luego porque Obama consideró que el Medio Oriente ya está suficientemente convulsionado como para confundir más a las partes.
Imagínese la confusión: hoy se considera a los saudíes como aliados y a Irán como enemigo pero resulta que los saudíes atacaron Estados Unidos (y como «venganza» se destruyó Irak) y se inició la que ya es la guerra más larga de la historia de EE.UU. en la que 15 años más tarde nos «enteramos» que se atacó al país equivocado, que se hicieron alianzas con el país atacante, se declaró enemigo a sus vecinos y se ignoraron los hechos para ocultar la verdad provocando miles de muertes en EE.UU. y centenares de miles en el cercano oriente donde las ramificaciones de la guerra de Bush siguen generando innumerables muertes desde Siria hasta Afganistán.
Pero todo esto es el 9/11 que todos ya conocemos y que los medios nos dicen «tenemos» que recordar.
¿Y el otro?
¿El que frenó el desarrollo democrático de un continente?
¿El que llenó de sangre civil y gobiernos militares a un subcontinente?
El 9/11 que de manera indirecta alimentó la pobreza alimenticia de la población y definitivamente polarizó primero y destruyó después a la clase intelectual demócrata y liberal del continente.
Si habría que recordar el otro 9/11, el que hundió a los movimientos democráticos latinoamericanos convenciéndolos de que no solo no habría apoyo a sus esfuerzos antes al contrario, que el país del norte no ahorraría esfuerzos en asegurarse que ninguno de ellos ganase a menos claro, que este dedicado a defender los intereses económicos de las empresas estadounidenses.
Y así, se condenó a muerte a Salvador Allende, a la democracia chilena, y a la estabilidad y la paz de un continente, se provocó la persecución política, la migración, la inestabilidad, la destrucción, el flujo al norte y finalmente, el surgimiento del «Trumpismo» como el resultado final de una política anti-democrática auspiciada y financiada por la CIA.
Y ojo, acá no importa si estamos o no de acuerdo con las políticas de Allende, aquí el punto es que, al desestabilizarlo y destruirlo se provocó la desestabilización de América Latina y se impulsó la migración de refugiados a los USA
Habría que recordar que los millones de dólares gastados por Nixon en desestabilizar al gobierno democráticamente electo para beneficio de tres compañías americanas: Anaconda (que ya no existe), Kennecott (hoy Río Tinto) y ITT (hoy ATT) sirvieron también para dejar claro que el concepto de una América democrática era solo levemente válida para el área norte del continente pero totalmente inútil para el resto.
Peor aún, con su costumbre de enfocarse en las «consecuencias amarillistas» de los hechos, los estadounidenses nunca analizaran hasta qué grado su ataque contra Chile provocaron la posterior caída como dominós de las democracias del cono Sur y Centro América que a la vez aceleraron el proceso de migración hacia los Estados Unidos y al reciclado de miles de centroamericanos que años más tarde serian reubicados nuevamente en sus países de origen después de haber sido «entrenados» como «gangas (pandillas) en las cárceles del vecino del norte en un círculo viciosos que garantiza la criminalidad, la inestabilidad del continente, la inmigración y nuevamente, la criminalidad, etc.
Un buen amigo, bueno no solo por serlo sino por su inteligencia me pregunto:
Cuando dejarán los gringos de dejar de preguntar «¿qué paso?» para preguntarse «¿que hicimos para provocar que nos pasara?» y así poder evitar el próximo 9/11.
Desafortunadamente la respuesta es «nunca» porque a las elites, trumpistas o hillarianas lo que les conviene -y lo que sus masas están dispuestos a recibir- es solo declaraciones de una frase y estímulos emocionales que no cuestionen sus «conocimientos» (por mas equivocados que estos sean), el conocimiento y la compresión no serán buscados.
En cambio, la superficialidad, la emotividad, el miedo serán quienes definan el mensaje con lo que la respuesta ya no es importante y la pregunta, por decir lo menos, se vuelve inoportuna.
¿Entonces qué hacemos?
Primero recordar que el 9/11 representa la muerte de 2,977 estadounidenses por culpa de (¡de los terroristas claro!)
Que el 9/11 latinoamericano representa la muerte directa de 3,200 chilenos (¡y el encarcelamiento de 80,000!) y que la dictadura militar trajo consigo otras 40,000 muertes, reconocidas por el gobierno de Bachelet.
Que el 9/11 estadounidense dio pie a la muerte de casi 400,000 personas en el Medio Oriente y contando…
Que el 9/11 latinoamericano generó la muerte de casi 100,000 personas en el continente y el desplazamiento de 1.2 millones (el desplazamiento del medio oriente sobrepasa 6.6. millones y ya inunda Europa como los otros hemos inundado a los Estados Unidos.
En resumen el otro 9/11 es el próximo, el que se dará como consecuencia de las fuerzas desatadas por los anteriores, por los asesinados, los desplazados, los desmotivados y sobre todo los motivados a llevarlo a cabo.
Ojalá el próximo año, alguien en Estados Unidos decida recordar ambos 9/11 (el sufrido por ellos y el instigado por ellos), conectar los puntos y crear un concepto de política exterior que de un claro mensaje de apoyo a las democracias, a la lucha contra el terrorismo (tanto de individuos como de Estado) y a una solución racional, económica y productiva del problema de los inmigrados, su integración a sus nuevos países y/o su retorno pacifico a sus países de apoyo pero ahora bien apoyados para que ahí desarrollen sus negocios, su país y su economía.
No, no es imposible, solo requiere de buena memoria, sinceridad ante el espejo e inteligencia empresarial porque la verdad es que, regresar a los refugiados a sus países, reconstruir estas naciones, apoyar movimientos democráticos en estos y por lo tanto el desarrollo económico de sus masas puede ser un súper negocio y eso, no nos queda duda, es un gran motivador para todos los involucrados.
Recordar el 9/11 chileno,
Comprender el origen del 9/11 estadounidense,
podrían ser más productivos si además de derramar lagrimas por los caídos pudiéramos construir una firme base de desarrollo para los sobrevivientes tanto del bando atacado, como del atacante.