Hay quienes aseguran que una ruptura, refiriéndonos exclusivamente en términos sentimentales y emocionales, o sea romper con un noviazgo o un matrimonio, puede llegar a ser incluso más doloroso que atravesar por la muerte de un ser amado. ¿Será?
Definitivamente, tanto para hombres como para mujeres, es ésta una de las pruebas más duras para la estabilidad emocional. Sin embargo, a pesar de la desolación y del dolor que se experimentan al momento de ser parte de una ruptura (sí, sólo somos una de las dos partes, aunque a veces hay más actores involucrados), siempre es importante analizar los motivos por los que se presenta. Los vínculos y las dependencias nos remiten a forjar sentimientos encontrados que nos confunden, nos enojan, nos entristecen y nos ubican en una situación en la que, cuando menos en una primera instancia, sólo podemos sentir dolor… mucho dolor.
Pero, ¿alguna vez se han puesto a analizar la legitimidad de este dolor?, ¿por qué surge éste y cuál es la verdadera razón por la que lo estamos experimentando? ¿Se trata acaso de un dolor real emocional o un falso dolor producto de ver mancillada nuestra autoestima o por quedar socialmente expuest@s debido al rompimiento que se nos está presentando? Muchas son las interrogantes que podemos plantearnos para diseccionar nuestros sentimientos al momento de querer descubrir las verdaderas causas que nos tienen postrados en un (aparente) estado de definitiva desolación.
Una relación de pareja, y todo lo que viene aparejado con ella, es una especie de proyecto de vida en la que invertimos muchísimas cosas tangibles e intangibles: tiempo, esfuerzo, sentimientos, planes, tod@s a inmediato, corto, mediano y largo plazos. Poco a poco, junto a esa persona a la que hemos elegido para vincularnos en todos los sentidos, vamos construyendo un sinfín de circunstancias y situaciones que nos hacen ir entregando cada día más y más y más… hasta que un (mal) día el destino puede presentarnos un viraje totalmente inesperado y resquebrajar desde los cimientos todo aquello por lo que hemos luchado durante años.
Una infidelidad, una deslealtad, las llamadas diferencias irreconciliables… la verdad es que pueden ser muchísimas las razones por las que un hombre o una mujer deciden ponerle un alto definitivo a su relación de pareja y propiciar una ruptura, la cual en la mayoría de los casos viene acompañada de consecuencias devastadoras que nos afectan profundamente en todos los sentidos. A veces la fortaleza espiritual y mental de cada uno nos permiten salir adelante por nosotros mismos, pero en otras ocasiones para superar el dolor, el trauma, el marasmo, requerimos de muchísima ayuda: de nuestra familia, de nuestros amigos e incluso de un profesional en estos entreverados temas.
Apostar a encerrarnos en nuestro propio dolor y desdicha no nos ayudará en nada para encontrar la luz al final del túnel. Es importante emprender una evaluación y una autoevaluación de la coyuntura que se nos está presentando y no permitir que las nubes de la duda, el resentimiento, la autoconmiseración y la venganza oscurezcan nuestro sentir, nuestro pensar y nuestro hacer.
El dolor es real y definitivo. Depende de nosotros si queremos vivir con él y en él de manera permanente, o si queremos superarlo y aprender la lección que nos viene a enseñar cuando se presenta.
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El inexplicable dolor de Robin Williams
En una primera instancia se especuló que la causa de la muerte del actor Robin Williams, el 11 de agosto del año pasado, se debió a una sobredosis de drogas y alcohol. Sin embargo, la necropsia que se le practicó arrojó negativo en ambas sustancias y se supo que su fallecimiento se debió a un “suicidio”, que no está del todo esclarecido. Pero lo verdaderamente triste del caso fue que su esposa y agente, Mara Buxbum, declaró que había perdido al mejor esposo del mundo y a su mejor amigo, pero… ¿acaso ella jamás notó que su marido atravesaba por una profundísima depresión producto de un sinnúmero de problemas que lo atribulaban?