¡Qué fácil es tratar con respeto y amablemente a nuestros superiores o a la gente de la cual dependemos o necesitamos, ya sea nuestro jefe, el médico que nos está por operar, el presidente de la compañía para la que trabajamos, o alguien que consideramos importante!
Cuando uno ayuda a otro realmente se está ayudando más a sí mismo. Su carácter se endulza, sus rasgos se ennoblecen y su alma cambia para siempre.
¿Pero qué sucede cuando se trata de alguien que no creemos que es suficientemente importante como el vecino, el colega o algún conocido, alguien con otra posición social, económica o cultural diferente a la nuestra? ¿Nos conducimos con ellos con el mismo respeto? ¿Les damos el mismo trato y atención?
Ciertamente deberíamos, ya que es nuestra obligación tratar a todos con el mismo respeto que nos gustaría recibir. Además, nunca se saben las vueltas de la vida… el día menos pensado puede tratarse justo de la persona que puede cambiar nuestro destino.
Abel, un estudiante de abogacía lleno de grandes aspiraciones y siempre listo para aprender, entró a trabajar a una compañía prestigiosa. Siendo el más joven y sin experiencia tenía mucho que aprender. Se llevaba bien con la gente del trabajo excepto con Selena, una asistente legal. Ella trabajaba como ayudante legal de los abogados de la organización y como parte de su trabajo le asignaron la tarea de asistir también a Abel con lo que necesitara. Si bien Selena era muy competente, reservaba sus buenos modales para sus superiores, abogados con poder dentro de la compañía. En cambio, cuando tenía que ayudar al jovencito de Abel lo hacía de mala gana, muchas veces se negaba a hacer lo que él solicitaba y tenía una mala actitud hacia él. Después de todo, no deseaba esforzarse por ayudar a un estudiante que recién comenzaba a trabajar y que quizá ni iba a durar demasiado en la compañía.
Abel se recibió de abogado, continuó unos años trabajando en la empresa y luego encontró un mejor empleo en otra compañía. Pasaron los años y Abel continuó creciendo en su profesión hasta alcanzar uno de los puestos ejecutivos más altos dentro de su organización.
Años más tarde, un buen día, Abel recibió un llamado inesperado. Era Selena, que le contó que después de haber trabajado 24 años en su compañía, debido a la crisis económica perdió su trabajo y necesitaba buscar uno nuevo. Se enteró que en la empresa donde estaba Abel estaban buscando a alguien con su experiencia. Las calificaciones de Selena eran perfectas para esa posición.
Hubiera sido muy fácil para Abel conseguir que su compaña contratara a Selena y era cierto que ella tenía la experiencia necesaria calificada para ese trabajo. Pero Abel no tenía el deseo de ayudarla. Recordó el alivio que había sentido años atrás, al no tener que trabajar más con ella. ¿Por qué querría ahora incluirla en su equipo de trabajo?
Debido a la crisis económica había varios otros candidatos capacitados, quizá con menos experiencia que ella pero con una mejor actitud y una buena disposición. Fue así que Selena perdió la oportunidad de tener ese trabajo. Quizás todo hubiera sido distinto si años atrás hubiera tratado a Abel con el respeto y la dignidad que él se merecía.
Después de todo, nunca se sabe para quién se trabaja
LA RECETA
Lo que das, recibes
INGREDIENTES
- 2 cucharadas de bondad
- 1 taza de respeto
- 1 rebanada de aceptación
- 3 gotas de humildad
- 1 manojo de cortesía
RECOMENDACIÓN DEL CHEF
Todas las personas tienen el mismo valor y la misma oportunidad.
MODO DE PREPARACIÓN
- Todas las personas tienen el mismo valor. Sin excepción se debe tratar a todos con bondad y respeto. El desprecio y la prepotencia sólo lastiman, alejan y pudren las relaciones.
- Es importante tratar bien a todos los que nos rodean; siempre algo se puede aprender o algún día necesitar. Cuando se tiene una actitud agradable, positiva y humilde con los demás se crea una energía positiva que regresa a uno en el momento o lugar menos pensado.
- Para aceptar a las otros es preciso aceptarse a uno mismo primero. No se puede dar o exigir aquello que no se posee o no se conoce.
- La vida es corta y las circunstancias pueden cambiar inesperadamente. Los actos de bondad, los detalles y las atenciones que se hacen son en sí la única herencia que uno puede dejar en este mundo.