Entender el llamado empoderamiento femenino desde una perspectiva meramente masculina en pleno Siglo XXI resulta complejo y complicado. Y ciertamente lo es porque al vivir en una sociedad prominente machista, refiriéndome a la mexicana, con todo y los muy importantes avances que hemos logrado en temas de equidad de género es el día de hoy en el que muchísimos hombres, sin importar edad y condición, siguen sin poder entender lo importante que resulta concederle a la mujer mérito alguno cuando ésta, por determinación propia, decide ser exitosa, independiente, autosuficiente.
Por principio de cuentas, ¿qué debemos entender por empoderamiento femenino? Para entender el concepto, primero debemos remontarnos al año de 1995 a la Conferencia Mundial de las Mujeres que se celebró en China. Ahí, por primera vez se contempló el aumento de la participación de las féminas en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder (político, empresarial, etcétera), lo que nos lleva a la toma de conciencia del poder que de manera individual y colectiva ostentan las mujeres en cuanto a la recuperación de la propia dignidad de las mujeres como personas.
En México y en Latinoamérica, aunque básicamente se trata de un fenómeno que se presenta básicamente en todo el mundo, en los países del llamado Primer Mundo también, es común que la respuesta masculina hacia el empoderamiento femenino vaya impregnada de dos ingredientes principales: el machismo y la misoginia. Y es que si algo caracteriza al comportamiento desde los primeros estertores de nuestra civilización es que éste considera a la mujer como un ser inferior, lo que le dificulta entender y aceptar los esfuerzos de ésta por ser independiente y por cimentarse una existencia libre de dependencias y codependencias, lo que ha derivado en terribles y ancestrales estereotipos que de alguna manera u otra se han encargado de obstaculizar el pleno desarrollo de las mujeres hacia cualquier ámbito.
Por lo tanto, es de esencial urgencia y sensibilidad que desde la infancia los hombres sean educados de tal manera que puedan comprender y asimilar que la presencia de las mujeres en sus vidas de ninguna manera tiene que entenderse como una oportunidad para aprovecharse o sacar ventaja de alguien, o, en su defecto, que deban ponerse en guardia porque “en automático” entrarán en una encarnizada competencia para averiguar quién es mejor y/o superior.
Sin embargo, estos tiempos modernos, afortunadamente, también nos han permitido atisbar en una nueva especie de caballeros cuya sensibilidad e inteligencia les ha permitido disfrutar de los beneficios de estar rodeados de mujeres empoderadas, porque es un hecho incontrovertible que las sociedades humanas conformadas por individuos extirpados de complejos y estereotipos tienden a sacar lo mejor de todos aquellos que se involucran en éstas. Y es que hay que entender el empoderamiento femenino más allá de las cuestiones antropológicas o psicosociales. Una mujer con voz y voto en todo aquello en lo que se involucra siempre será bienvenida en cualquier parte porque, al final del día, si queremos empezar a avanzar en temas de igualdad debemos permitirle a todo mundo, no nada más a las mujeres, un piso parejo para que podamos superar todos esos rezagos que nos impiden crecer como individuos y como sociedad.
Y tú ¿quieres a una mujer empoderada en tu vida? Te lo dejo de tarea…