Considerado la principal interacción y la muestra de afecto más contundente entre dos personas que se aman, incluso por encima del sexo, el beso juega un papel preponderante en la comunicación y el desarrollo de la pareja, por lo que es algo más (¡muchísimo más!) que un mero acto de presionar nuestros labios contra los de otras personas como una expresión de afecto, de saludo o de amor.
Asimismo, de acuerdo con el psicólogo estadounidense David Coleman, autor del libro Inteligencia emocional, el beso es el único de todos los actos de vinculación afectiva entre los humanos (hablando exclusivamente de las parejas) en los que se utilizan los cinco sentidos, por lo que mientras más tiempo invirtamos en besarnos con la persona a la que amamos, nuestra comunicación sexual será más óptima e intensa.
Al ser un foco extremadamente sensitivo, por las diversas terminaciones nerviosas que ahí se encuentran y que tienen la principal función de transmitir impulsos eléctricos en el reconocimiento del entorno de algún animal, incluidos el de nosotros los seres humanos, que somos animales racionales, desde tiempos ancestrales el beso es considerado como un elemento cultural y social en la vida humana, ya que surge de un patrón instintivo de nuestro comportamiento, por lo que tiene una función social determinante en el proceso de cortejo.
Refiriéndonos a nuestra sexualidad no debemos olvidar que el contacto labial involucra la acción nerviosa destinada a la estimulación erógena, la cual se manifiesta a través de impulsos eléctricos producidos por la acción neuronal que se desata cuando entran en acción la piel labial, la zona supralabial, la saliva y la lengua. Esto propicia estimulación nerviosa y el resultado cerebral se traduce en la liberación de oxitocina, dopamina y adrenalina, generando así diversos efectos físicos, como la excitación (la erección del pene y la del clítoris son claros ejemplos de ello).
Entre los diversos tipos de besos, podemos considerar desde los más suaves y/o inocentes hasta los más atrevidos y subidos de tono. En un primer nivel de intensidad podemos considerar los llamados besos de piquito, el seco, con el primero caracterizándose por haber apenas un roce de labios, siendo muy rápido y el otro cuya peculiaridad es que dura acaso un segundo y anuncia que a futuro podría haber un beso más profundo y atrevido… aunque no siempre es así.
El beso de succión, no siempre es el favorito de algunas mujeres, sobre todo aquellas que sienten asco o repulsión al momento de que sus labios son succionados con un frenesí incontrolable; enseguida viene el beso mordelón, que consiste en el mordisco mutuo de los labios, principalmente el interior. La consistencia de éste puede conducir a una alta excitación.
El de lengüita de gato es muy conocido y poco practicado en la actualidad, porque much@s ya lo consideran cursi, pero por sus características se trata de un beso juguetón y sorpresivo, porque cuando uno de los dos protagonistas retira sus labios rápida e intempestivamente da un suave, firme y delicado lengüetazo sobre los labios de la persona amada. La sensación puede ser tan sorpresiva como placentera. ¡Inténtenlo!
El beso de resorbete ya es para los avanzados y se aplica sorbiendo ambos labios de la pareja y pasando suavemente la lengua sobre ellos y explorando a una profundidad media en la boca de la otra persona. Es como cuando uno está saboreando un suculento helado. Sin embargo, no debemos olvidar que al momento de estar con nuestra pareja los besos pueden aplicar en cualquier parte del cuerpo, no sólo en los labios.