Vivimos en una sociedad en la que, desde el seno familiar, se nos inculca aquello del “como te ven te tratan”. Por ello, es muy común que hombres y mujeres (sin generalizar, porque en este caso hay muchas excepciones a la regla), a la hora de elegir a una persona con la que en una primera instancia quisieran trabar una relación, primero de amistad y posteriormente sentimental, en una fase inicial se inclinen por alguien que sea agradable a la vista (a “su” vista) y, posteriormente, una vez concretado ese primer contacto, ahora sí, se ponderen las características internas de él/la elegid@.
Pero, hablando en términos de lo que llamamos “políticamente correcto”, ¿qué apariencia debe tener una persona para ser considerada digna de nuestra atención?
La verdad es que se trata de un tema totalmente subjetivo. Lo que le agrada a un@s es probable que le desagrade a otr@s. Sin embargo, consciente o inconscientemente el ser humano casi siempre termina por elegir (refiriéndonos específicamente a esas personas que eventualmente se convertirán en nuestr@s novi@s y posteriormente en nuestr@s esposos) a aquell@s que cumplen con los requisitos que nuestros padres tanto en nuestra infancia como en nuestra adolescencia:
Alguien que vista bien, no necesariamente con ropa de marca, pero sí que cuyas prendas siempre luzcan limpias y planchadas; con atuendos conservadores y de colores sobrios (nada de minifaldas reveladoras, pantalones rasgados/desgastados, jeans a la cadera que permiten asomar una irreverente tanga de hilo dental, blusas escotadas o joyería falsa/bisutería de mal gusto); zapatos siempre bien lustrados, zapatillas de tacón “decente” o tenis aseados; peinados y maquillajes apegados al buen gusto (en el caso de las mujeres) o cortes de pelo y bigotes/barbas que reflejen pulcritud (en el caso de los hombres).
Todo lo contrario, repito, apegándonos a los conceptos que se manejan en nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales, son motivo para escandalizar, ofender e incomodar. Y no lo digo yo, sino nuestros padres y nuestros abuelos…
Sin embargo, más allá de la apariencia física que proyectamos para con el resto del mundo y para con aquellas personas, más en específico, a quienes queremos llamar la atención y agradar, debemos ponderar que la ropa, zapatos, peinados y accesorios que utilizamos cotidianamente y en ocasiones especiales son parte esencial de un mensaje muy claro que estamos enviándole a todos aquellos que nos rodean y que es así como pretendemos que ellos nos perciban Por lo tanto, la aceptación y el rechazo que conseguiremos a través de nuestra imagen dependerá única y exclusivamente de nosotros.
¿Te preocupa que tu novia no te presente con tus suegros a pesar de que ya llevan un par de años de estar juntos? Quizá sea por la manera como luces. ¿Estás molesta porque tu prometido casi no te lleva a las fiestas familiares de las que tanto te platica? Probablemente alguien de su parentela le ha hecho saber que no les agradan tus prendas estrafalarias ni tu lenguaje. ¿Cuándo llegan a coincidir con los amigos de tu novi@ en algún lugar él/ella inmediatamente trata de evitarlos para que no l@ vean contigo? ¡Ojo con eso!, probablemente ahí exista un aspecto el que debas mejorar y del cual no te has percatado.
No se trata de una cuestión superficial, sino de una importantísima parte de tu personalidad. Reflexiónalo.
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