Más que una declaratoria de amor, esta antiquísima frase cliché a muchísimas personas, hombres y mujeres por igual, bien les puede sonar a una terrible condena inconmutable. Sin embargo, cuando analizamos, superficial y profundamente el significado de estas seis palabras juntas, nos damos cuenta del enorme peso específico que poseen en las vidas de aquell@s que verdaderamente se las tomaron en serio y aunque llueva, truene o relampaguee están totalmente dispuest@s a respaldar con sus acciones el compromiso que éstas conllevan.
Tener una relación de pareja, primero de noviazgo y posteriormente de matrimonio, tiene serias implicancias que impactan el sentir, el pensar, el decir y el hacer de ambos componentes porque, más allá del emocionante y efímero enamoramiento, cuando aterrizamos nuestras emociones en un plano de pretender construir con ellas un proyecto de vida con otra persona, se vuelve de vital importancia reflexionar lo que estamos dispuestos a hacer para forjar un vínculo sólido y duradero con ese hombre o esa mujer a quien elegimos para pasar el resto de nuestra vida.
Cierto, todo va relacionado con la escala de valores que desde niños nos inculcaron en el seno familiar. Si crecimos al interior de un hogar en el que el precepto más alto es la unidad y ésta es producto del amor irrestricto, ese que es capaz de superar obstáculos, problemas y dificultades, lo más seguro es que ya en la adultez nuestra aspiración será buscar una relación duradera, inquebrantable y llena de compañerismo. En pocas palabras, el sentido de trascendencia será el fin y no el medio.
¿Cuántas veces hemos escuchado, a lo largo de nuestras vidas estas palabras? “Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte todos los días de mi vida…”. Ahora bien, ¿cuántas veces (incluida aquella o aquella en las que nos tocó recitarlas) verdaderamente hemos reflexionado respecto al significado de éstas? Tenemos y debemos entender que nuestra existencia se define por el tipo de contribuciones que deseamos dejar en el mundo y los juramentos, en la mayoría de los casos, siempre nos ayudan a aquilatar el verdadero específico de la seriedad con la que tomamos a nuestra pareja.
Cierto, la frase “hasta que la muerte los separe” cambia de significado a medida que transcurre el tiempo de nuestro noviazgo y nuestro matrimonio. Los años confirman y reafirman las promesas hechas y, nos guste o no, los años no se pueden detener y mucho menos las transformaciones que éstos provocan en los hombres y las mujeres que cohabitan, coexisten y conviven de lunes a viernes los siete días de la semana.
Damas y caballeros por igual, estando juntos y por separado también, aspiran a cosas totalmente distintas a lo largo de sus vidas. Las luchas individuales y colectivas los van a definir como individuos y como pareja, por lo que se requiere no sólo de amor y respeto para alcanzar la estabilidad en su vínculo matrimonial.
Ser amigos, socios, cómplices, amantes y colegas en el día a día requerirá de mucho esfuerzo, compromiso, dedicación, respeto, tolerancia, paciencia y un kilométrico etcétera por ambas partes. Por ello, todos tenemos que entender y aceptar que el “hasta que la muerte los separe” significa darlo todo y sin medida hasta que ya no nos queden fuerzas, en un marco de total libertad y convencimiento, porque al final eso será justo lo que nos dará nuestr@ espos@.
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