El largo camino por el cuál las uvas se trasforman en vino conlleva una serie de procesos y cuidados, que abarcan el toque único y distintivo de la tierra en la que se cultivan, la impregnación de los aromas y sabores de la barrica en la que se añejan, e incluso hasta el momento de su vendimiaje.
Beber vino es un arte que se descubre y compone con las herramientas adecuadas, diseñadas que el elixir resalte en todo su esplendor. Desde la botella y su corcho, cada herramienta está diseñada para que las características propias de cada varietal impregnen los sentidos y los recuerdos con su sabor. Una de las herramientas más importantes es la copa.
Si cada uva es diferente y por tanto su sabor, cada vino merece ser bebido en una copa especialmente diseñada para resaltar sus cualidades, para honrarlos y llevar al consumidor en un viaje de descubrimiento de sensorial. Así es Riedel, la única cristalería gourmet especializada del mundo, que posee diferentes formas y tamaños de copas diseñados para cada tipo de vino.
Una forma fácil de identificar si el sabor del vino varía al beberlo en una copa Riedel es muy simple. Basta con tomar el vino directamente de la botella, después beberlo en una taza, un vaso para agua, una copa de plástico… en cada sorbo el vino se vivirá diferente, en algunos casos con resultados poco agradables, demostrando que no hay manera más directa de arruinar un vino que bebiéndolo en el contenedor incorrecto.
La forma de cada copa Riedel está diseñada para permitir el paso de aire en función con las características de cada uva, logrando que emane toda la paleta de aromas del vino, porque saborearlo implica también el olfato y no sólo el aroma. Para llenarse los labios con el dulce sabor del vino, influye la calidad del mismo y el respaldo de la bodega productora, así como una hermosa copa Riedel que despliegue sus secretos.