¡Qué maravilla es ver crecer a los hijos! Sin embargo cuando se van ¡cómo duele!
Cuando nos convertimos en padres de familia, se transforma nuestra percepción de la vida, cambian nuestros intereses y crecen nuestras responsabilidades. Indudablemente, los hijos nos hacen mejores personas, nos complementan y se convierten en una razón muy poderosa por la cual vivir, luchar y salir adelante. Les dedicamos tanto tiempo, cariño y esfuerzo que sentimos que ellos nos pertenecen y se nos olvida que llega un dia en que ellos tienen que partir y probar sus alas.
Como padres hay que darles a los hijos todas las herramientas posibles para que cuando se vayan de la casa estén preparados para tomar buenas decisiones, sean independientes y vivan felices.
Dulce y Pedro no pueden estar más contentos y orgullosos de su hija Dalia, que se ha ganado una beca para ir a estudiar fuera del país. Ambos saben que es la mejor oportunidad para que su hija aprenda, crezca y conozca el mundo.
Tambien están concientes del privilegio y de lo afortunados que fueron al tener a esta jovencita talentosa, dedicada y sobretodo, una hija exepcional.
Paulatinamente, la alegría y el orgullo que sintieron cuando recibieron la notica de la beca, se ha ido diluyendo y hasta transformando en miedos y mucha tristeza. Muchos preparativos, formas para llenar, doctores que visitar, equipaje que preparar, uniformes… ¡En fin! Dalia se va por dos años a un pais europeo, un lugar lejano que sus padres no podrán visitar fácilmente, ya que es muy lejos y costoso.
Se va la niña de la casa. ¡Qué orgullo pero qué dolor! ¿Cuándo fue que esta bebecita creció y se soltó de las manos de sus padres? ¿No fue acaso tan sólo ayer cuando sentían este mismo dolor al dejarla por primera vez en la escuela?
Pedro y Dulce se llevan muy bien entre sí pero temen entrar en esta nueva etapa de sus vidas y cada quien siente la partida de la hija de una manera distinta.
Pedro se ha enfermado y ha perdido el apetito por unos días; su silencio lo dice todo, sabe que su pequeña se ha convertido en una joven, curiosa y muy preparada, lista para salir a descubrir el mundo.
Por el otro lado, Dulce llora por cualquier cosa, sus lágrimas delatan su vació. Tiene miedo por lo que le pueda suceder a su hija, después de todo nunca ha vivido fuera de su hogar. Se preocupa de cómo la vayan a recibir en la nueva escuela, espera que nada le falte; ella siempre la ha cuidado, Dulce y Dalia tienen una relación muy cercana. Conversan todas las noches, salen a pasear, cocinan juntas y comparten muchos momentos difíciles de olvidar. Dulce sufre ya que siente que una parte de ella se va. La deja ir con gusto pero también con dolor.
LA RECETA
Dejando Ir a los hijos, hay un tiempo para todo
INGREDIENTES
- 1 manojo de valentía
- 2 racimos de confianza
- 1 cucharada de fe
- 2 tazas de amor incondicional
- 1 pizca de gratitud
RECOMENDACIÓN DEL CHEF
Si el hijo no está emocionalmente listo para poderse ir, puede afectarse su desarrollo personal.
MODO DE PREPARACIÓN
- Es difícil dejar ir a los hijos; sin embargo, retenerlos es imposible. Por naturaleza los padres siempre quieren cuidar y proteger a sus retoños, al igual que estos constantemente están buscando la manera de salir, volar y conocer nuevos horizontes. Limitarlos sería perjudicarlos.
- La separación en el momento adecuado fortalece los lazos familiares. Cuando los hijos se sienten libres y saben que pueden tomar sus propias decisiones, sin que nadie les imponga su punto de vista, ellos regresan por gusto y piden la opinión de los padres.
- Uno de los placeres más grandes de la vida es ver crecer a los hijos. Poder disfrutar de como los hijos maduran, se convierten en seres independientes, productivos y sobrepasan las propias enseñanzas, es una satisfacción muy especial ya que cada hijo es una extensión de nuestro propio ser.