Los dueños de las tiendas Shop 12, César Curios, Jorge Espinosa, México Curios y el co-propietario de Imporium, nos platicaron sobre sus negocios. Se trata de cinco de las 35 tiendas de artesanías que quedan sobre la avenida Revolución, de acuerdo al registro de Secture. Patrimonios familiares que han resistido las crisis económicas de la región, causadas por hechos coyunturales tanto en Estados Unidos como en la ciudad.
SHOP 12
El último viernes de cada mes Manuel Acevedo, talabartero oriundo de Zacatecas recibe en su tienda Shop 12 del Pasaje Condominio a sus amigos motociclistas del club “Hot Guilty Inocentes”, hombres y mujeres que comparten su afición por viajar en moto, como lo ha hecho durante 55 años.
Manuel llegó a Tijuana en 1960 con el deseo de cruzar a Estados Unidos para vivir y trabajar allá pero la economía próspera de la década lo inclinó por el comercio turístico de la avenida Revolución. Con apenas 13 años de edad, trabajó como “limpiador” en la tienda de uno de sus tíos durante 4 años hasta que la práctica del idioma inglés le permitió encargarse de las ventas. Entre tanto, a partir de la costura de “punto de cruz” que aprendió de su abuelo, comenzó a confeccionar sus primeros chalecos de piel, tomando modelos de todas las tallas dejando un margen para ofrecer piezas sobre medida.
La primera tienda de su familia, antecedente directo de su local actual fue “Caito Chá” el cual abrió en 1970 con la venta de bolsas, joyería, cuadros de terciopelo, figuras de yeso, entre otras cosas. Las artesanías de piel se volvieron su principal muestrario desde hace unos 40 años: bolsas, mochilas, chalecos, cintos, sombreros, chamarras y carteras, confeccionadas por él mismo en el taller contiguo de su local.
Los clientes regresan
“Yo les pido un precio bien razonable, tanto para ellos como para mí y de ahí no me muevo yo un cinco, les doy un precio y piénsenlo, si no les gusta ustedes dirán”. Cuenta el comerciante que dicha estrategia le ha funcionado entre sus clientes, quienes durante un tiempo fueron principalmente los “americanos”, algunos europeos e ingleses. Manuel considera que su trato con ellos le ha dejado amistades, como es el caso de los motociclistas que lo visitan, clientes asiduos de la tienda en su mayoría. “Ser honesto con la gente, con mis clientes. Hay veces que regresan, no vienen a comprar, vienen a saludar”, aseguró.
CESAR CURIOS
Al terminar la preparatoria, Irma Gaeta comenzó a trabajar como “limpiadora” en una tienda del pasaje El Sombrero gracias a una recomendación. “En ese entonces, como mexicano, no podías entrar a esas tiendas si no ibas a consumir”.
Cuenta que le enseñaron cómo debía limpiar cada tipo de pieza, desde las artesanías de piel hasta la joyería así como vigilar y atender el negocio al mismo tiempo. Después de un año, sus responsabilidades crecieron, aprendió a usar las cajas registradoras y las terminales pues en aquel tiempo (los ochenta), era muy común el uso de las tarjetas de crédito. Trabajó ahí de seis a siete años; cree que, como muchas tiendas, ésta cerró después del 9/11.
En 1991 empezó a atender la tienda de su esposo “César Curios”, la cual abrió ese año entre las calles quinta y sexta de la avenida Revolución. Comenta que con este negocio pudo pagar su casa, carro e incluso el parto de su primer hijo.
Desde entonces, y hasta la fecha, vende artesanías de piel hechas por talabarteros de Tijuana tales así como sandalias de Michoacán, cintos de Aguascalientes, blusas y textil de Puebla; joyería de plata, “alpaca” y “chapa” de los estados de Guerrero y Jalisco.
¿Por qué cerraron las tiendas?
Irma considera que hubo una época en que los “malos manejos” propiciaron que quebraran las tiendas: “había tanto dinero que no supieron administrarse”, así como robos de los empleados. Pero también debido a ciertos acontecimientos históricos como la guerra del Golfo Pérsico (1990-1991), cuyos estragos recuerda haber escuchado por la radio “no se vendía nada, nomás veníamos a limpiar”, recordó.
Cuenta que con la caída de las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001, los pasajes (una decena a lo largo de la avenida) comenzaron a cerrar, desde los locales del fondo hasta las tiendas del frente.
La prohibición de los eventos masivos con la crisis de la influenza fue otro golpe duro a la economía turística, sin embargo, el periodo más agudo lo relacionó con la violencia que padeció la ciudad “cuando empezaron los secuestros express” y asesinatos, causando que el gobierno de Estados Unidos emitiera “alerta roja” para quienes visitaban la frontera.
“Los pasajes y tiendas de la avenida revolución cerraron como nunca”.
Fue entonces cuando el turismo local “se volvió el cliente”, a pesar de que compraran muy poco. “El mexicano siempre tuvo la idea de que este tipo de calle no era para ellos, por lo caro”. Irma dice que hubo un “cambio estrategia de mercado”:
“ya no le hablábamos al americano sino al mexicano aunque no comprara, para que viera los artículos de buena calidad”. La locataria asegura que gracias a ellos es que aún tienen el negocio “creo que son los que nos han mantenido vigentes” así como muchos migrantes que pudieron “arreglar sus papeles”, quienes cree consumen sus productos para para “acordarse de sus raíces”.
JORGE ESPINOSA
Desde 1945 el diseño de joyería de plata ha sido la principal actividad de la familia Espinosa, cuya primera tienda fue abierta en ese año por Arnulfo Espinosa además de un taller de joyeros que se ubicaba en un segundo piso de la Revolución. Con el tiempo, uno de sus hijos, Jorge Espinosa aprendió el oficio y abrió su propio local en 1982 en el pasaje Ciros, donde actualmente se encuentra.
Además de joyería, la tienda de Espinosa alberga piezas únicas de diverso tipo de arte popular mexicano: esculturas (madera, papel maché, metales, vidrio, etc.), pinturas y grabados, así como fotografías.
“Desde niño siempre me gustó coleccionar arte y estando en el negocio me llamó la atención cosas que los mismos clientes me traían” cuenta en referencia a los objetos que se encuentran en su tienda, mismos que van de cepillos de plata a trofeos.
Para Jorge, el negocio que lleva su nombre no es una “curios shop” (tienda de curiosidades) sino, una tienda de artesanías pues cree que debe de reconocerse el trabajo de los artesanos detrás de cada pieza así como su técnica. Considera que el cambio del concepto se debe a “la apreciación de la artesanía” surgida en la década de los setenta con la llegada de coleccionistas a la región y con el auge de libros especializados.
Gracias a su buena amistad con los artistas Benjamín Serrano (Tijuana, 1938-1988) y su esposa Daniella Gallois (Francia 1936- Tijuana 2006) introdujo la pintura en su negocio. Actualmente Antonio Barajas es su principal colaborador, quien desde hace unos 8 años han pintado en sus locales.
MÉXICO CURIOS
Siete años de trabajo le costaron a Héctor Santillán adquirir su tienda México Curios, la cual fue pagada en su totalidad con las utilidades de sus ventas en el local que ya administraba hacia 1952 para el entonces dueño, Diego Hinojosa.
El contacto con los negocios de la avenida Revolución fueron consecuencia de su estrecha relación con el hipódromo de Caliente, donde a temprana edad hizo de modelo para recibir a los visitantes extranjeros. Las carreras de caballos que ahí se celebraban así como las corridas de toros que se llevaban a cabo hasta dos veces al día en Playas de Tijuana y Agua Caliente, durante los fines de semana, fueron las principales atracciones del turismo estadounidense, de acuerdo con el comerciante.
“Significa tanto las corridas de toros a la avenida Revolución que en aquella época nos llenaba de turismo”, cuenta que durante las décadas sesenta y setenta los comerciantes de la avenida esperaban a que terminaran los eventos para recibir a los turistas. Además de artesanías de todo tipo, en esta tienda se podían encontrar prendas alusivas a la fiesta taurina: cubiertas de banderillas, el “sombrero cordobés”, la bota española marca “tres Z”, capote y hasta la corbata del matador de toros que era “moda a nivel internacional”.
“Tijuana es una ciudad bendita, porque parece un embudo, vienen a California y caen a Tijuana” dijo el comerciante en relación al numeroso contingente turístico de soldados y marinos que llegaban con sus familiares, después de la segunda guerra mundial, a principios de los años cincuenta. Según sus cálculos, el 80% del turismo de Estados Unidos, provenía principalmente de California.
Con cargos en diversas asociaciones y cámaras, Santillán obtuvo los derechos de propiedad del pasaje Gómez hacia 1970, cuyos locales vio cerrar con las crisis de los años 2000. Después de la caída de las torres, a la cabeza de la Cámara de Comercio, Santillán logró contabilizar el cierre de 70% de las 3 mil 500 tiendas de la avenida principalmente de los pasajes, los cuales forman parte del trazado de las calles de la Revolución.
Cuenta que además de turistas, dejaron de venir los artesanos que distribuían sus piezas entre los locatarios, razón por la que en el 2003 viajó a distintos estados del país para traer artesanías y colocarlas en las divisiones que actualmente tiene su tienda.
EMPORIUM
La tienda inició hace más de 50 años con la venta de piezas artísticas de importación, pues de la producción mexicana únicamente contaba con ropa hecha a mano. A raíz de clientes con los que el antiguo dueño hizo relación, particularmente por consejo de una de ellas, comenzó a hacer contacto con diversos artesanos de nueve estados de la república mexicana de los que actualmente tiene piezas en exhibición: Jalisco, Guerrero, Oaxaca, Estado de México, Chihuahua, Puebla, así como de la producción local, entre otros.