Soluciones simples para problemas complejos
Sara estaba manejando con sus dos hijos sentados atrás. Acababan de terminar de hacer unas compras y ahora pasarían a recoger a la tía Sofía, pero en el camino debían decidir donde irían a almorzar. Sara no terminó de hacer la pregunta cuando sus hijos ya comenzaron a discutir entre ellos. Román quería ir al restaurante chino y Andrés quería unos tacos de carne. La discusión comenzó a escalar para incluir unos cuantos insultos.
Es difícil poder vivir sencillamente, y el que lo logra puede vivir feliz.
Sara rápidamente pensó en lo que había aprendido en el curso de resolución de conflictos que había tomado recientemente y recordó la importancia de escuchar atentamente al otro. Así que con voz firme ordenó a sus hijos a que se escucharan mutuamente y no hablaran uno encima del otro. Sara estaba segura que esto podría ayudarlos a resolver el problema. Los niños se escucharon uno al otro de mala gana y rápidamente concluyeron que el otro decía puras tonterías sin fundamento. Así que pronto comenzaron nuevamente los gritos y las discusiones. Esta vez Sara recurrió mentalmente al manual que había recibido en un curso de entrenamiento para padres. Allí hablaba de la relación entre los hermanos que continúa aun después del fallecimiento de los padres. Sara, entonces, comenzó a sermonear a sus hijos acerca de la importancia de la unión y la amistad entre los hermanos. Los niños pusieron los ojos en blanco y continuaron peleando.
Sara se sentía desesperada. ¿Cómo podía hacer para que sus hijos comprendieran? Comenzó a considerar la posibilidad de ver a un psicólogo para ayudarles a llevarse mejor, manejar sus sentimientos y ponerse de acuerdo.
En ese momento arribaron a la casa de la tía Sofía que ya los estaba esperando junto a la puerta. Sofía se subió al auto y Sara le relató sus penas. Luego de escuchar en silencio Sofía sugirió: «¿Por qué no tiran una moneda? El que gana, elige.»
Para sorpresa de Sara, los niños inmediatamente aceptaron; tiraron la moneda, Román ganó y Andrés accedió.
Regresó la calma y Sara no lo podía creer. ¡Cómo una solución tan simple había solucionado el problema sin necesidad de buscar explicaciones profundas o asistencia profesional! Por un buen rato Sara permaneció boquiabierta
LA RECETA
Viviendo sin complicarse
INGREDIENTES
- 1 lata de objetividad
- 2 rebanadas de simplificación
- 1 taza de aceptación
- 5 gotas de claridad
RECOMENDACIÓN DEL CHEF
MODO DE PREPARACIÓN
- No hay que buscar problemas donde no los hay. Simplificarse la vida ayuda a vivir mejor.
- Hay que aceptar que no todo tiene explicaciones profundas y ocultas. Simplemente hay cosas que hay que tomarlas tal cual son; entre más se busca un significado que no existe, más se aleja de lo que realmente es.
- Vivimos una vida complicada. Se ha perdido la sensibilidad de ver las cosas con simplicidad, dándole vueltas a algo que no merece tantas explicaciones ni tiempo. Las cosas esenciales son