Inmunizado de aquellos convencionalismos sociales que antaño le exigían, por decirlo de algún modo, salir a buscarse una mujer menor que él para empatar con ella, ya fuera en plan de conquista o en plan serio y formal, el hombre actual ya no se fija tanto en cuestiones de edad para hacerse de compañía femenina y en lugar de eso su expectativa ahora va más allá de esa vieja limitante que en el pasado los hacía sentir señalados por preferir la compañía de una fémina madura.
Hoy por hoy, el dilema al que se enfrentan los hombres al momento de elegir a una mujer madura en lugar de una jovencita o viceversa, va más allá de cuestiones cronológicas y supera aquellas barreras de índole social que, por ejemplo, enfrentaban nuestros padres y nuestros abuelos al momento de fijarse en una dama contemporánea a ellos o, ¡peor aún! (gritaban seguramente los conservadores) mayor que ellos.
Cierto, sin importar la edad, históricamente las mujeres entre ellas han protagonizado una competencia encarnizada no sólo para acaparar a los ejemplares masculinos, sino también para demostrarse las unas a las otras que son mejores, algunas anteponiendo su juventud y energía y las otras utilizando como principales armas la madurez y la experiencia.
Sin embargo, al analizar el comportamiento masculino actual, a partir de la década de los noventa, finales de los ochenta si me permiten ubicarlo con mayor exactitud, queda de manifiesto que las mujeres maduras poco a poco han empezado a ocupar cada vez más y más un espacio preponderante en el gusto y preferencia de aquellos caballeros a quienes superan en edad. Tanto, que el término cougar (que se utiliza para referirnos a una mujer madura que prefiere la compañía de hombres menores a ella) es sumamente popular en varios estratos sociales y cada vez es menos visto de forma recelosa por aquellos que solían condenar este tipo de match.
Y es que tener como pareja a una mujer madura lleva consigo una serie de ventajas (aunque también sus desventajas, claro está) que le permiten a un hombre llevar su relación de manera más estresada que si estuviera con una muchachita veinteañera.
Obviamente me estoy refiriendo a una independencia emocional, familiar, financiera, laboral e incluso sexual que le allanan el camino a un varón a poder planear y llevar su relación con menos presiones: los hijos de su pareja ya no son unos niños, ésta tiene una estabilidad profesional (la mayoría de las veces) y en la intimidad el sexo ya no lleva la etiqueta de que “debe ser para procrear”, entre otros factores.
Sin embargo, para que una relación hombre joven-mujer madura funcione adecuadamente, la interfecta debe de ser bastante equilibrada psicológicamente para que nada pueda enturbiar el panorama entre ambos.
No hay que olvidar que las mujeres vivimos constantemente con la autopresión de que cada día transcurrido su belleza y vitalidad irán minando en beneficio de alguna zorra juvenil que pueda estar al acecho. Igualmente (y esto afecta tanto al hombre como a la mujer), se requiere de una inteligencia emocional bastante alto porque a pesar de la apertura y la aceptación para este tipo de parejas, aún existen varias resistencias de distinto nivel que pueden sembrar la duda en ambos. ¿Por qué?, por que a muchos todavía nos afecta en demasía el qué dirán y las críticas de nuestro primer círculo social (familia y amigos).
Las jovencitas, hay que reconocerlo, también son seductoras y encantadoras, pero está comprobado que hoy por hoy las maduras van ganando terreno en el gusto masculino y para botón de muestra salgan a la calle y pongan mucha atención en las parejas que caminen cerca de ustedes.Photo by Fing’rs