De acuerdo a los convencionalismos sociales, existe una muy delgada línea que separa el buen gusto del malo. Sin embargo, al igual que conceptos como el bien y el mal, éstos son meramente subjetivos. O sea que, según la men- talidad y valores que maneja cada individuo, para algunos pueden ser positivos o negativos, blancos o negros…
Lo mismo pasa con el erotismo y la pornografía, esos dos eternos rivales que bien pareciera que todo el tiempo van ligados o, en su defecto, de acuerdo a quienes nos dictan cómo pensar y actuar, son diametralmente opuestos y uno como el otro corren en sentido contrario, pero que de alguna manera, desde tiempos inmemoriales conviven, cohabitan y coexisten en cada uno de nosotros, cada cual a su modo.
Ciertamente el erotismo es inherente en el ser humano; éste alude a una realidad total, a la relación que empata
las sensaciones de nuestro cuerpo con los deseos y los pensamientos; mientras que la pornografía da la impresión de que objetivo principal (y único) es provocar, sí o sí, la excitación sexual a través de la exhibición, en un primer plano, de los genitales, tanto los masculinos y femeninos, degradando a su mínima expresión y valor a aquéllos que participan en tan denigrante actividad. ¿Será?
Sin embargo, y aquí entra el debate sobre la presunta utilidad de la pornografía en el desarrollo psicosocial del individuo como ente erotizado: muchísimas personas, hombres y mujeres reconocen que ésta si se le despoja del morbo y culpa con el que suele venir envuelta puede ser utilizada como “herramienta didáctica”. En consultorio, reconozco que he tenido muy interesantes conversaciones con pacientes que sin vergüenza alguna me presumen que gracias a la pornografía han mejorado su técnica al mo- mento de practicar el sexo oral, a saber la ubicación exacta del clítoris o a encontrar diversas posiciones sexuales que ni a ell@s ni a sus parejas se les hubieran ocurrido.
Como pueden ver, estimad@s lectores, es el eterno de- bate del vaso medio vacío o el de “lo que no le sirve a otros me puede servir a mí”.
Es verdad, no podemos sustraernos al incontrovertible hecho de que la pornografía misma puede venir acompa- ñada de circunstancias sumamente desagradables capaces no sólo de incomodar o escandalizar a sus destinatarios, sino que también llaman a despertar nuestra conciencia porque podría promover conductas no sólo condenables, sino castigables (pedofilia, violación, zoofilia, etcétera). Pero aquí también cabe el ejercicio de nuestro criterio para rechazar aquello que no sólo nos ofende en lo personal, sino también como sociedad.
El erotismo, en cambio, es inherente a la condición humana, a la sensibilidad del hombre y la mujer, viene con nosotros como parte del ADN. Sin embargo, ya le corres- ponderá al “moralismo” de cada uno de nosotros distinguir qué es lo que le conviene a cada quien y qué toma para enriquecer tanto su cotidianeidad como su sexualidad. La sexualidad y el erotismo siempre apelarán a la libido, a los instintos, a los deseos, pero sobre todo a nuestra individua- lidad y a la riqueza o pobreza de nuestra esencia.
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CONTEXTO
El término pornografía procede del griego porne (prostituta) y grafos (descripción), es decir, “descripción de una prostituta”), por lo que éste describe a las prostitutas y las actividades propias de su trabajo. Sin embargo, hay que aclarar que el término es de aparición muy reciente, pues en la antigua Grecia nunca se usó la palabra “pornografía”. Asimismo, se entiende por pornografía a todos aquellos materiales, imágenes o reproducciones que representan actos sexuales con el fin de provocar la excitación sexual del receptor y ésta se manifiesta a través de disciplinas, como el cine, la escultura, la fotografía, el cómic, la literatura o la pintura; y ha logrado un gran auge en revistas y la Internet. Por su parte, el erotismo es una palabra formada a partir del griego eros, con la cual se designaba al amor apasionado unido con el deseo sensual y lo personificaba una deidad conocida como Eros, por lo que puede observarse en combinación con la libido, término más usado por el psicoanálisis freudiano. El erotismo trata todo aquello que emana de nuestra zona libídica y se relaciona con el sexo y con el amor erótico. El adjetivo erótico indica que el tema a tratar está relacionado con el sexo dependiendo del sustantivo al que califica.
FUENTE: EL RINCÓN DE LA PSICOLOGÍA
CUATRO SÍMBOLOS SEXUALES
Definitivamente, el cine erótico y el cine pornográfico explotaron en la década de los setenta gracias a bellezas femeninas que dejaron una huella muy profunda en las audiencias masculinas. Las cuatro estrellas más representivas de estos dos géneros indudablemente fueron:
- 1) Sylvia Kristel (1952- 2012)
La holandesa dejó un legado muy difícil de superar con la saga francesa Emmanuelle, que alcanzó la friolera de siete películas. - 2) Edwige Fenech
Con más de 70 películas encasilladas en el género de la comedia erótica, esta italiana es, sin duda alguna, una de las diosas primigenias del erotismo. - 3) Linda Lovelace (1949- 2002)
Inmortalizada por su papel de Celena en el filme Garganta profunda, esta actriz norteamericana pasó a la historia por su trágica vida personal. - 4) Kay Parker
Actualmente con 68 años de edad, esta actriz británica provocó gran polémica con la saga pornográfica Tabú, que abordaba el tema del incest.
¿Qué escuchar?
Porn star dancing
MY DARKEST DAYS, 2010
En su disco debut epónimo, esta banda de postgrunge canadiense nos lleva a conocer la delgada y afilada línea que hay entre el erotismo y la pornografía con este pegajoso corte que tiene como invitado especial a Zakk Wylde, de Black Label Society.
¿Qué leer?
Cincuenta sombras de Grey
2011
Exitosísima trilogía literaria, cortesía de la inglesa E.L. James, a la que muchos han considerado “porno para señoras”. A la fecha se han vendido más de 31 millones de ejemplares de las aventuras de Anastasia y ya viene la película.
¿Qué ver?
¿Hacemos una porno?
2008
Zack (Seth Rogen) y Miri (Elizabeth Banks) son un par de amigos que están hasta el cuello de deudas y para salir de ellas deciden montar una productora de filmes para adultos amateur.
Para reír
—Anoche me bañé con mi esposa; tenía años de no hacerlo…
—¡Genial, Rigoberto!, ¿y qué tal?
—Descubrí que mi esposa tiene un tremendo cuerpo porno.
—¿Porno?, ¿estás hablando en serio?
—Sí, por no hacer ejercicio, por no ponerse a dieta, por no tener dinero para la liposuc- ción, por no dejar de comer.
Consultorio sexual
Pregunta:
En un afán de reactivar nuestra intimidad, que tras algunos años de matrimonio se ha apagado un poco, le he propuesto a mi esposa que incorporemos a nuestra sexualidad visitar de vez en cuando alguna sex shop, ver algunas películas porno, etcétera… pero ella dice que le resulta incómodo convivir con “esas porquerías” (así les dice ella), las cuales yo no considero así. ¿Quién de los dos está mal? -Germán García Gazcón (Guadalajara, Jalisco)
Respuesta:
Ninguno de los dos está mal, simplemente cada uno tiene sus propios conceptos. Lo ideal aquí es que exista mucho diálogo y que encuentren un punto medio donde ambos estén cómodos. Experimenten juntos sin que tú la presiones mucho y donde ella muestre apertura. ¡Anímense!
Vía Facebook
Rodo Vicent Suárez:
“El erotismo es ‘padrísimo’. La sexualidad es un regalo bendito. Cuando te erotizas con la persona amada es como tocar las puertas del cielo”.
Benjamín Bernal:
“No existe el porno como concepto. Si le quitamos
la carga judeocristiana erotismo y pornografía son lo mismo. ¿Qué tenemos
si olvidamos el concepto ‘culpa’?”.
Rosario Salinas:
“El erotismo es
el arte de sedu-
cir a tu pareja, la pornografía es una porquería que, incluso, se utiliza para cometer delitos. ¡Arriba el erotismo!”.
Mario Torres:
“Son cosas muy distintas, nada que ver una de la otra. La pornografía sólo es morbo; el erotismo puede ser arte”.
