Reza la sabiduría popular que “cada cabeza es un mundo” y en el universo medico los especialistas aseguran que no existen dos casos idénticos de gripe. Si nos basamos en este par de aforismos, bastante contundentes por cierto, para clasificar o identificar el tipo de relaciones de pareja existentes en la actualidad, seguramente nos quedaremos muy cortos para describir las características que cada uno de nosotros, hombres y mujeres por igual, buscamos no en nuestra pareja, sino en nuestra relación.
Primero que nada no debemos sustraernos a una verdad irreductible y de lo que ya hemos hablado anteriormente en este espacio: una cosa es el hombre o la mujer de nuestros sueños y otra cosa muy distinta es el hombre o la mujer de nuestra vida y rara vez ambos logran combinarse. Sin embargo, fundamentándonos en la experiencia que nos dejan nuestras experiencias previas y el aprendizaje asimilado indirectamente por aquellas parejas que están cerca de nosotros (nuestros padres, nuestros hermanos mayores, nuestros amigos, etcétera), llega a ser un ejercicio bastante sencillo proyectar el tipo de relación en la que queremos estar involucrados y cuyo hilo rector sea el amor.
Hoy por hoy, todavía hay personas cuya expectativa es unirse en matrimonio con alguien más por todas las de la ley, esto es casados por lo civil y casados por la iglesia. Tener una vida matrimonial enmarcada en esta circunstancia a muchos les da plena certeza de muchas cosas tangibles e intangibles. Sin embargo, no es garantía de que vayan a vivir felices para siempre.
Asimismo, estos tiempos actuales nos presentan las parejas que viven en unión libre, lo que hace algunas décadas era causa de un escándalo y un escarnio social mayúsculos, pero hoy ya no lo es. Estas sociedades suelen funcionar muy bien, con acuerdos bien definidos y una noción clara de que pese a no contar con algún papel legal o religioso que los acredite como marido y mujer tanto uno como el otro asumen su rol con total compromiso. Aunque a decir verdad, muchas personas que viven en unión libre viven con el pensamiento de que su relación bien podría no durar mucho tiempo.
También hay parejas muy modernas y sui géneris que con todo y estar vinculados aunque sea por el civil, por su estilo de vida y respeto a su espacio personal deciden vivir separados, cada uno en su casa y reunirse los fines de semana. Y esta circunstancia no necesariamente tiene que ir aparejada con inmadurez, irresponsabilidad o libertinaje, porque hay parejas que viven bajo este esquema y jamás han experimentado infidelidad alguna.
Igualmente también debemos considerar a las parejas que deciden tener hijos y también a aquellas que deciden no tenerlos. Cada uno de estos dos núcleos cuenta con peculiaridades muy bien definidas que para ser llevados con éxito se requiere de mucha madurez y compromiso. Y en estos dos rubros también hay parejas que determinan, una vez que sus hijos ya son maduros y emprenden el vuelo, dedicarse al 100% en ellos mismos y se compran una casa de retiro en un lugar apartado de donde viven los hijos o invierten sus ahorros para vivir viajando por todo el mundo permanentemente.
En un nivel de parejas más liberales, también debemos considerar a aquellas que para mantener viva la llama de su pasión deciden incursionar en el mundo swinger, lo que les permite ampliar su espectro sexual sin poner en juego sus sentimientos y así no caer en el tedio y el aburrimiento provocados por la monotonía y el transcurrir de los años.
Pero éstos son tan sólo unos cuantos ejemplos del tipo de relación al que podemos aspirar. Existen muchas alternativas más que de acuerdo a nuestro plan de vida y al de nuestra pareja pueden dar paso a relaciones de características y dinámicas únicas y que al final del día sólo son similares en tres ingredientes elementales: el amor, el respeto y el compromiso.